Mié 21.05.2008

CIENCIA  › DIáLOGO CON EL DR. MIGUEL HALLER, GEóLOGO

Sobre el volcán

El ICES (International Center for Earth Science) y la Municipalidad de Malargüe analizan al volcán Peteroa.

› Por Leonardo Moledo e Ignacio Jawtuschenko

Desde Malargüe

–Bueno, usted es geólogo, investigador principal del Conicet y profesor titular en la Universidad Nacional de San Juan Bosco y hace años que estudia el volcán Peteroa.

–El Peteroa tiene una altura de 4170 metros y está ubicado al sur de Mendoza, en el límite con Chile. Sí, lo estudio desde 1990, desde antes de su última erupción, que fue en 1991. El Fondo Rotatorio de las Naciones Unidas me encomendó estudiar los riesgos volcánicos del Peteroa. Los resultados fueron publicados en 1991, en lo que constituyó el primer mapa de riesgo volcánico de nuestro país.

–¿Sobre qué va a hablar en esta conferencia?

–El ICES tiene el propósito de acercar a la comunidad toda la información de que disponemos, para concientizar y evitar alarmas infundadas. Por eso nos parece importante que se conozcan los peligros volcánicos en general, todos los productos volcánicos que pueden dañar a las personas o los bienes. Todo el abanico de peligros que pueden causar los volcanes.

–Bueno, en estos días todos estamos medio volcánicos. ¿La situación del Peteroa es como para alarmarse?

–No. Para nada. El Peteroa está ubicado más allá de los 100 kilómetros de la ciudad más cercana, que es Malargüe. Todos los efectos, con excepción de las cenizas, no llegan hasta acá, porque la topografía ayuda mucho. Todos los cursos de agua que nacen en el Peteroa desembocan en lugares alejados.

–Bueno, pero siempre están los geólogos para monitorearlo.

–Hay tanta actividad extractiva y tan pocos geólogos que quienes se reciben van a parar a las empresas mineras y petroleras con el imán de muy buenos sueldos, y eso limita mucho lo que es el posgrado y la investigación.

–Y los volcanes quedan sin estudiar como se debería.

–Sí, y sin embargo es fundamental estudiar los volcanes para no estar a ciegas. El volcán le interesa a quien vive cerca de ellos o de alguna manera está afectado. Hay unos 15 o 20 geólogos en la Argentina que hacen vulcanología, no más. En realidad, no hay muchos volcanes activos en territorio argentino. Todos ellos están en el límite con Chile o directamente en territorio chileno. En el territorio argentino tenemos que lidiar más con los efectos de la actividad, que con el volcán en sí mismo.

–Si nos dieran un volcán, no sabríamos qué hacer.

–Pero ustedes no son geólogos.

–Eso es absolutamente cierto. Y entonces, ¿cómo se estudia al Peteroa?

–A partir de su última erupción, en 1991, se había decidido colocar un sismógrafo, que luego, no sé por qué, se decidió levantar. Desde hace poco en el Peteroa hay un monitoreo realizado por emisión acústica, que es muy importante. La emisión acústica nos da idea de los movimientos que se producen en el subsuelo del volcán a partir de los ruidos que produce. Es una disciplina con una larga tradición en los volcanes de Italia y es una técnica que han utilizado además para estudiar las estructuras del Coliseo y de la Basílica de San Pedro. Permite correlacionar e interpretar lo que está sucediendo por debajo del volcán...

–Y anticipar qué va a pasar arriba...

–Claro, emite suficiente cantidad de señales que hay que saber interpretar.

–El volcán es como un ser vivo, no en el sentido biológico, claro...

–Sí, porque tiene una dinámica, va evolucionando, no todos tienen el mismo carácter. Y estudiarlos y comprender su temperamento nos permite eventualmente ayudar a las personas a resguardar sus bienes. Si no entendemos el funcionamiento y sólo le prestamos atención cuando hay una erupción no estamos contribuyendo de manera adecuada.

–Cuente cómo se lo estudia...

–Los vulcanólogos trabajamos mapeando con mucho detalle, reconociendo el terreno y, fechando sus productos, los flujos la lava, las cenizas. El volcán se produce con el propio material eyectado por el aparato volcánico. Con el método de fechado sabemos cuándo actuó y hacemos un diagnóstico sobre su personalidad. Esa radiografía del volcán nos muestra hasta dónde llegó su influencia en el pasado y nos permite suponer cómo actuará en el futuro. También desde el ICES se controlan las emisiones, qué tipo de gases son emitidos y la temperatura de las aguas, de esa manera puede saberse si se está dentro de un proceso eruptivo o si se está alejando.

–¿El peligro se puede evitar?

–Los peligros no los podemos evitar, lo que sí podemos hacer es ayudar a disminuir los riesgos, proteger todo lo que es vulnerable. Lo importante es la concientización. Mire, en la reciente erupción del Chaitén sucedió que de las comunidades cercanas nadie sabía que se trataba de un volcán. No tiene vegetación y, sin embargo, eso no les había llamado la atención a los habitantes. Su última erupción sucedió hace 9300 años...

–Y ya nadie la recordaba.

–Obvio.

–¿Cómo está el volcán Peteroa en este momento?

–El volcán continúa emitiendo sus fumarolas. Según los investigadores chilenos, no hay cambios mayores. Las fumarolas son escapes de gases, vapor de agua acompañado por anhídrido carbónico y dióxido de azufre, son tenues columnas de humo que se ven. Es la principal actividad del Peteroa.

–No sólo las fumarolas...

–Las aguas termales en la base, su temperatura son una señal de que está en actividad. La última erupción comprobada fue en 1991, pero habría habido otra en pleno invierno de 1998, pero como la zona está muy despoblada no hay constancia fehaciente. Pero es importante aclarar que actividad volcánica no tiene nada que ver con erupción, no son sinónimos.

–¿Puede pasar en Malargüe algo similar a lo que pasó con la erupción del Chaitén?

–En principio no presenta riesgos para la población, porque es un volcán con características distintas del Chaitén, que eyecta materiales con una gran violencia y hay poblaciones cercanas. El Peteroa es menos explosivo, y además la zona cercana está despoblada, de modo que el riesgo es mucho menor. Tuvo una erupción histórica por el año 1800 que produjo lava, que alcanzó a recorrer sólo 200 metros. El riesgo es la ceniza, que puede llegar hasta la ciudad traída por el viento. La ceniza no es más que partículas de vidrio que se produce con la lava enfriada de manera repentina. Pero creo que el peor riesgo es la falta de conocimiento, y sobre eso estamos trabajando con estas charlas que realizamos para la comunidad. Además, en general los geólogos somos pocos consultados, pero acá en Malargüe se da una excepción.

–¿Cómo prepararse para convivir con un vecino como éste?

–Es importante mirar el volcán y que se elabore un plan de contingencia, tienen que participar todos los actores, Defensa Civil, autoridades municipales, sanitarias y de seguridad, para no improvisar en ese momento de emergencia. Aquí en los últimos años se han hecho muchos trabajos científicos sobre este volcán, en especial se realizó un mapa de peligrosidad, a partir del cual están delimitadas todas las zonas que pueden estar expuestas a cada uno de los peligros. Los primeros 10 kilómetros cercanos al volcán son los más peligrosos.

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