Miércoles, 25 de mayo de 2011 | Hoy
CIENCIA › DIáLOGO CON FELIPE MAGLIETTI, DEL EQUIPO DEL LABORATORIO DE SISTEMAS COMPLEJOS DE LA FCEN
El equipo del Laboratorio de Sistemas Complejos de la FCEN, dirigido por Guillermo Marshall e integrado por Felipe Maglietti (médico), Nahuel Olaiz (bioquímico) y Sebastián Michinski (médico), lleva a cabo un desarrollo para combatir tumores cancerosos.
Por Leonardo Moledo
–Bueno, a ver, cuénteme...
–Bueno, nosotros somos un grupo de investigación de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, trabajamos específicamente en el Laboratorio de Sistemas Complejos, Departamento de Ciencias de la Computación, y nos encontramos desarrollando un proyecto que dirige el Dr. Guillermo Marshall, un proyecto en el marco de terapias electroquímicas del cáncer. Específicamente una terapia que se conoce como electroquimioterapia.
–Cuénteme en qué consiste...
–La electroquimioterapia es un tratamiento muy novedoso que se está aplicando actualmente en Europa y que nosotros tenemos intenciones de desarrollar localmente en la Argentina. Consiste en la administración de un agente antineoplásico con una muy baja permeabilidad celular, o sea que es un agente que no ingresa con facilidad al interior de la célula, pero que mediante la administración de pulsos eléctricos logramos que ingrese específicamente sobre la zona del tumor a tratar. La ventaja de esto es que, administrando una dosis muy baja del antineoplásico, podemos lograr, con muy escasos efectos sistémicos, una respuesta antitumoral muy grande, y muy efectiva.
–A ver, vamos más despacio. Por empezar, ¿cuál es la droga?
–La droga que utilizamos es la bleomicina. Es una droga que se utiliza en cáncer de testículo y en otros cánceres, pero que ha caído en desuso en otras patologías porque hacía falta usar dosis muy altas, que resultaban tóxicas. Lo que pasa es que es una droga de permeabilidad muy baja: entra con dificultades y en poca cantidad a las células del paciente, lo cual obliga a usar dosis muy elevadas, que resultan tóxicas para el paciente.
–Es la historia de siempre. El problema es que para matar a un tumor se mata también al paciente. ¿Y esa droga qué hace en el interior de la célula?
–Destruir o fragmentar las cadenas de ADN: la célula no muere inmediatamente sino que va a morir en el caso de que intente replicarse. Esto tiene una ventaja notable, porque cuando ingresa en un tejido en el cual hay células tumorales, las células normales van a sobrevivir por un tiempo, en cambio las células tumorales, al tener el ADN fragmentado, van a intentar entrar en ciclo celular y van a morir por apoptosis.
–¿Y ahora me va a contar por qué? ¿Cómo es? ¿Cómo se aplica?
–El sistema consiste en lo siguiente: el paciente ingresa, se administra la dosis de la bleomicina, que puede ser por vía sistémica, o sea por la vena, o puede ser local sobre el tumor. Luego de esto, de un período ventana para que la droga se distribuya por el cuerpo, se administran localmente sobre el tumor los pulsos eléctricos mediante un electrodo diseñado para tal fin.
–¿Y estos electrodos qué hacen?
–El electrodo lo que hace es administrar un pulso eléctrico sobre la superficie del tumor, y el efecto de este pulso es formar poros en la membrana celular, que van a permitir el ingreso de la bleomicina exclusivamente en esta zona.
–¿Por qué los pulsos oscilantes eléctricos formarían poros?
–Los pulsos provocan una inestabilidad en la membrana que es reversible, o sea que por un período transitorio de tiempo esta inestabilidad en la membrana va a permitir el ingreso de la droga al interior de la célula.
–¿Pero por qué provocan una inestabilidad en la membrana?
–No se sabe; y estamos investigando acerca de esto, con modelos computacionales, experiencias en vivo, in vitro, y la verdad que es un esfuerzo mundial el tratar de comprender cuál es el mecanismo de formación de los poros que permiten la entrada de la droga, y no solamente la bleomicina sino que se puede permitir la entrada a la célula de cualquier fármaco e incluso se puede introducir ADN. De esta manera se puede transfectar (introducir ADN a una célula y que ésta produzca una proteína codificada en dicho ADN) una célula tumoral con un ADN específico que nos permita, por ejemplo, despertar una respuesta inmune contra el tumor.
–Las células... las moléculas de las membranas están agarradas eléctricamente, no es raro que el pulso eléctrico provoque algo... Entonces el panorama es el siguiente: ustedes saben que esta droga localmente se distribuye en el cuerpo con poca permeabilidad, o sea que no produce gran daño pero, en algún lugar específico del tumor, el pulso eléctrico abre poros...
–Son pulsos de muy corta duración. Tienen una intensidad, digamos un voltaje que asciende hasta los 1500 voltios por centímetro, pero la duración de cada pulso es de 100 microsegundos (0,001 segundo, por lo que no hay ningún peligro para el paciente, ya que el tiempo es muy breve).
–¿Y con qué máquinas?
–Las máquinas para desarrollar este tipo de pulsos se llaman electroporadores. Hay diversas marcas y nombres. Nosotros contamos con diversos equipos para realizar los pulsos, fundamentalmente hay un equipo europeo que se encuentra habilitado para tal fin y con él se desarrolló la mayoría de los estudios en Europa. En realidad existe un solo equipo aprobado en Europa para el tratamiento de seres humanos.
–Y ustedes lo desarrollaron.
–En este momento tenemos un equipo de características idénticas al europeo, con el que planeamos hacer la equivalencia en la Anmat para desarrollar un ensayo clínico con pacientes en el Instituto Angel Roffo, que pertenece a la Universidad de Buenos Aires, con el aval de su director, el Dr. Ricardo Kirchuk.
–¿Está aprobado este tratamiento?
–Este tratamiento aún no existe en el país . Por lo tanto tiene que pasar las regulaciones de la Anmat; es por eso que estamos trabajando intensamente con la gente del Roffo y la UBA, para armar un protocolo similar al europeo y de esa manera lograr introducir el tratamiento como un escalón más de la terapéutica. Este es un tratamiento que si bien en Europa es de rutina, en la Argentina todavía no es accesible al público sino que tiene que pasar los estadios determinados por la Anmat para ser aprobado y que eventualmente esté disponible, pero...
–Por ahora no...
–Hoy en día no.
–Otra cosa, ¿qué resultados tiene?
–Los resultados son realmente muy buenos, porque hay una respuesta efectiva de los nódulos del 80 por ciento. Lo más interesante es que no importa la histología del tumor, o sea que no importa que sea una metástasis de cáncer de mama, un tumor primario, un melanoma. Independientemente de eso, los nódulos, en un 80 por ciento de los casos, desaparecen (exactamente el 70% desaparece completamente y un 10% adicional se reduce más del 50%, por eso se dice que la respuesta efectiva es del 80%). Por lo tanto la respuesta es muy buena; el único impedimento que tenemos es que el nódulo tiene que estar accesible a la colocación del electrodo.
–O sea que por ahora se utiliza sólo en nódulos superficiales.
–Exactamente, la indicación actualmente es en nódulos que estén al alcance del electrodo.
–¿Y ustedes qué están haciendo?
–Lo que estamos tratando de desarrollar nosotros son líneas de investigación para ampliar las aplicaciones de esta tecnología, para llevarla al tratamiento de órganos internos; digamos para que pueda ser accesible para cualquier órgano del cuerpo.
–Esto es un elemento más...
–Exactamente.
–No es la solución...
–No, esto es un tratamiento que es paliativo.
–Paliativo...
–Exacto, y constituye un escalón más, cuando otros tratamientos fueron inefectivos. Esto es fundamentalmente orientado a pacientes que no tuvieron una buena respuesta con los tratamientos convencionales, que no son candidatos a cirugía o que simplemente el paciente se rehúsa al tratamiento. Solamente en esos casos estaría indicado, por ahora. O sea que actuaría como un aliado para tratar márgenes quirúrgicos luego de una cirugía, como reductor previo a una cirugía posterior, como agente para reducir un tumor en el caso de una zona previamente irradiada en la cual es muy difícil efectuar una cirugía, actúa en caso de tumores inoperables por la ubicación, que sean inabordables, o que la cirugía sea realmente sea muy mutilante.
–Está claro.
–Bueno, como nuestra intención es introducir el método en la Argentina, realizamos diversas charlas, en distintos lugares y hospitales. Hace más de cinco años que estamos trabajando en la difusión de este método. Nuestro objetivo es que se implemente en la sociedad, en la Argentina específicamente, trajimos gente de Estados Unidos y de Europa, para introducir a los médicos, en el marco de las jornadas dimos charlas en el Hospital de Clínicas, en el Instituto Tecnológico de Buenos Aires, en el Hospital Italiano. El objetivo es preparar a la comunidad médica para comenzar a considerar esto como un escalón más en la lucha contra el cáncer.
–¿Desde cuándo se usa esto en Europa y en Estados Unidos?
–En EE.UU. aún no se utiliza porque se están terminando los estudios que exige la FDA para permitir el ingreso de tecnología europea. En Europa, desde 2006 tienen un estudio muy grande que realizaron con muchos pacientes para determinar las condiciones óptimas de realización de este tratamiento. El estudio se llama Esope (European Standard Operating Procedures for Electrochemotherapy), que llevó a seleccionar a aquellos pacientes que eran candidatos a establecer la dosis correcta de bleomicina, de pulsos.
–¿Por qué ese retraso en la Argentina?
–Particularmente creo que es por falta de conexión entre las instituciones que hacen investigación y la medicina asistencial. Cuando hice el viaje a Europa de capacitación en electroquimioterapia, e intercambio científico en Francia, vi que estamos un poco relegados en algunas materias. Fundamentalmente por desconocimiento, a veces 4 o 5 años para un método es poco.
–¿Qué más?
–Bueno, es muy importante recalcar que el sustento que nosotros tenemos para realizar todo este tipo de investigaciones proviene del Conicet, de la UBA, del Ministerio de Ciencia Técnica e Innovación Productiva; todas estas instituciones nos soportan y nos avalan, digamos, económicamente y nos permiten a nosotros capacitarnos, adquirir equipamientos y desarrollar localmente esta tecnología, y ampliar sus aplicaciones y trabajar realmente junto con investigadores europeos con quienes mantenemos una estrecha relación.
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