Mié 12.12.2007

CIENCIA  › DIALOGO CON EL QUIMICO CARLOS STORTZ

Azúcares que tienen mucho para decir

La investigación sobre la estructura y funciones de los polisacáridos tiene aplicaciones que van desde la fruticultura hasta la actividad antiviral.

› Por Leonardo Moledo

La química tampoco puede resistir el avance imperial de la biología, y con mayor razón la química orgánica, que siempre estuvo ligada a aquélla por lazos de simpatía y temor, de complementariedad y toma de distancia, pero sobre todo por lazos de necesidad mutua y científico parentesco. Y hete aquí que recorriendo (y fatigando) los pasillos de la Facultad de Ciencias Exactas, el hipotético cronista se da de bruces con Carlos Stortz, doctor en química, director adjunto del Departamento de química orgánica de la facultad e investigador independiente del Conicet. No es cuestión de desaprovechar la ocasión de sumergirse en esas largas cadenas de compuestos que, como se averiguará apenas unas líneas más abajo, en este caso son polisacáridos. Así, bruscamente, se inicia un diálogo científico.

–Cuénteme qué es lo que hace, como si estuviéramos en un café.

–Bueno, es que es difícil presentar los temas químicos en un lenguaje sencillo.

–No es difícil, créame.

–De acuerdo. Bueno, históricamente mi tema de investigación han sido los polisacáridos.

–Ahora cuénteme qué son los polisacáridos.

–Componentes tanto estructurales como de reserva de vegetales, animales. Son cadenas largas de azúcares. Todos tenemos que tener alrededor de 110 miligramos de glucosa en sangre. La glucosa es justamente un azúcar que proviene de la ingestión de distintos polisacáridos, entre otras cosas.

–...

–Nuestro estudio ha sido la estructura de distintos polisacáridos, de recursos naturales renovables. Por un lado algas marinas presentes en las costas patagónicas, en algún momento hemos incursionado con semillas de leguminosas y ahora estamos haciendo algunas cositas más. Esa es la parte de antecedentes históricos. En general los que hemos estudiado tenían algún tipo de aplicación industrial, entonces lo que nosotros hacíamos era analizar cuestiones estructurales de esos polisacáridos que les dieran mayor valor industrial.

–¿Y ahora?

–Hoy en día el interés es un poquito mayor, porque varios de esos polisacáridos presentan interés biológico: tienen actividad antiviral. Se ha demostrado que algunos tienen actividad contra virus sencillos, como el herpes, pero hay uno, que va a salir publicado dentro de un tiempito, que actúa contra el HIV.

–Ni más ni menos.

–Por este tema estamos trabajando con gente de la Facultad de Medicina, por supuesto; y por lo del herpes, trabajamos con la gente de virología, acá en el cuarto piso. Esto guarda bastante interés porque si bien es bastante difícil que sea utilizado para un tratamiento integral del sida, es posible que sirva para algún tratamiento tópico de prevención, o para alguna otra enfermedad de transmisión sexual, o cosas por el estilo.

–¿Por qué es muy difícil que sirva para un tratamiento integral?

–Los compuestos muy grandes, no identificables plenamente químicamente, no sé si pasarían algunos de los tests farmacológicos, porque no hay una fórmula única para los polisacáridos, como sí la hay, por ejemplo, para el benceno o para otros compuestos chicos. Los polisacáridos tienen una fórmula promedio y eso es difícil de entender tanto para los no químicos como para los químicos que trabajan con otros compuestos.

–A ver cómo es eso...

–Si uno tiene un frasco con benceno, todas las moléculas son idénticas. Si tiene un frasco con glucosa, también. Ahora bien, si adentro de una molécula hay polisacáridos, no van a ser todas iguales: va a haber variaciones de peso molecular, de forma de sustitución. Hay una estructura promedio, pero no una estructura única. Hay una predominante, existen ramificaciones variables o más o menos fijas, pero no hay una única. Eso deriva de la forma en que son biosintetizadas, porque, a diferencia de las proteínas, no hay un control directo.

–¿Quién controla esa síntesis?

–No soy especialista en el tema, pero puedo decir que hay una cantidad de enzimas que van fabricándolas y esas enzimas no son muy precisas, y no las fabrican a todas igual.

–Esta línea de investigación es un trabajo más que nada experimental.

–Sí. Pero también me dedico a lo que se llama modelado molecular. El estudio por computadora de la estructura de distintos compuestos, fundamentalmente al modelado de hidratos de carbono.

–Cuénteme cómo es eso.

–Utilizar algoritmos matemáticos que de alguna manera calculan cuál es la estructura más probable, el conjunto de propiedades físicas y químicas que debe tener una determinada molécula. Si el algoritmo está bien concebido, eso va a permitir reproducir los casos experimentales. Muy recientemente trabajé con un grupo de gente de Rosario en un trabajo que no sólo nos permitió conocer la forma de las moléculas sino también la reactividad, lo cual es un importante paso adelante.

–Esas serían sus dos líneas.

–Sí.

–¿Y en qué punto o en qué etapa está?

–En el tema de polisacáridos estamos analizando las algas, tratando de conseguir nuevas fuentes con actividad biológica (que tienen cada vez más relevancia e interés) y hace poco hemos iniciado un nuevo tema que salió subsidiado por la Agencia de promoción científica y tecnológica en el que hacemos una colaboración con la Facultad de Agronomía, con la cátedra de Fruticultura.

–¿Y cuál es la idea de esa colaboración?

–La idea es estudiar en frutas el destino de la pared celular con respecto a los procesos de precosecha y poscosecha, que tiene que ver con la maduración. Lo que nosotros vamos a estudiar son los polisacáridos de la pared celular, que es lo que le da consistencia a la fruta y que tiene un valor comercial muy importante, por ejemplo, para las exportaciones. Entender la maduración en relación con la parte química va a ser un aporte muy interesante.

–Bueno, usted me acaba de hablar de la relevancia de los criterios biológicos en desmedro de los funcionales o industriales. Un cambio de criterio. ¿Por qué no me cuenta un poco más sobre eso?

–Es una tendencia general científica. Los polisacáridos de valor industrial se venden de a toneladas, el valor agregado es bastante bajo. En cambio, si los polisacáridos se usaran para productos farmacéuticos, se venderían en gramos, con lo cual el valor agregado es enorme. Uno no tiene que pensar en eso como el enriquecimiento de una gran compañía sino que significaría una mejora de vida para todo el sistema en zonas donde se recolectan algas, por ejemplo.

–¿Y qué tipo de actividad antiviral tienen?

–Inhiben el crecimiento. Hay una interacción con el receptor del virus que impide la adherencia a la célula. Es una especie de interacción electrostática. Lo que tratamos de ver son las diferencias estructurales que explican las diferencias funcionales.

–Y ése es el objetivo.

–Ese es nuestro objetivo final desde el punto de vista químico: poder asociar diferencias estructurales a diferencias en el comportamiento de los diversos polisacáridos. Si uno pudiera sistematizarlo del todo, hasta se podría pensar en sintetizar los polisacáridos. Eso no lo haríamos nosotros. Pero mi idea es que los científicos vamos poniendo pequeños ladrillitos, que se van complementando con los ladrillitos de otros.

–Y todo para que al final venga un arquitecto como Einstein o Mendeleiev y construya un palacio.

–Sí. Por ahora, nosotros vamos poniendo ladrillos. Eso sí, el palacio muchas veces no es prolijo sino que tiene ladrillos saliendo por todos lados... algunos que se caen.

–Huellas de caminos equivocados.

–Porque la ciencia no avanza de manera lineal.

–Aunque los errores sirven para que avance.

–Por eso nosotros defendemos la ciencia básica: no todo tiene que ser aplicado; los ladrillos más potentes son aquellos que se colocan desde la ciencia básica y la imaginación.

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