Sáb 19.04.2008

CONTRATAPA  › 19 DE ABRIL

Tiempo de recordar

› Por Jack Fuchs *

“...no quiero vivir mientras los restos del pueblo judío en Polonia, uno de cuyos representantes soy, son asesinados. Mis amigos en el Ghetto de Varsovia perecieron empuñando las armas en esta última lucha heroica. No fue mi destino morir como ellos, junto a ellos. Pero les pertenezco, a ellos y a sus tumbas colectivas. Con mi muerte quiero expresar mi más enérgica protesta contra la pasividad con que el mundo contempla y permite el exterminio del pueblo judío...”

Estas líneas pertenecen a la carta de despedida que el mártir Schmuel “Artur” Zygelboim dirigió, antes de suicidarse, durante la noche del 11 al 12 de mayo de 1943, al primer ministro del gobierno polaco en el exilio. La carta estaba dirigida al pueblo polaco y a los gobiernos y pueblos de los países aliados, así como a la conciencia del mundo.

Este 19 de abril es como todos y no lo es. Es el comienzo de Pesaj, tradición que celebra el Exodo y la libertad, y se cumplen 65 años del Levantamiento del Ghe-tto de Varsovia. Coinciden tristemente como en aquel 19 de abril de 1943.

Recuerdo hoy mi último viaje a Polonia, acompañado por mi hija. Me encuentro en la calle Mila, número 18, en Varsovia, allí donde se erige el Monumento en el lugar donde se encontraba el bunker de la Zydowska Organizacja Bojowa (ZOB), resistencia judía liderada por Mordejai Anielewicz, líder del levantamiento.

No ha quedado nada. Ni rastros de la intensa vida de aquella población judía, alrededor de 350.000 personas, antes de la Segunda Guerra Mundial, íntegramente aniquilada durante la Shoá. No puedo dejar de pensar que el Monumento en Mila 18 está ahí, solo, huérfano. Huérfano porque cada uno de nosotros, cada grupo humano, cada nación, tiene sus propias tragedias, su propio ejercicio de la memoria de ellas.

Y me tortura la pregunta, una y otra vez: ¿quién debe recordar?

Desde 1943, año del Levantamiento, a la fecha, han muerto en distintos conflictos nacionales y entre países, más de 200.000.000 de personas. ¿Quién las debe recordar? ¿Cómo hacemos para evitar que se sigan sumando de a cientos, miles y millones, resultado de enfrentamientos y guerras para las cuales siempre hay alguna justificación?

Quiero rendir, desde estas líneas, mi homenaje a aquellos que perecieron en ese histórico levantamiento y a todos aquellos que no tuvieron, siquiera, esa posibilidad de luchar. El 19 de abril de cada año hacemos memoria. Recordamos aquella heroica lucha armada y, con ella, toda la dimensión del espanto y el horror de Auschwitz.

En estos días vuelvo a sentir la necesidad de elevar una plegaria, la plegaria que el poeta idish Leivik escribiera y Eliahu Toker tradujera al castellano:

Mi plegaria no sé a quién llevarla,

y la llevo;

mi plegaria no tengo a quién decirla,

y la digo.

Mi plegaria sobre el paladar se me hiela,

y la llevo;

mi plegaria revive en un estallido de ira,

y la digo.

Mi plegaria tantas veces se quiebra,

y la llevo;

mi plegaria se alza sobre seis millones de fosas,

y la digo.

Mi plegaria se derrumba y deshace sin palabras,

y la llevo;

mi plegaria para quien no sé si ha de oírla,

y la digo.

Y me digo nuevamente que mi tragedia no es siempre la de mi prójimo. En el fondo, estamos, cada uno de nosotros, solos frente a nuestra propia tragedia. Lo único que nos queda es tratar de contribuir con nuestra memoria a una mayor conciencia del peligro que corremos si no logramos vivir con mayor tolerancia y mayor respeto.

* Pedagogo, escritor y docente.

Sobreviviente de Auschwitz.

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