› Por Juan Gelman
Pertenecen a 26.188 empresas estadounidenses (al 23 de junio), forman parte de InfraGard, una entidad civil aliada del FBI, con el que mantienen contactos casi diarios, y su función declarada es proteger del terrorismo a infraestructuras electrónicas, bancarias, servicios de emergencia, hospitales, transporte, sistemas hidráulicos, cadenas alimentarias, en fin, todo el costado crítico indispensable para la marcha normal de una nación. Agrupa a 84 organismos o sucursales en todo el país en contacto permanente que adoctrinan agentes del FBI designados en cada caso. “La esencia de esta asociación es compartir información e inteligencia”, se reitera en su web (www.infragard.net). Es una organización casi tan capilar como la Iglesia y su tarea no se diferencia de la que lleva a cabo su socio, el FBI: espiar a la sociedad civil norteamericana.
InfraGard se jacta de reunir en sus filas a empresas que operan el 85 por ciento de la infraestructura crítica del país y se enorgullece de contar, a nivel nacional, con representantes de 350 de las 500 empresas con mayor capital que la revista Fortune elenca.
Para ser aceptado como miembro, cada candidato a ingresar especifica a qué rama crítica pertenece y el FBI da, o no da, su visto bueno. Robert Mueller, director del FBI, explicó en una convención de InfraGard que tuvo lugar en el 2005: “Ustedes, los del sector privado, están en la primera línea de defensa”. Contra el terrorismo, desde luego. Instó a los presentes a comunicarse con el FBI si notaban “alguna actividad sospechosa o un hecho inusual”, definición que incluía –dijo– “a los empleados descontentos que emplearán la competencia adquirida en el trabajo contra sus empleadores” (//gov.tech.com, 16-8-05). Sic.
Las declaraciones de Mr. Mueller recuerdan hechos que padecieron bajo la dictadura militar argentina (1976-1983) los operarios de grandes empresas como Mercedes Benz. Se ha probado que sus ejecutivos se sacaban de encima a las comisiones internas, dirigentes sindicales de base y a los obreros que protestaban por los bajos salarios y las duras condiciones de trabajo mediante una práctica fatídica: pasaban a los militares la lista de esos “empleados descontentos” y éstos “desaparecían”. Centenares de miles de trabajadores se desempeñan en las empresas de InfraGard.
La Unión Estadounidense de Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés) ha manifestado su preocupación por semejante clase de espionaje: “Hay evidencias –dice en su informe titulado ‘The Surveillance-Industrial Complex’– de que InfraGard podría formar parte de los servicios de información y prevención del terrorismo, convirtiendo a las corporaciones del sector privado –algunas de las cuales están en condiciones de observar las actividades de millones de clientes– en ojos y oídos vicarios del FBI” (www.aclu.org, agosto del 2004). Es notorio en qué consiste realmente la cruzada “antiterrorista” de W. Bush (léase Guantánamo o Abu Ghraib). Una directiva presidencial de mayo del 2007, en la que se subraya la necesidad de que el sector privado actúe en los casos de emergencia, confirió estatus legal a InfraGard. Agentes del FBI y del Departamento de Seguridad Interior adiestran a los ejecutivos, en grupos de hasta cien, en cómo actuar en esas situaciones. Tienen permiso para tirar a matar.
Los espías expertos dicen a los ejecutivos que “cuando (no si) se declare la ley marcial, nuestra responsabilidad es proteger nuestra parte de la infraestructura y si usamos para ello una fuerza letal no podrán procesarnos”, confesó un miembro de InfraGard al periodista Matthew Rotschild (www.progressive.org, 7-2-08). InfraGard, por supuesto, desmintió la información. Pero cuando el periodista preguntó si era o no cierta a Curt Haugen, director ejecutivo del S’Curo Group, ex agente de la CIA y miembro de InfraGard desde hace años, éste contestó: “No puedo hacer comentarios sobre el tema. Pero como ciudadano privado, uno tiene derecho a usar la fuerza si se siente amenazado”. La respuesta no es precisamente oscura.
“Hay que proteger los intereses de InfraGard cuando se habla con quienes no son miembros”, se precisa en el web de la organización. “En entrevistas con miembros de la prensa –añade–, puede ser difícil presentar la imagen de InfraGard. Una preparación adecuada para esas entrevistas puede minimizar el riesgo de la confusión... La conducción de InfraGard y el representante local del FBI deben revisar el cuestionario propuesto, acordar el tenor de las respuestas y designar al más apropiado para responderlas... Hay que eludir las preguntas sobre cuestiones delicadas.” Por ejemplo, la del derecho de los empresarios a matar a quien juzguen necesario si hay estado de sitio. A más de uno le encantaría ser James Bond.
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