CONTRATAPA
Uniones y disgregaciones
Por Luis Bruschtein
El tipo acaba de escribir o hacer un discurso lleno de inteligencia y legítima indignación contra la estupidez de la izquierda o contra la traición permanente de los progresistas. Entonces se estira, se relaja y en ese momento de ensoñación y controles bajos se hace la pregunta cachonda: ¿Por qué Lula en Brasil y no en Argentina? Es una pregunta retórica. Los mismos que se la formulan, en Brasil están en el PT y acá se pelean como perros y gatos.
Por ejemplo, el espectro ideológico que aquí se nuclea en Izquierda Unida, en Brasil está en el PT, junto a Martha Suplicy, la intendenta de San Pablo, que viene a ser un equivalente de Aníbal Ibarra. Por supuesto que existe conflicto entre ellos, que se expresa tanto dentro como por fuera del PT. Está también la CUT, la central obrera de la que proviene Lula, muy emparentada aquí con la CTA. Dentro y fuera de la CUT existen otros agrupamientos gremiales a la izquierda y a la derecha de esa central, que también integran el PT. El Movimiento de los Sin Tierra (MST), que por su forma de organización tiene muchas similitudes con los piqueteros argentinos, también define su expresión política a través del PT.
En Brasil primó la tendencia a la unión. En Argentina es más fuerte la voluntad de diferenciarse. Trasplantar experiencias de realidades distintas no resulta aconsejable, pero es posible decir que las fuerzas populares avanzaron allá y aquí no. La experiencia que realizaron Elisa Carrió, Luis Zamora y Víctor De Gennaro pareció romper esa inercia.
Un referente del movimiento social, otra del progresismo y otro de la izquierda, sentados a la misma mesa y marchando juntos, sin dejar de ser distintos, fue novedoso. Los tres tuvieron que vencer preconceptos, incluso de sus propios seguidores, con lo cual esa actitud fue más valorable. Sin embargo, el activismo criticó esa iniciativa, tanto los que estaban incluidos en ella como los que la vieron desde afuera. Es gracioso, porque todo ese activismo –los que participaron y los que no– festejó el triunfo de Lula en Brasil. Aplauden cuando pasa en Brasil, pero elaboran todo tipo de argumentos para evitar que pase en Argentina.
Claro que éste es el momento más fácil para aplaudir. Atrás quedaron muchos años de luchas, de polémicas tan duras como las que hay acá, y de paciencia, más tres elecciones perdidas y algunas experiencias buenas y otras malas en la administración de importantes ciudades y estados. Pese a la heterogeneidad, en todos esos años donde se puso verdaderamente a prueba, el PT tuvo más incorporaciones que deserciones.
Lo que tiene por delante será más duro. Por lo general hacer futurismo no es serio, pero en este caso es fácil, porque no existen antecedentes en el continente de un gobierno popular que no haya sufrido la ofensiva brutal de los grupos económicos más concentrados y de los Estados Unidos. Antes de un año, Lula dejará de ser el personaje simpático que presentan los medios internacionales para convertirse, según esos medios, en un inepto que lleva a Brasil al desastre. Pasará lo mismo que con Hugo Chávez en Venezuela o como hicieron con Perón en Argentina.
A Chávez no lo critican por aumentar el precio del petróleo, sino porque es militar, lo acusan de populista, mesiánico y corrupto. Algo parecido va a pasar con Lula al mismo tiempo que le saboteen la economía. Van a salir los defensores del mercado, la democracia, los bienpensantes y los académicos y otras formas de piratas doctorales que forman el lobby de los grandes intereses económicos y que acá manejaron el país hasta vaciarlo en los últimos quince años.
No lo van a perdonar. Los grandes medios titularon que “con el triunfo de Lula en Brasil, la izquierda demostrará si es capaz de gobernar”. Están esperando el fracaso y no le darán tregua. Necesitan que fracase. El golpe, la desestabilización económica y las campañas de desprestigio han sido hasta ahora armas eficaces. En poco tiempo Lula dejará de ser elobrero simpático que llegó a la presidencia de Brasil, para convertirse en aquello que más rechacen el sentido común y la inteligencia ciudadana.
Y muchos aquí –incluso entre los que salieron a festejar ahora– preferirán creerlo y van a hacerle el coro a esos medios. Será una nueva demostración de cómo la falta de política en las fuerzas populares termina favoreciendo a lo que se quiere derrotar.