› Por Juan Gelman
Se escucha a líderes de los países desarrollados declamar que ha tocado fondo la crisis económica global. Para el presidente Obama ha terminado, aunque el número de desocupados en EE.UU. alcanzó en pocos meses la cifra record real del 16,9 por ciento de la fuerza laboral (foro.univision.com, 27-9-09). Se saldrá del pozo con lentitud, atenúan, y la Organización de Cooperación y De-sarrollo Económico (OCDE) ha dado a conocer indicadores alegres: “Ahora son visibles las claras señales de recuperación de todas las economías más importantes, en particular de Italia y Francia”, afirma (www.oecd.org, septiembre 2009). Alan Greenspan, ex director de la Reserva Federal y considerado un mago de las finanzas, pronostica una tasa de crecimiento del 3 por ciento para su país. Aparece la luz al final del túnel. O más bien parece que aparece: los que derraman optimismo hoy son los mismos que decían en 2008 que todo estaba bien, que nada había que temer y que el peligro de una depresión era inexistente.
El Banco de Pagos Internacionales (BPI) –del que muy poco y nada se habla– tiene otras opiniones que merecen atención. Este banco central de los bancos centrales del mundo coordina sus operaciones a nivel global y es la institución financiera más prestigiosa del planeta. No rinde cuentas a ningún gobierno y a su sede en Basilea acuden cada dos meses los representantes de los bancos centrales para analizar la situación imperante. El BPI les garantiza “una confidencialidad y un secreto que superan a los de cualquier banco clasificado triple A” (James Calvin Baker, The Bank for International Settlements, Greenwood Publishing Books, 2002). Conviene tomar en cuenta sus advertencias, sobre todo porque acostumbra no equivocarse: ha insistido en la presencia de graves desequilibrios del sistema financiero global desde el año 2003, pero no conmovió a quienes estaban ocupados en acumular ganancias fabulosas con infatigable rapacidad.
El BPI señaló en su informe más reciente que se corre el peligro de que estallen otras burbujas financieras, más graves aún que la inmobiliaria que llevó a la Casa Blanca a destinar billones de dólares al salvamento de los bancos. Señala, entre otras cosas, que la inversión en mercados derivativos había aumentado un 16 por ciento en el segundo trimestre de 2009, lo cual entraña “grandes riesgos sistemáticos” en el sector financiero internacional (www.bis.org, 14-9-09). El especialista Andrew Gavin Marshall subraya que al día siguiente de la publicación de este informe el ex jefe del departamento económico del BPI, William White, avisó que las acciones del gobierno estadounidense “para socorrer a la economía a corto plazo podrían estar sembrando las semillas de crisis futuras” y acarrear una recesión aún más profunda y prolongada (www.global research.ca, 8-10-09).
El llamado “paquete de estímulo económico” de la Casa Blanca no es pequeña cosa. “El gobierno de EE.UU. y la Reserva Federal invirtieron, prestaron o destinaron 12,8 billones de dólares (al salvamento), suma 14 veces superior al efectivo circulante. El PBI del país fue de 14,2 billones en el 2008” (www.blo om berg.com, 31-3-09). Esta evaluación fue en marzo. Cuatro meses después, el monto del paquete llegaba casi al doble. Los bancos más importantes utilizaron la ayudita para consolidarse, comprar bancos más pequeños y absorber unidades productivas. También los destinaron a especular y a inflar las cotizaciones de la Bolsa. Movidos por una sed insaciable del beneficio máximo, no quieren aprender nada de la crisis actual y la burbuja crece.
Gerald Celente dirige el Trends Research Institute (Instituto de Investigación de Tendencias) y suele acertar con sus análisis: predijo el derrumbe de la Bolsa de 1987, la implosión de la Unión Soviética, la crisis económica rusa de 1998, la recesión del 2001, el colapso del mercado inmobiliario de 2007, entre otras cosas. De él dijo el New York Post: “Si Nostradamus viviera, le sería muy difícil competir con Celente”. En mayo pasado anunció que se avecina “la Madre de todas las burbujas” provocada por “el paquete de estímulo”, que definió así: “Dólares fantasmales, impresos en aire inconsistente, respaldados por nada y produciendo casi nada” (geraldcelentechannel.blogspot.com, 13-5-09). Cuando esa burbuja estalle no habrá recursos para inflar otra y Celente piensa que esto podría empujar a EE.UU. a lanzar una guerra de proporciones impensables. ¿Será por eso que Obama enviará otros 45.000 efectivos a Afganistán, elevando el número de sus tropas a más de 100.000 (www.telegraph.co.uk, 14-10-09)? ¿Para combatir a los menos de 100 terroristas de Al Qaida que, según estimaciones de la Casa Blanca, siguen allí? (AP, 6-10-09). Qué desperdicio.
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