Mar 07.12.2010

CONTRATAPA

A diario

› Por Rodrigo Fresán

Desde Barcelona

UNO Nunca tuve disciplina para llevar un diario pero siempre me gustó leerlos (el de Kafka, el de Cheever, el de Pavese, el de Tolstoi y señora, el de Woolf, Michaels, el de Bioy, el de Musil, el de Warhol) y admiro a aquellos escritores con la voluntad para comenzarlos y, sobre todo, para seguirlos. Conozco a algunos de ellos y todos parecen compartir la felicidad secreta de quien tiene mucho dinero acumulándose sin prisa ni pausa bajo una palmera blindada de las Islas Caimán. Yo, apenas, en un par de oportunidades, “llevé” diarios breves que no llegaron a ninguna parte y cuya pasajera intención era determinar una única situación: una pasajera autoveda televisiva, otro intento fallido de leer el libro emblemático de uno de los autores que más admiro (el Rayuela de Julio Cortázar), y documentar los sufrimientos de mudar una biblioteca desde el centro de Barcelona a las afueras de la ciudad.

Esta contratapa será aún más cobarde y efímera: ningún destilado de tema literario o íntimo; apenas el concentrado de una semana tomada y digerida al azar y a ver qué pasa.

DOS Ahora es domingo. Zapatero y su reunión con 37 “capitanes de la industria” española en todas las primeras planas de los diarios. Se suponía que el presidente de gobierno les pediría cuentas y exigiría apoyos. Pero algo debe haber sucedido en ese summit porque Zapatero salió asegurando que se comprometía a acelerar la aplicación de las nuevas y feroces leyes laborales. Los empresarios prometieron “tener confianza” o algo así. Rajoy, por supuesto, no dijo nada al respecto y nada en general. Alrededor de todo esto, abundan las columnas de opinión sobre el Apocalipsis de Europa y del euro como potencia y concepto. Afuera, elecciones catalanas para el parlamento que se anticipaban como gran debacle para el PSOE local, el fin del sueño federalista y un retorno al discurso soberanista. El candidato de Convergencia i Unió, Artur Mas –hay que reconocer que es un gran apellido para un político– arrasó según se esperaba. Su discurso habla de “cambio” pero no explicó muy bien qué cambiará y si será para mejor. “Estamos a punto de llegar a Itaca”, exclamó ante un Palau Sant Jordi lleno en su cierre de campaña. Hubo menos abstinencia de la esperada (votar es gratis) y me acordé del chiste de El Roto del sábado: “Tu voto es crucial”, le dice un hombre de traje a un anciano con aspecto de mendigo que responde: “Efectivamente, votaros es una cruz”. Por la noche, el segundo episodio de la serie británica Sherlock y me voy a dormir arrullado por dichos de políticos más elementales que queridos.

TRES Lunes y comienzo a leer las memorias de Keith Richards. John Banville –almuerzo con él– la mira con una mezcla de asco y fascinación. Más asco que fascinación. Le pregunto si lleva un diario. “No. No sabría qué tono usar y tengo la sospecha que acabaría siendo nada más que mentiras elegantes. Los diarios siempre me recuerdan a adolescentes encerradas en su cuarto, fantaseando vidas. Y después de todo, ¿qué tiene de interesante la existencia de un escritor? No es más que un hombrecito encorvado sobre un escritorio, garabateando días tras día tras día?”, me responde. A la noche el clásico Barça/Real Madrid: el amable Messi versus el desgradable Ronaldo y el caballeroso Pep versus el patán Mou. Tenía que haber sido ayer, pero decidieron correrlo un día para no restarle el poco lustre que le quedaba a lo de las elecciones catalanas. Humilló el Barça. La primera oración del libro de Richards recuerda un episodio con la policía sureña y norteamericana en 1975: “¿Por qué habremos parado a comer en el 4-Dice Restaurant ese fin de semana del Día de la Independencia?”. Si se cambia el sitio por el Camp Nou, el almorzar por jugar, y la fecha por la del pasado 29 de noviembre, la futura autobiografía de Mourinho podría empezar exactamente igual, como una piedra que rueda.

CUATRO Líos con Marruecos y ahora es martes y el “Waka Waka” de Shakira sigue en lo más alto de las listas españolas. Semejante performance se explica porque la Roja ganó el Mundial y la gente se niega a desprenderse de ese momento triunfal. Uno de los pocos de los últimos tiempos. Pero, atención, el estribillo de la canción insiste en un “Porque esto es Africa”. Y tal vez, subliminalmente, los ibéricos vayan acostumbrándose –sacudiendo las caderas que no mienten– a la devaluación del país; a la idea negada por el poder pero imposible de erradicar de la mente de los impotentes de que se viene un rescate financiero estilo Grecia/Irlanda; a volver a oír aquel viejo clásico chiste sin gracia: “Africa termina en los Pirineos”.

CINCO Lo que no puedo dejar de escuchar mientras escribo es Wreckorder, el debut solista de Fran Healy. Soberbio en su humildad y mientras tanto obreros-pop se mueren por escribir himnos mesiánicos, Healy prefiere escribir delicados valses. Me acuerdo que Healy –con su banda Travis– alguna vez firmó una preciosa canción titulada “Dear Diary”. Me acuerdo de otra canción –“My Diary”, de Ray “Kinks” Davies– donde se oye: “Mi diario está lleno pero mi vida está vacía”. Ah, Zapatero II aplica nuevas medidas socioeconómicas contra la política de Zapatero I. Zapatero I es ya el diario de Zapatero II. A la miércoles...

SEIS El jueves ojeo y hojeo un –otro– diario. Se titula Man with a Blue Scarf: On Sitting for a Portrait by Lucien Freud y está firmado por el crítico de arte Martin Gayford. El journal va de noviembre del 2003 a julio del 2004 y narra la aventura de posar para un genio de la pintura retratista. Las conversaciones, las órdenes, los calambres, las visitas, los colores, las posiciones, las interrupciones, el lento pero fluido surgimiento del propio rostro desde el pincel de otro. Tal vez, pienso, la escritura del diario sea como un autorretrato. Como posar para uno mismo. Como mirarse sin que nadie te vea. Un primer bosquejo para lo que, con el tiempo, tal vez sea memoria, memoir.

SIETE Llega el viernes y Wikileaks ya parece ser una sección fija del periódico. Una suerte de zona crepuscular de la información: despachos desde otro planeta que está en éste. Wikileaks –para muchos justificadamente, para otros sin derecho alguno– se dedica a espiar diarios ajenos como esa madre que se cuela en la habitación de su hija con temor de que esté poseída por el espíritu de Laura Palmer y entonces mete la mano debajo del colchón y... Más novedades (des)clasificadas sobre lo que nunca fue top-secret: la particular y tan infantil relación de los Estados Unidos con todo lo que es extranjero o, para ellos, directamente extraño. Y la repugnante obsecuencia a escondidas de “los de afuera”. Divierte e inquieta que la primera potencia mundial durante tantos años haya sido tan impotente en lo que al mundo se refiere. Orden internacional de captura contra Mr. Wikileaks, por supuesto. Sospecho que lo van a atrapar antes que a Bin Laden.

OCHO Aunque haya subido el impuesto al tabaco y hayan bajado los aviones cortesía de los pobres (des)controladores aéreos (200.000 euros al año de sueldo promedio), hoy no sucedió nada salvo todo. ¡¡¡Estado de alarma!!! Pensar que alguna vez el sábado fue día nocturno y febril y tan personal. Ya no. Ahora, el sábado no es día de salir a jugarse, sino de quedarse jugando. Y está bien que así sea.

NUEVE Corrijo estas líneas y recuerdo que alguna vez escribí que “domingo es una grieta entre dos días”. Para muchos, claro, es “el Día del Señor”, la séptima jornada en la que el Creador descansó luego de haberlo creado todo anotándolo debidamente en lo que constituye el génesis del género diario. No estoy del todo seguro de que así haya sido. Tal vez el domingo es el día en que Dios –lejano, ausente– escribe el diario de la semana que pasó y toma notas para la que vendrá. Recordé que casi una semana atrás, en la conferencia de prensa donde presentaba Los infinitos, John Banville se había definido como pagano, politeísta y defensor de esos dioses anteriores tanto más divertidos y ocurrentes y, sobre todo, mejor escritos. Seres divinos y, sí, voladores descendiendo entre nosotros para vernos de cerca, darse algún revolcón, y envidiar nuestra capacidad de amar y de morir. Tan conscientes de que su inmortalidad tiene fecha de vencimiento. Y de que sólo la muerte define y perfila a la vida que –como todas las obras o como todos los diarios– es primero finita para, si todo va bien, recién después poder ser eterna.

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