› Por Rodrigo Fresán
UNO El Mediterráneo todavía está frío, la tierra firme experimenta calores inéditos para esta época del año y (no, no es contaminación; aunque bastante de eso hay también) de ahí la niebla que cubre estas mañanas a Barcelona. Una niebla pesada y más cercana a la niebla de John Carpenter y de Stephen King que a la niebla romántica. Niebla más de planicie deprimida que de cumbre borrascosa. Es una niebla que viene desde el pasado o desde dimensiones paralelas para ajustar cuentas. Y a la hora de los ajustes, se sabe, los más apretados suelen ser los jóvenes.
DOS “El Período de la Posibilidad” y “¡Ah, qué hermosa es la juventud!” ironizan Ambrose Bierce y Gustave Flaubert en sus The Devil’s Dictionary y Dictionnaire des idées reçues. Y Rodríguez ya no es joven. Pero se acuerda bastante. Y la niebla espesa –como si se tratase de uno de esos recursos cinematográficos a la hora de anunciar que se viene un flashback– ayudan a la evocación de posibilidades y hermosuras que ya no son, aunque los añejos, pero todavía insatisfechos como adolescentes, Jagger & Richards hayan anunciado, una vez más, que vuelven a amigarse para salir de gira primero y volver a pelearse después y... Y, entre la niebla que se explaya sobre el Paseo de Gracia, Rodríguez alcanza a distinguir el logotipo de Loewe –tradicional tienda de ropa y accesorios para gente de buen pasar– y se acuerda de algo que le mostró su hija hace unos días en su pantalla. Algo de lo que se habla en todas partes: la nueva campaña publicitaria on line de Loewe, orquestada por el fashionista top Luis Venegas, para captar clientela entre las nuevas generaciones y para la que se reclutó a una cuadrilla de descendientes pijos de la progresía y de la Movida. Allí, de paseo por el Parque del Retiro o en los jardines del Hotel Ritz, ellos y ellas posan, sonríen, se besan y mecen bolsitos. Son “artistas” y descendientes más o menos cercanos de los alguna vez revolucionarios Verónica Forqué, Ouka Leele, Manuel Rivas y Aná Belén (y para Rodríguez, progre de ley, no hay mejor argumento para pasarse a la más siniestra de las diestras que el contemplar las gesticulaciones comprometidas de Ana Belén mientras vocifera el “Sólo le pido a Dios” de León Gieco). Todo muy bonito, muy bonitos –se ve que las hijas góticas de Zapatero no calificaron– y el problema está cuando estos chicos ricos sin tristeza abren la boca y dicen lo que piensan, lo poco que piensan. Lindezas poco aptas para tiempos de crisis que han indignado a la hija de Rodríguez –y a buena parte de la red– y que incluyen pronunciamientos a cámara del tipo “Es un rollo esto de hacerse mayor”, “Un buen gazpacho, pero bien hecho, la tortilla de patatas... mucho bueno vino”, “Me bajo del avión, me pinto, me visto y pumba... ya estoy”, “Lo más guay de España que no tiene otro país son las españolas”, “La frase mítica de una de la película de mi madre es: ‘Arriba las pestañas’” o “Es que España es única... Solamente hay una”. También, recuerdan la primera vez que supieron de Loewe y alguien invoca al espectro del abrigo de marca de su bisabuela. Rodríguez no quiere ser prejuicioso, pero ninguno de ellos tiene aspecto de haber leído a Fitzgerald o a Ellis. Tal vez, de haber comprado algún DVD de Sofia Coppola. De una cosa sí está seguro Rodríguez: no hay niebla en sus vidas, tal vez haya humo en sus ojos (y en lo que va detrás de lo ojos); pero ninguno parece tener muchos problemas para llegar a fin de mes. Sus bolsitos clásicos –pero aggiornados con asa flúo– están bien alimentados. Y los abren, sacan la tarjeta, entran al cajero automático, y pumba.
Y ya están.
TRES Y El País (que se adjudica la patente/primicia de aquello de “mileurista” a partir de una carta enviada al correo del lector) propone hashtag y espacio en su blog donde los ahora degradados #nimileuristas podrán contar y cantar sus blues –repitiendo una y otra vez eso de “somos la generación mejor preparada académicamente”, pero mejor no comparar los promedios con los de buena parte del resto de Europa; y ni pensar en aquello otro de “somos la generación peor preparada laboralmente”– mientras la niebla sube y todo lo demás baja. El rey Juan Carlos I, acaso intentando cambiar a su yerno de pesadilla por el ocasional insomnio de temores más colectivos y lejanos, declaró (y a Rodríguez hay algo que le chirría en sus palabras) que “hay noches que el paro juvenil me quita el sueño”.
Arriba las pestañas.
CUATRO Y Rodríguez se entera –coincidiendo con lo de Loewe, y también on line– de que otra empresa de alcurnia, muy conservadora y afecta a los atuendos de marca lujosa, también ha decidido tentar a la juventud. Allí, la envejecida y poco fértil Iglesia Católica Española invita a los jóvenes sin futuro a “una vida apasionante”. Los argumentos son “no te prometo un gran sueldo, te prometo un trabajo fijo” (eso que el tecnócrata gubernamental italiano Mario Monti despreció no hace mucho con un “Los jóvenes tienen que acostumbrarse a la idea de que no tendrán un puesto fijo de trabajo para toda la vida. Por otra parte, qué monotonía tener un puesto fijo para toda la vida. Es más bonito cambiar y tener desafíos”), “no te prometo la comprensión de los que te rodean, te prometo que sabrán que has hecho lo correcto”, “no te prometo una decisión fácil, te prometo que nunca te arrepentirás”, y “tu riqueza será eterna”. Y, sí, la oferta es convertirse en sacerdote y, parece, la vocación es lo de menos. La invitación/video no incluye a mujeres; tal vez porque ya a nadie puede convencer de que la vida de una monja es apasionante a no ser que a alguien le provoque un éxtasis religioso el cambiar mantelito en San Pedro durante las misas de un papa al que, dicen, varios cardenales se la tienen jurada y le desean una pronta ascensión a los altares. Mientras tanto y hasta entonces –nada de cambiar su condición de paraíso fiscal autorizado por el mecenas Estado o de revisar eso de ser dueña del 80 por ciento del patrimonio artístico español y mucho menos empezar a pagar impuestos en tiempos de crisis–. “Es un rollo esto de escuchar confesiones”, “Una buen hostia, mucho bueno vino” o “Me bajo del campanario, me pongo la sotana y amén... ya estoy” y “Lo más guay de España que no tiene otro país es que aquí estamos subvencionados”. Así que ya saben: mejor arrodillado que parado.
CINCO La niebla, en cambio, es un rollo. Así no hay pestañas que aguanten y Rodríguez entra a un bar y pide tortilla de patatas y poco bueno vino. Desde afuera, la niebla lo mira mirarla. No es la niebla de Sherlock Holmes, siempre bien vestido, muy bien pagado por sus clientes y muy pagado de sí mismo, artista de vocación clara y vida apasionante que este 2012 cumple 125 años y sigue tan joven como siempre. No, es una niebla más cercana a la de Jack El Destripador, a quien nunca atraparon y quien, posiblemente, todavía siga suelto y reencarnado espiritualmente en más de un seguidor. Alguien que, seguro, lleva coqueto bolsito de cuero donde guarda instrumental quirúrgico ideal para destripar jóvenes y pumba.
Que Dios los ayude.
Porque Dios proveerá, ¿no?
SEIS Es un rollo esto de no poder crecer.
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