› Por Rodrigo Fresán
UNO Retrato de Rodríguez de pie junto al poster con el que se promociona, para estas fiestas, el centro comercial Gran Vía 2. Idea monstruosa: Papá Noel y los Reyes Magos con el look alterado para así parecer políticos tan satisfechos de sí mismos. Sobre sus imágenes, la proclama: “REFERENDUM: ¿A quiénes prefieren los catalanes?”. Y la respuesta es obvia: a Papá Noel en Navidad, y a Melchor y Gaspar y Baltasar en Reyes. Pero, para Rodríguez lo preocupante es el concepto en sí: la politización de Papá Noel y Reyes Magos en tiempos en los que hay pocas cosas menos populares y queridas que los políticos. Clase desclasada como pocas, los políticos españoles siguen haciendo de las suyas. Es decir: haciendo poco y nada o, como sucedió días atrás con dos diputados del PP, siendo sorprendidos en la Asamblea de Madrid jugando a Apalabrados en sus tablets financiadas con dinero público y en pleno debate sobre la privatización de la gestión sanitaria. Así, las encuestas de opinión los muestran cada vez más hundidos, a niveles de simpatía dignos de Herodes. Con gente así, como dice un amigo de Rodríguez, la verdad que lo mejor es seguir siendo monárquicos: “Al menos, rey hay uno solo”.
DOS Y España es de constitución monárquica. Y ahora –en lo que hace al rey y sus alrededores– más monárquica que nunca. Porque sordos ruidos oír se dejan. Y todo cruje un poco. Y, por aquí, el pueblo cada vez quiere saber menos de qué se trata. La hasta no hace mucho adoración incondicional estilo ¡Hola! ha dado paso a modales más cercanos a los de Guerra de tronos. El roscón y palacio –como opción estacional al pan y circo; no olvidar que Juan Carlos I nació en Roma– ya no llena, y hasta cae mal. Pero aun así, la maquinaria no se detiene para intentar hacer olvidar el pasado anno terribilis con hemingwayano/berlanguiano episodio en Botswana, tropelías del yernísimo Undargarin, la reina cansada de ser “La Otra”, los rumores de una Letizia adicta a retoques plásticos y ausente en actos varios. Las nuevas generaciones –es un hecho– no pueden ni verlos ni oírlos y, se anticipa, una vez superada la crisis y con los jóvenes tirando del carro, las reglas del juego necesariamente cambiarán para los que no tiran de la carroza sino que viajan cómodamente montados en ella. Mientras tanto y hasta entonces, la puesta en escena de toda la familia fragmentada vuelta a ensamblar para Navidades resultó nada más que en fachada de puertas para fuera mientras que, entre bambalinas, se montaba un buffet donde cada cual comía en un rincón diferente de la Zarzuela y atendía su propio juego. “Nadie coincidió con quien no quiso coincidir”, describió, casi shakespeareanamente, un Garganta Profunda. Durante el mensaje navideño –el menos visto en los últimos quince años, con Juan Carlos muy cool, sentado sobre su escritorio y con 25 puntos menos en los índices de popularidad, más bajo que nunca– se reparó en la ausencia de algunos en algunas fotos. Aunque a Rodríguez le inquietó más que no hubiese ninguna computadora a la vista donde trabajar o, al menos, jugar a algo. Y la noche del 4 –porque el Juan Carlos I, siempre oportuno, cumple 75 el 5 de enero, víspera de Noche de Reyes, fecha conmemorada y acuñada en moneda/homenaje valor 30 euros– la 1 de RTVE montó programa especial/publirreportaje de 22 minutos con lacayo en éxtasis para que los españoles todos volvieran a experimentar lo campechano y querible que es el monarca. Pero ni eso. Todo muy a medida y sin turbulencias y formal y serio y con pretensiones aforísticas. “Una oportunidad perdida”, concluyeron los más piadosos y aquí no ha pasado nada y un “Me encuentro en buena forma, con energía y sobre todo, con ilusión para seguir adelante”. Mensaje claro: ¿Abdicar? No, gracias, amiguitos. Pero allí, claro, nadie le/se preguntó sobre la magia real de la multiplicación de su fortuna personal calculada por The New York Times en 2300 millones de dólares. Ni se hizo mención al preocupante efecto sobre las nuevas generaciones del mensaje republicano al final de ¡Rompe Ralph! –la última de Disney– donde la princesita decide que “lo más guay es ser una presidenta constitucional”. Eso sí: se tuvo el buen gusto de no volver y revolver demasiado sobre su gesta televisiva durante el 23-F ni el rey insistió, como en Navidad, en lo de la “Política Grande”. Deseo para el 2013 que da un poco de miedo. Porque suficiente ya tenemos con la Política XS, piensa Rodríguez.
TRES Y acaso lo más misterioso de todo: Rodríguez sigue queriendo al rey y creyendo en el rey. Rodríguez forma parte de ese 53 por ciento (72 por ciento en 1998) que todavía prefiere una monarquía parlamentaria. Lo de Felipe, eso sí, habrá que conversarlo. Mucho. Y, sí, tal vez Rodríguez debería aprovechar estas fiestas para releer el más grande de todos los relatos jamás escritos sobre la Noche de Epifanía. A saber: cena de Noche de Reyes en Dublín y Gretta Conroy bajando por las escaleras y escuchando los versos de la canción popular “The Lass of Aughrim” y, entonces, el pasado que regresa como sube la marea, y la sombra luminosa del enamorado Michael Furey, y las lágrimas en los ojos de Gabriel Conroy, y “la nieve descendiendo sobre los vivos y los muertos”. Pero no. Rodríguez lee otra cosa. Lee Unholy Night de Seth Grahame-Smith, rey del mash-up que ya entregara Orgullo y prejuicio y zombis y Abraham Lincoln, cazador de vampiros. Ahora, Grahame-Smith recrea a Baltasar como bandido y cruza de Simbad y Hans Solo y D’Artagnan y Jack Bauer. Y lo lanza junto a sus amigos y bandoleros Melchor y Gaspar a una aventura para proteger a joven virgen y embarazada y a su resignado esposo. No es Joyce, pero tiene lo suyo. Y está ese momento formidable en que Baltasar le dice a María: “O yo tengo razón y no existe, o tú tienes razón y él es el tipo de Dios que se limita a ver cómo matan a los niños”.
Así, Rodríguez lee con un ojo Unholy Night y con el otro sigue la cobertura en directo de la Cabalgata de los Reyes Magos por las calles de Barcelona. ¿Y quiénes serán esos muchos tres vestidos y recubiertos por brillos orientales? ¿Personas en el paro? ¿O serán los mismos de todos los años que se ganan unos euros extra con todo esto? Y teniendo en cuenta los malos tiempos en los que ya el buey y el asno han sido carneados: ¿por qué no activar a ese posible cuarto rey mago, Artabán, que siempre llegaba tarde a todas partes, dicen? Hay algo de misterio en todo eso. Y Rodríguez se aferra a él porque es lo único que tiene, lo único que queda: la magia de la energía concentrada de millones de niños que se van a dormir sólo pensando en despertarse mientras los adultos cierran los ojos rogando que la tregua del sueño dure lo más posible. Aunque esta noche se proyecten pesadillas, no importa: tienen el atractivo de no ser ciertas y, después de todo, ¿qué tiene de terrible sentir que estás desnudo en público o que caés desde las alturas de un edificio? Hay cosas tanto peores... Como estar vestido y sin edificio al que subir.
Mañana será otra mañana y todo volverá a despertarse y ser como era.
La real/lidad y todo eso.
El rey es el rey.
Los Reyes son los padres.
Los padres son los esclavos.
Y los niños –por suerte, por fin, existe, era verdad– siempre serán el más plural y polimorfo y real y mágico Dios.
Bendito(s) sea(n).
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