Mié 09.07.2003

CONTRATAPA

Gente nerviosa

› Por Eduardo Aliverti

Zaffaroni propuesto y número puesto para la Corte. El jefe de la Bonaerense echado por sus dólares en las Bahamas. Eurnekian procesado y con prisión preventiva. Lista la derogación del decreto de De la Rúa que impide extraditar represores. Y casi 200 allanamientos por búsqueda de facturas truchas en empresas privatizadas, bancos, hipermercados, productoras de televisión y estudios jurídicos y contables.
En esas cinco noticias es posible encontrar un resumen casi perfecto del poco más de un mes de la gestión Kirchner. Se encierra en ellas, aunque desde varias procedencias y con diferente grado de intensidad, muy buena parte –si no toda– de la artillería escogida por el Presidente para ganar el favor social. Sea que se originen en acciones directas del Ejecutivo o en el clima que éstas generan, todas esas decisiones tienen detrás el esfuerzo de mostrar que es en serio la lucha contra la corrupción y la impunidad. Y que pretenden empezar por arriba.
¿Quién podría cuestionar los aspectos centrales y hasta particulares de esta ofensiva? Porque además son medidas que no dejan mucho flanco para la crítica “técnica”. Zaffaroni, por ejemplo, es un trago muy amargo para los conservadores, pero tienen que guardar violín en bolsa, porque se trata de alguien reconocido en forma unánime como uno de los penalistas más prestigiosos del mundo. Y si un comisario giró más de 300 mil dólares a un paraíso fiscal, o si otro es dueño de una cadena de restoranes, y vuelan de una patada, ¿qué pueden decir los trogloditas de la derecha? ¿Que en aras de no afectar a la institución policial en etapas de auge delictivo es mejor hacer la vista gorda con sus propios delincuentes? Lo dirán en cualquier momento, de la misma manera en que frente al procesamiento de Eurnekian ya se permitieron sugerir que no debe olvidarse su rol de empresario que modernizó los aeropuertos.
Este nerviosismo reaccionario debe ser saludado como la muestra de que algunas cosas están cambiando para mejor. Pero también es cierto que el “dime quién se enoja con tus medidas y te diré si estás en el camino correcto” se puede ver desde dos perspectivas. Una es la descripta y la otra recuerda que, por tratarse justamente de una derecha cavernícola, el grado de entusiasmo con aquello que la sulfura no es necesario sinónimo de que se está frente a cambios estructurales, de peso decisivo en la conformación de un país distinto. Una mejor calidad institucional no es per se la garantía de una mayor justicia social en lo económico. ¿Hace falta recordar que esa y ninguna otra es la madre de todas las batallas? El establishment está justificadamente alterado porque le tocan su Justicia, sus policías, sus militares, de una forma que no se registraba hace añares. Es en ese sentido que Kirchner les duele, más por el carácter de símbolo de algunos avances que por el alcance de su eficacia (la Bonaerense, sin ir más lejos, es una asociación ilícita que requiere de un cambio brutal en todas sus napas; y si eso no ocurre, la destitución de su jefe no habrá sido más que un fuego de artificio). Alcanza, sin embargo, para que se pongan locos. Lo que no puede perderse de vista es que se ponen así por cualquier pavada, entendiéndose por ello cualquier razón elemental que afecte mínimamente sus intereses.
La medida, entonces, de hasta dónde se adelanta y molesta el Gobierno la da el tipo de derecha que está con los pelos de punta. Prediluvianos como Vicente Massot, un defensor de la tortura. Ex policías engrampados con las mafias. Abogados de la dictadura. Medios de comunicación y periodistas burdos, de quinta categoría. Operadores de los servicios. Es hasta maravilloso, si se quiere, gozar con el ataque de nervios de esta gente. Pero cuidado: no son más que los brutos de la familia. Los animalitos. No tienen estatura ideológica ni profesional. La derecha con verdadero poder de fuego, que íntimamente los desprecia y apenas si los aguanta como mal inevitable para que impacten sobre tanto bobo suelto, todavía no dijo nada. Privatizadas, corporaciones locales y extranjeras, conglomerados exportadores, laboratorios farmacéuticos, están guardados. Y lo están porque, del mismo modo en que es justo reconocer la velocidad y audacia capaces de oxigenar la podredumbre de algunos antros como la Corte, la policía o el PAMI, el Gobierno todavía no produjo ni anuncios ni resoluciones que permitan desentrañar el rumbo estructural que tendrá la economía. En todo caso hubo un par de signos. La insistencia declarativa respecto de que no se negociará la deuda sobre el hambre del pueblo, en primer lugar, y los allanamientos a grandes empresas por motivos impositivos. Signos que, como tales, son nada menos y nada más que eso. En un país como éste vale invertir la carga de la prueba: son culpables (de montar un show publicitario) hasta que se demuestre lo contrario.
Síntesis: ni perezosos para el elogio ni relajados ante el entusiasmo.

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