Lun 01.09.2003

CONTRATAPA

La arrogancia del poder

› Por Osvaldo Bayer

Un triste período de la humanidad. Tal vez uno de los mejores análisis del período Bush lo acaba de realizar Stephan Eric Bronner, profesor de Ciencias Políticas de la Rutgers-University de New Brunswick, Estados Unidos. El escrito está lleno de vergüenza, pero principalmente de tristeza. Tristeza de presenciar este espectáculo del mundo puesto en escena por George W. Bush. Bombas, cadáveres, Irak destruido, guerra silenciosa pero cruel hasta el hartazgo, terrorismo, mentiras, sucio, toda sucio lo que se discute, inventa, esconde y domina en los debates de Naciones Unidas. El profesor Bronner escribe muy definido: “A lo guapo, el gobierno de Bush ha proclamado la legitimidad de la mentira y con ello dejó de lado la verdad como irrelevante para que sirviera de base a la justificación de su política”.
A lo guapo, que también podría traducirse: insolente, desvergonzado, achulado, para que lo entendamos todo. Y agrega: “Entre tanto es un hecho que la justificación de la guerra contra Irak no se basó sencillamente en interpretaciones fallidas o datos falsos sino directamente en una mendacidad desfachatada”. Y hace una acusación desde la cátedra que el gobierno de Bush no se toma el trabajo de desmentir: “Funcionarios de la CIA han declarado por propia voluntad que sobre ellos el gobierno llevó a cabo una presión masiva para que dieran sus conocimientos de servicios secretos de tal manera que legitimaran el proceder del gobierno”. Y agrega: “Hasta ahora el ministro de Relaciones Exteriores Colin Powell no ha dado ninguna prueba cierta de la existencia de armas de destrucción masiva en poder de Irak, de lo que habló en su famoso discurso ante las Naciones Unidas”. También critica el docente norteamericano Stepahn Bronner la actitud del Partido Demócrata, que no ha denunciado toda esa política mentirosa. Ese silencio se debe a que ellos no quieren ser considerados “traidores a la Patria”, el concepto patriotero norteamericano. Algo que habla de la falta de coraje civil y de la poca educación democrática en el concepto simplificado de: si la Patria está en guerra, todo por la Patria, aunque se produzca una matanza sin sentido. Lo peligroso de esto es que, pese a que lo injusto salta a la vista en cualquier acción de los soldados americanos, ni el Partido Demócrata en la oposición es capaz de reaccionar contra la agresión bruta de su gobierno. Ante el discurso inaudito de Bush ante la organización de veteranos de Guerra, todos se callaron la boca. Y eso que pareció una perorata de un suboficial a los soldados: el sagrado honor de la Patria, “Lucharemos hasta la última bala” y todo eso que se escucha en los patios de los cuarteles de las dictaduras del Tercer Mundo, pero también en el país rector del Primer Mundo. Las imágenes que dio la televisión del rostro amenazador de Bush hizo sentir un profundo temor a la gente del pacifismo y la ecuanimidad. ¿A dónde vamos? ¿A dónde marchamos? Este triunfo de la estupidez fue llamado por el senador J. William Fullbrigth, el gran crítico de la guerra de Vietnam, como “la arrogancia del poder”.
Bush es un arrogante. Y sin temor a equivocarnos, agregamos: y un ignorante. Y en manos de ese ignorante está la suerte del mundo. A esto hay que apuntar: Naciones Unidas abrió un poco los ojos y dos aliados como Francia y Alemania optaron por otros caminos, si bien con gran cuidado y guantes blancos. Un hecho que acaba de ocurrir dice bien a las claras el oportunismo y la injusticia de cómo se manejan las relaciones exteriores. El ministro de Relaciones Exteriores alemán, Joschka Fischer, acaba de negar la presencia alemana en la exposición del Libro de La Habana. Oficialmente tomó la medida “por la falta de respeto a los derechoshumanos en Cuba”. Ironías de la vida: es el mismo Fischer que actuó como protagonista en la rebelión de los estudiantes de 1968. La pregunta que cabe aquí es la siguiente: ¿el señor Fischer tomaría la misma medida con Estados Unidos, una nación que pisotea los derechos humanos cuando le da la gana? Pongamos el caso Guantánamo. Amnesty International ha puesto en conocimiento de Naciones Unidas y de todos los gobiernos del mundo que Estados Unidos pisotea en Guantánamo las disposiciones de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos. A los prisioneros –casi todos árabes– se los trata como a alimañas durante todo el día. Se los somete a la más humillante de las torturas: precisamente, la humillación. Pero eso no es motivo suficiente para el señor Fischer de no pisar el suelo norteamericano, en protesta. Y esto ocurre con todos los países del mundo. Una cosa es la genuflexión ante los dueños del globo y otra los prisioneros color de tierra.
Pero todo esto no es gratuito. En el mundo entero reina la desconfianza contra el régimen de Bush. Leamos los estudios de cómo Estados Unidos ha perdido adeptos. Cuatro países que están en la zona peligrosa: Pakistán, Indonesia, Arabia Saudita y Turquía, tenían, en el verano de 2002, sólo el 36 por ciento una opinión negtiva de Estados Unidos. Actualmente, esa opinión negativa en los cuatro países ha subido al 83 por ciento. Es que la cosa no se termina con los bombardeos de las ciudades abiertas ni los cañonazos contra los edificios de vivienda. Queda el dolor, queda el odio, queda el ansia de venganza. Vietnam fue la guerra ganada por el grande que perdió ante el chico. Y además los costos. El golpe preventivo de Bush le ha costado hasta ahora 400 mil millones de dólares. Es decir, tanto como el costo del presupuesto de guerra de los dieciocho países que le siguen a Estados Unidos en orden de importancia. ¿No es demasiado, aun para Estados Unidos, aun ante la realidad de que en Irak hay petróleo? ¿E Irán cuánto costará? ¿Cuánto seguirá costando Afganistán? Y los estrategas del Pentágono no dejan de pensar en Cuba. ¿Y qué hacer con algunos países latinoamericanos que tratan de nadar hacia la superficie? ¿También el golpe preventivo o guerra al terrorismo como la llama Bush? ¿Qué pueden hacer los países dependientes para parar los golpes preventivos de George W.? Salir a la calle, llenar las plazas de la protesta. Desarmar sus propios ejércitos, llenar con banderas de la Paz todas las calles como hizo Europa en la última guerra de Bush. Los movimientos sociales internacionalizados tienen que hacerles temblar el piso a los dueños de las armas y del dinero. La protesta, el trabajo de los expertos en temas planetarios, el trabajo continuo de información y representantes de la ética de pueblo y naturaleza tienen que llevar adelante el trabajo de resistencia, que es el trabajo por la vida. Por empezar, el tema de Irak y de Medio Oriente tiene que ser llevado adelante exclusivamente por Naciones Unidas. La última propuesta de Bush de permitir tropas de NU. pero el mando militar se lo reservan ellos, no debe ser aceptado, es una burla más al espíritu de la democracia universal. Y deberá ser también Naciones Unidas la que tome a su cargo la discusión fundamental de la Etica de la Economía. Que pase a ser un delincuente todo aquel que ha amasado una fortuna mediante la explotación, que se pongan listas en todas las ciudades de esos delincuentes, lo mismo que de los gobernantes que traicionen a los principios humanitarios. Los papas y los papitostes deberán hacer las grandes campañas de rechazo a los militaristas y colonialistas. Señor Papa: no son culpables los homosexuales de todo, sino los poderosos que han prohijado este mundo actual. Contra ellos debe llenar las calles y no en pos de un santo que les consiga trabajo a los desocupados. La paz, nada más que la paz. Sí, todo esto no es nada más que una utopía repetida. Pero es la justa, y no la guerra hasta el final como acaba de prometer Bush. Basta de rezar y ponerse de rodillas. La calle a coro y el no a los políticos de la mentira y a sus generales. Esto en lasescuelas, esto en las universidades, esto en los medios. La calle plena y las voces de la valentía civil. No al terrorismo de Bush. Sí a la calle y al pueblo. ¿Utópico? ¿Acaso Bolívar y San Martín escribirían otros conceptos en esta época?
Los socialdemócratas alemanes están discutiendo cómo quitar la palabra socialismo de la Carta Orgánica del Partido. No, eso es perder el tiempo. La cosa no va por ahí, el tema es cómo se detiene la agresividad de Bush y cómo se logra un sistema universal sin terrorismos ni agresiones.

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