› Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn, Alemania
Lo he escrito más de una vez y lo repito: la mayor estupidez humana es la guerra. Aquí, en Alemania, se recuerdan ahora los cien años de la iniciación de la Guerra Mundial del ’14, que se caracterizó principalmente por la lucha en las trincheras. Se asaltaba al enemigo con la bayoneta calada y se le abría el vientre. Clásico. Así murieron millones de jóvenes alemanes y franceses. Un cuarto de siglo después, algo todavía más cruel. Otra guerra mundial. Esta vez con bombardeo de ciudades abiertas y la muerte de miles de mujeres y niños.
La editorial Aufbau acaba de editar una colección de cuatro tomos llamados Uno debe comenzar la paz, en los cuales aparecen los escritos de dieciocho escritores alemanes contra la guerra. La mayor parte describe su experiencia tanto en la guerra del ’14 como en la del ‘39, y algunos de ellos en las dos contiendas. Entre otros están: Stefan Zweig, Kurt Tucholsky, Erich Maria Remarque, Georg Trakl, Rosa Luxemburgo, Lion Feuchtwanger, Hans Fallada, Johannes Becher, Vicki Baum, Arnold Zweig y Ludwig Renn. Libros que tendrían que publicarse en todos los idiomas y ser la base de numerosos congresos sobre lo mismo.
Pero no, el mundo sigue otros rituales. Por ejemplo, esta misma Alemania, la de las dos guerras mundiales con millones de muertos y la mayoría de sus ciudades destruidas, sigue haciendo grandes negocios nada menos que con la venta de armas. Su ministro de Economía ha sentido verdadera vergüenza cuando se supo que, en 2013, Alemania batió el record en la venta de armas, que en un 62 por ciento fueron entregadas a países del tercer mundo –principalmente a Qatar, Pakistán, Argelia, Israel, Egipto, Arabia Saudita, Indonesia, Brasil, Colombia, Perú y Omán– por un total de 8870 millones de euros.
Lo que más vende Alemania son armas de mano y balas. Por ejemplo, Arabia Saudita compró 18 mil fusiles, además de tanques. En segundo lugar, la industria alemana exportó ametralladoras. Se sabe que muchas veces el comprador vuelve a vender esas armas a otros países.
Ante tales cifras, el ministro de Economía alemán, Sigmar Gabriel, llamó a reducir la producción de armas, gesto que trajo una inmediata reacción del Partido Demócrata Cristiano, al cual pertenece la primera ministra Merkel. Este partido señaló que reducir la venta de armas traería un gran problema de desocupación. Gabriel respondió que primero está la ética. A lo que el partido de la primera ministra se opuso: “Lo más importante es trabajo para todos”. La industria en general atacó a Gabriel por la importancia que tienen las divisas llegadas gracias a la exportación de armas.
Los partidos de la oposición al gobierno apoyaron esta vez a Gabriel. La izquierda se expresó así: “La venta de armas es una exportación manchada de sangre, porque con esas armas alemanas son oprimidos y asesinados muchos pueblos”. El Partido Verde, por otra parte, señaló que durante el gobierno de la señora Merkel se ha efectuado venta de armas “sin tener escrúpulos ni principios morales”. El ministro Gabriel trató de quedar en el medio, señalando: “No hay que escandalizarse por toda venta de armas. El gobierno alemán debe permitir esas ventas para la custodia de costas marítimas, para eliminar el terrorismo y para posibilitar toda defensa legítima de naciones”.
Por otra parte, el presidente Joachim Gauck declaró que Alemania debe participar más en solucionar los problemas internos de otros países con guerras interiores y enviar más tropas para asegurar la democracia. Esto ha ocasionado una gran reacción de protesta en diversos sectores de la población. Estos sectores sostienen que Estados Unidos envía tropas a otros países no para custodiar la democracia sino para proteger sus propios intereses, y que los pueblos deben ser capaces de resolver por sí mismos sus problemas internos. Y ponen el ejemplo de Irak donde, pese a las intervenciones extranjeras, de pronto otra vez todo es un caos.
Y, justamente, el ejemplo contra la venta de armas lo tendría que dar Alemania, por su experiencia histórica. Por ejemplo, en estos días se han publicado estadísticas donde se demuestra que el año pasado ha aumentado el número de millonarios en Alemania. Pues bien, ¿no podría regularse mejor la economía, terminando con la venta de armas y reduciendo las ganancias de algunos para volcarlos en obras de beneficios comunitarios que dieran trabajo a los desocupados? ¿Para qué está el Estado si no para regular y para demostrar que el tener desocupados significa que no se vive en una verdadera democracia?
Otro problema de todo Estado moderno es el tránsito de automóviles y camiones. Los diarios alemanes señalan que pronto este país sufrirá un “infarto” en sus calles y rutas por el número más que creciente de automotores. Los planes existen y van a cumplirse: ampliar las vías férreas, los subterráneos y los tranvías veloces. Se señala que en dieciséis años, en 2030, el traslado de mercaderías va a subir en un 38 por ciento. Pues bien, hay que estudiar pronto las soluciones posibles. Por ejemplo, el caso de camiones por aire, “voladores”, o la prohibición del automóvil privado y la obligación de todos de utilizar medios de transporte colectivo. Un problema muy serio que debe estudiar ya mismo el mundo entero.
Pero, repetimos, ante todo, lo que la humanidad debe tomar como tema fundamental es el NO a las guerras, el NO a las armas.
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