Miércoles, 17 de junio de 2015 | Hoy
Por Eduardo “Tato” Pavlovsky *
El problema que a veces surge en mi escritura deportiva es que siempre fui un enamorado del boxeo –“doctor, cómo es posible que usted que es un creador en la psicoterapia médica haya sido enviado por la revista Semana Gráfica en 1972 a Nueva York al Madison a analizar como periodista de la revista el match de Bonavena-Clay, una nota estrictamente deportiva, donde usted adelantó que no se iba a comprometer en la psicología del espectáculo y sus devenires, ni con los componentes políticos que rodeaban la atmósfera de la pelea”–.
Dempsey-Williard. Vale la pena observar detenidamente ambas peleas Williard medía 2 metros, Dempsey 1,80; Williard pesaba 120 kg, Dempsey sólo 87 kg, 40 kilos de diferencia. Williard con su izquierda intentaba alejar a Dempsey, pero cuánto tiempo se puede mantener alejado a Dempsey con izquierdas de contención o toma de distancia. El Asesino de Manassas, así lo llamaban, sabía esperar a su presa, el momento justo de su arremetida donde el “ambiente” Williard iba a ser invadido, esquilmado y desequilibrado. En el primer acercamiento una izquierda fulminante de Dempsey echó a tierra al gigante rubio, la esperanza blanca, y es aquí precisamente donde debiéramos detener el lente de la película. Williard cayó seis veces, pero lo verdaderamente atractivo de la escena es que en todas las caídas de Williard, Dempsey no se movía, no existía el rincón neutral.
De manera que Williard quedaba de rodillas y Dempsey no se movía de su humanidad. El referí corría de un lado al otro para separar a Dempsey del cuerpo inerte de Williard, pero era imposible. Dempsey eludía al referí y se acercaba como un felino a Williard, que tambaleando y apenas incorporado recibía una tunda de golpes. Así fue toda la pelea, hasta su desenlace final. Aclaro algo: Dempsey era un pegador excepcional, sus golpes dañaban a sus adversarios, era una máquina asesina dentro del ring. Con Firpo, antes del famoso golpe del Toro de las Pampas que echó afuera del ring a Dempsey, éste ya había derribado al argentino varias veces con la misma táctica: se acercaba a Firpo y casi pegado a él le propinaba su famosa izquierda corta que hacía caer a Firpo espectacularmente. Firpo le dijo a papá, en el club de Flores donde se cruzaron en algún entrenamiento: “Es un hijo de puta, se acerca y cuando vos vas a hacer el clinch, allí pegado a tu quijada, a escasos tres centímetros, me tiraba una zurda y yo iba al suelo, no recuerdo cuántas veces me caí, pero eran cinco por lo menos, yo quería que esa carnicería terminara de una vez. Dicen que lo tiré afuera del ring en una embestida mía mezcla de trompada y empujón, lo que puedo recordar es verlo caer afuera del ring, donde un montón de yanquis lo levantaron al caer en la platea. Pero me hablan del tiempo de lo que recuerdo... nada nada, me acuerdo sólo que cuando lo subieron al ring, apenas subió ayudado por mucha gente, se me abalanzó y yo caí de rodillas por otra zurda terrorífica, no sé si Rocky Marciano pegaba más, pero más que este hijo de puta de Dempsey no se podía pegar, eso te lo digo yo seguro, nunca se fue al rincón en ninguna de mis caídas, permanecía al lado de mi cuerpo y apenas me levantaba me propinaba un golpe fatal”.
Esta es la anécdota de Firpo, que se parece a la de Williard, donde lo común en ambos era que Dempsey en ningún momento se alejaba a algún rincón para la cuenta del referí, sólo permanecía como una fiera al lado de los dos gigantes: Firpo y Williard.
Años después, la Asociación Americana de Box introdujo la obligación de que el boxeador que derribaba al otro tenía que esperar que el referí lo llevara al “rincón neutral” y recién allí el referí comenzaba el célebre conteo de 10, pero también daba al contrincante caído la posibilidad de reponerse un poco de la tremenda golpiza. Fue así que en la famosa pelea de Dempsey-Tuney, Dempsey derribó a Tuney en la primera pelea, Tuney era un extraordinario boxeador norteamericano cuyos brazos mantuvieron alejado a Dempsey hasta su caída. Cuando Tuney cayó, en el 8º round de esa primera pelea, Dempsey no quería alejarse de su presa caída, pero el nuevo reglamento le impedía acercarse antes del conteo a la víctima, en este caso Tuney. Tuney conocía el cambio del reglamento y aún tambaleando dijo “cumpla el reglamento, señor referí, si este señor Dempsey no se aleja de mí, yo no continúo la pelea porque está violando el nuevo reglamento”. Así pasaron 4 minutos de discusión violenta entre Dempsey y el referí. Tuney esperaba la resolución del nuevo reglamento. Fue así que Tuney fue ganador por puntos de las dos peleas que realizó con Dempsey y se coronó campeón invicto hasta su retiro.
Podríamos agregar un ejemplo más cercano, si observamos bien la pelea de Bonavena-Clay. Aparte de la guapeza extraordinaria de Ringo que fue a cambiar golpe por golpe con el negro, en el cuarto round estuvo a punto de derribarlo. Cuando en el round número 15, para mí una izquierda fortuita del gran campeón norteamericano derribó a Bonavena faltando un minuto para la terminación del match... Aclarémoslo bien: Clay era un boxeador excepcional, como lo fue Dempsey en su tiempo, pero en las cuatro veces que Ringo cayó en el 15º round del combate, en ningún momento el referí supo separar el cuerpo de Clay del cuerpo de Bonavena caído. Clay no se separó nunca del cuerpo caído de Bonavena y cada vez que quiso levantarse le propinó una tunda de golpes. Existe una similitud entre la actitud de Dempsey antes del reglamento y la actitud de Clay en la pelea con Bonavena. Historia de deslealtades. Historias de las grandes epopeyas del box mundial.
* Psicoanalista. Autor, director y actor teatral.
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