Lun 10.08.2015

CONTRATAPA  › ARTE DE ULTIMAR

Una de dos, o de tres

› Por Juan Sasturain

No sé a ustedes, pero a mí, en principio, después de varias experiencias acumuladas, me parece bien. Me gusta. Me refiero al proceso electoral vigente. No sé si en muchas otras partes existe un sistema como éste que rige hoy y acá, en la Argentina. Es raro, supongo. Sobre todo por el peso e importancia que tienen estas Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias que funcionan como una especie de último ensayo general de la obra, con casting incluido de candidatos para cada papel.

En principio, eso casi duplica el número de consultas. Y eso jode. A ciertos espíritus muy atentos a otras latitudes de respiración y costumbres republicanas les parece compulsivo e incluso un poco totalitario. Esto de “primarias obligatorias” casi es demasiado, dicen, cuando se suele argumentar que –como en los países más “evolucionados”– votar no debería ser una obligación más. Y encima “abiertas”... Es razonable, a su manera, la crítica. Si va a haber internas, que voten los militantes de cada partido, no cualquiera que se meta, se dice. En fin... No estoy de acuerdo, pero se entiende. Sin embargo, me parece muy claro que a los literales poderosos nunca les ha interesado demasiado que se vote mucho y muchos voten, porque lo suyo es (casi por definición del sistema) representar los intereses numéricamente minoritarios: siempre son más los jodidos o con reclamos de mejorar. Por eso, cuantos más voten y más veces –pensamos– será siempre mejor.

Es cierto, por otra parte, que las PASO parecen algo raro e hinchapelotas por el desgaste que producen en todos los que votamos y, sobre todo, por los beneficios extra que decantan en las arcas de la despreciable caterva de publicitarios, falsos encuestadores y otros ladri que viven de las elecciones y del abominable e infructuoso marketing. Pero en el fondo no está mal –el sistema, digo– ya que ayer, por ejemplo, hubo posibilidad de ver en los papeles el peso específico de cada uno de los candidatos y –sobre todo– los comportamientos, por sectores, de los diferentes alineamientos partidarios/personales/e ideológicos.

Más allá de la clara victoria de Scioli-Zannini por una diferencia que el tiempo dirá si alcanza para ser definitiva en las elecciones propiamente dichas –el ejemplo de lo que (casi) sucedió en el ballottage de Capital Federal es significativo–, ha sido de algún modo interesante, para los que no compartimos ni su espacio ni sus métodos, poder contemplar la interna privada/pública de los gatos pardos de la derecha, el PRO y los asociados de coyuntura, como también ha sido saludable escuchar el análisis de Stolbizer de su propia elección (conformarse con acceder al piso), el equívoco triunfalismo de Massa-De la Sota-Felipe felices con ser terceros cómodos, mientras resultó patética –una vez más– la división, el picado fino de una llamada izquierda incapaz de juntarse. Una lástima. A mí en particular –por sintomática– me pone contento la buena elección de Aníbal Fernández en la provincia por dos razones: primero, porque llegó a donde llegó y consiguió lo que alcanzó con un discurso coherente, claro y sin agachadas. Quiero decir: no bailó ni se disfrazó de lo que no es para “conquistar” un electorado indeciso, sino que enfrentó lo que venía y lo que le tiraron con sus convicciones, sin bajarse. Y la segunda razón por la que me alegra la buena performance de Aníbal es porque demostró –por si fuera necesario: la Presidenta es un ejemplo diario– que sin ser la Madre Teresa de Calcuta se puede sobrevivir a las campañas más sucias de los medios concentrados.

En general, me resultan estimulantes los resultados generales y particulares porque, ya sea esta elección la primera de dos o de tres que nos toquen hasta fin de año, se puede tener esperanzas de que todo lo bueno que se ha logrado en estos años de dirección correcta y gestión a veces discutible, no se dilapidará. Claro que, con respecto a lo que viene, a todos aquellos que sienten que han accedido a un cierto podio con estos resultados en primarias, además de felicitarlos cabe advertirles aquello que solía decir un incorrecto pensador paraguayo, grande entre los palos y de un palo ideológico muy diferente del mío: “Tú no has ganado nada”.

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