CONTRATAPA
La pendiente
› Por Juan Gelman
El gobierno de Sharon es “ciego, sordo y estúpido” por buscar una solución exclusivamente militar al problema palestino. No lo dijo un antisemita: son palabras del general Yiftah Spector, uno de los más respetados y condecorados de la aviación israelí. “Si insistimos, habrá errores y problemas cada vez más grandes” (Los Angeles Times, 18-1—03).
En 1981, Spector bombardeó el reactor nuclear iraquí.
El 24-9-03 apareció su nombre junto al de otros 26 oficiales-pilotos de la fuerza aérea que en una carta hicieron pública su negativa a “seguir dañando a civiles inocentes” de los territorios palestinos ocupados y a “participar en ataques aéreos contra centros urbanos civiles” en cumplimiento de “ordenes ilegales e inmorales”. Tampoco ellos son antisemitas, más bien conocen lo que se repite. El 20-10-03 –un ejemplo– helicópteros Apache israelíes atacaron zonas densamente pobladas de la franja de Gaza en procura de ejecutar extrajudicialmente a Abd Allah alShami, uno de los jefes del grupo terrorista Jihad Islámica. Al-Shami salió ileso, pero ocho civiles palestinos fueron muertos y decenas resultaron heridos. Son acciones equiparables a los espantosos atentados suicidas contra civiles israelíes.
El teniente general Moshe Yaalon, jefe de Estado Mayor, declaraba a fines de octubre a los tres periódicos más importantes de Israel que los retenes, toques de queda y bloqueos camineros impuestos a la población palestina estaban creando niveles explosivos de “odio y terrorismo”. El general no debe ser un “judío que se odia a sí mismo”, como Sharon y sus seguidores califican a quienes, dentro y fuera de Israel, denuncian sus políticas. Y menos lo serán los cuatro ex jefes del Shin Bet –el servicio secreto israelí junto al cual el FBI parece (y es) un niño de pecho– que señalaron al periódico Yediot Ahronot (14-11-03) que las prácticas sharonistas instalan a Israel en “un grave peligro”. “Tenemos que admitir de una buena vez que existe la otra parte, que tiene sentimientos y que sufre porque estamos actuando ignominiosamente. No hay otra palabra: ignominiosamente”, afirmó Avraham Shalom, quien fuera director de ese servicio en 1980-86. Carmi Gilon renunció al mismo cargo en 1996 tras el asesinato de Rabin, entonces primer ministro israelí, realizado por la derecha terrorista israelí. Dijo: “El problema actual es que la agenda política (del gobierno) se ha convertido en una mera agenda de seguridad”.
De su sucesor Ami Ayalon (1996-2000) se lee: “Nos estamos dirigiendo, lenta pero seguramente, hacia un lugar en que Israel ya no será una democracia, ya no será el hogar del pueblo judío”.
Los hombres del Shin Bet, por sus funciones, son los israelíes que mejor conocen la situación en los territorios palestinos ocupados. Sus cuatro ex directores hablaron también por radio insistiendo en que Israel debe buscar la paz, retirar sus tropas de Gaza y Cisjordania, desmantelar la mayoría de los asentamientos de colonos en esos territorios, y no ahorraron críticas al muro –el nuevo, el del siglo XXI– de más de 600 kilómetros que Sharon levanta para encerrar a la población palestina. Yaakov Perry, jefe del servicio en 1987-1993, preguntó: “¿Por qué todos, directores del Shin Bet, jefes de Estado Mayor, ex agentes de los servicios secretos preconizan la reconciliación con los palestinos? Porque estuvieron allí. Conocemos la materia, la gente de ambas partes sobre el terreno. Debemos dejar Gaza... y desmantelar los asentamientos ilegales”. “Desde cualquier punto de vista que se examine la situación –agregó–, ya sea económico, diplomático, social o de seguridad, nos encaminamos hacia una pendiente catastrófica.” Carmi Gilon subrayó que la exigencia de Sharon de que cese el terrorismo palestino antes de iniciar negociaciones de paz “es un error”. “No es un error, es un pretexto –corrigió Avraham Schalom–. Un pretexto para no hacer nada.”
En efecto: Sharon dice que no deja de pensar “en cómo salir del impasse con los palestinos” (Yediot Ahronot, 23-11-03) y hasta mencionó la posibilidad de desmantelar unos pocos y pequeños asentamientos, dentro de un año, claro. Pero no ofrece plan alguno para lograr la paz, se desconocen las intenciones que guarda respecto de los asentamientos israelíes en Gaza, sus semideclaraciones son imprecisas y dejan la puerta abierta a la doble interpretación. “La sociedad israelí, y también el sistema político, sienten que su líder no está diciendo la verdad” (Haaretz, 25-11-03). Tampoco cumple la promesa de paz, seguridad y bienestar económico que formuló al asumir como primer ministro y la gente se va. Cifras recientes del Ministerio de Inmigración de Israel indican que el número de emigrantes pasó de 550.000 en el 2000 –año en que Sharon provocó la intifada al visitar inopinadamente un lugar santo del Islam– a 760.000 en el 2003. No es una proporción insignificante de los 6,6 millones de habitantes israelíes: asciende a más del 11 por ciento. Se ignora si todos o muchos de los que se fueron son antisemitas o judíos que se odian a sí mismos.