Jue 11.02.2016

CONTRATAPA

Ficción y realidad

› Por Vicente Battista

Isaac Asimov es autor de un vasto número de ensayos de divulgación científica, de una buena cantidad de volúmenes sobre la historia de la humanidad, de más de treinta novelas y de once libros de cuentos. Su obra completa supera los cuatrocientos títulos. Aquellos que integran el llamado Ciclo de Trántor, que comprenden la trilogía Fundación, Segunda Fundación y Fundación e Imperio, otras dos novelas, Preludio a la Fundación y Hacia la Fundación, propuestas como una precuela de la trilogía y otras dos, Los límites de la Fundación y Fundación y Tierra, planteadas como secuela, le han concedido un sitio irremplazable en la literatura de ciencia-ficción.

En más de una oportunidad, Asimov reconoció que a la hora de concebir esta saga, se basó en Historia de la decadencia y caída del imperio romano,, que el historiador inglés Edward Gibbon escribiera entre los años 1776 y 1779. Gibbon detalla las razones del derrumbe del imperio más poderoso que conociera el mundo. Asimov también habla de un derrumbe: el del Imperio Galáctico, que en el año 12000 de la Era Galáctica se extendía a lo largo del universo. Trántor, una ciudad de mil doscientos millones de kilómetros cuadrados, con una población que sobrepasaba los cuarenta mil millones de habitantes, era el control administrativo del imperio. “Diariamente, flotas de decenas de miles de naves llevaban el producto de veinte mundos agrícolas a las mesas de Trántor”, leemos en La Enciclopedia Galáctica, de la que Asimov ofrece fragmentos a lo largo de la saga.

El Imperio Galáctico, tal como sucediera miles de siglos antes con el Romano, caerá sin remedio. A esta conclusión llega Hari Seldon, un prominente matemático creador de la Psicohistoria, una nueva ciencia que permite, por medio de una serie de ecuaciones, predecir el futuro en términos probabilísticos. Seldon pronostica que el Imperio Galáctico se derrumbará antes del quinto siglo, vaticina que hasta la llegada del Segundo Imperio la humanidad sufrirá un período de treinta mil años de barbarie. Ante ese inevitable destino, propone que un grupo de psicohistoriadores, agrupados en la Fundación, reúnan todo el conocimiento acumulado por la humanidad durante su tiempo de esplendor y lo guarden en una Enciclopedia Galáctica, de forma tal que cuando finalice la etapa bárbara se pueda recurrir a esa vasta Enciclopedia y no será necesario comenzar de cero. Previendo que los bárbaros destruirán esos conocimientos, los miembros de la Fundación deciden enviar los libros que componen la inmensa biblioteca a Terminus, un planeta situado en la periferia galáctica, “en el extremo de las estrellas”. Una curiosidad: Asimov no previó la tecnología informática de la que hoy gozamos, la secreta biblioteca de Terminus guarda libros de papel impreso, idénticos a los que se temen desaparezcan en estos días.

La historia reciente de nuestro país tiene cierta similitudes con la saga de Asimov: cuando todo indicaba que se iba a profundizar una década de mejoras laborales y de conquistas sociales, llegaron los bárbaros. Justo es reconocerlo, no lo hicieron con la fuerza de las armas, como en períodos anteriores, sino con la legitimación del voto. Justo es reconocerlo, se están comportando con la clásica brutalidad de aquellos que tomaron el gobierno después de cometer un golpe cívico-militar.

Sé que las actuales autoridades no suelen desvelar sus tardes pensando en la cultura en general y en la literatura en particular, pero sus últimas acciones me llevan inevitablemente a otra novela clásica: 1984, de George Orwell. En esa ficción el mundo está dividido en tres superpotencias: Oceanía, Eurasia y Asia Oriental. Oceanía se rige por cuatro ministerios: el del Amor, el de la Paz, el de la Abundancia y el de la Verdad. Este último se dedica a manipular o destruir todos los documentos históricos, incluyendo fotografías, libros y periódicos, con el fin de conseguir que las evidencias del pasado coincidan con la versión oficial de la historia, tal como la ofrece el gobierno. Este Ministerio de la Verdad tiene ciertas coincidencias con nuestro actual Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, un auténtico oxímoron: uno de sus últimos actos fue eliminar de la web a más de diez mil investigaciones periodísticas y notas de prensa publicadas por Infojus Noticias. Quiso la casualidad que entre esas notas se encontraran la imputación al actual presidente por espionaje ilegal, el incendio provocado en el depósito de documentos de la empresa Iron Mountain, en el que murieron diez personas, la represión en el Hospital Borda, la relación de la familia de la primera dama con talleres de costura clandestinos y la recuperación del nieto de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Lamentablemente, no hubo tiempo de proteger a esos miles de documentos esenciales a la hora de retener la memoria del país, no fue posible enviarlos a un sitio periférico, “en el extremo de las estrellas”, como por fortuna sucede en El ciclo de Trántor.

Las novelas de Isaac Asimov esbozan un final esperanzador, la novela de George Orwell definitivamente no. Entre una y otra ficción se ubica nuestra realidad, todavía graficada con alegres y victoriosos globos de colores. No descorazonarse, recordemos con qué facilidad se inflan y se desinflan esos globos: para darles vida basta el aire de los pulmones o una garrafita con gas helio, para quitársela sólo se requiere un modesto alfiler. Ahí es cuando estos objetos, que hasta hace un rato parecían contagiar alegría, se convierten en un arrugado trozo de látex, con un solo destino posible: el tacho de la basura.

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