Mar 12.04.2016

CONTRATAPA

Homo Encontrado

› Por Rodrigo Fresán

Desde Barcelona

UNO “Ay, Carl Sagan... ¿Dónde estás ahora cuando más te necesito?” Sí, Rodríguez se acuerda de aquel inolvidable astrónomo, cosmólogo, astrofísico, astrobiólogo, divulgador científico, escritor best-seller y diseñador de los mensajes esos que van a bordo del Pioneer y del Voyager. Hasta ahora nadie ha acusado recibo de sendas sondas. Será, supone Rodríguez, porque los destinatarios a los que no se encuentra son civilizaciones avanzadísimas. Tan inteligentes que tienen pocas ganas y nada que ganar con que las encontremos. En cualquier caso, Rodríguez no se perdía episodio de Cosmos. Y a Sagan se le entendía todo. Con Sagan –y su aire de amigo intelectual pero cool de Starsky y Hutch– el universo no perdía nada de su misterio pero sí se convertía en algo manejable. Cosmos se emitió en 1980 y Sagan murió en 1996. Y en la segunda versión de Cosmos –del 2014, con un tal Neil deGrasse Tyson al frente, discípulo espiritual de Sagan que aparece riéndose de sí mismo y de las dudas existenciales de la humanidad toda en Zoolander 2– Rodríguez cada vez entiende menos y tiene menor idea del sitio que ocupa en algún lugar del infinito.

Y, de nuevo, Rodríguez extraña más que nunca a Sagan cuando se cruza en El País con titulares del tipo “El misterio de la materia perdida del universo, casi resuelto” (qué rara esa coma ahí) seguido de la bajadilla aún más inquietante donde se lee “La materia ordinaria supone 5% del cosmos. Hasta hace poco, los astrónomos no podía decir dónde había ido a parar más de la mitad” (qué rara la expresión “ido a parar” en un contexto científico). La redacción es un tanto atípica, sí; como si esos científicos de La estrella misteriosa de Tintín hubiesen tomado el periódico. Pero es más raro aún lo que intenta explicarse a continuación, con un comienzo donde se afirma que “La materia bariónica, incluso con ese extraño nombre, es algo que todos creemos conocer. Nuestros cuerpos están hechos de esa materia, nuestros amigos o los grupos de música que nos gustan, también, y es un pedazo de materia como el cerebro el que nos permite quererles o disfrutar de su talento. Sin embargo, la ciencia nos ha enseñado que esa materia cotidiana, observada de cerca, se convierte en algo realmente extraño. En una escala diminuta, los físicos descubrieron que todo está básicamente vacío”. Lleno de dudas, después de semejante enunciado, Rodríguez sigue leyendo y entiende poco y nada salvo que se ha encontrado algo que siempre estuvo allí y siempre estará aunque no haya nada. Como –ya hay nuevo trailer de nueva película– Star Wars.

DOS Más o menos en resumen: resulta que el infinito parece estar compuesto por un 70 por ciento de energía oscura, un 25 por ciento de materia oscura, y apenas un 5 por ciento de materia ordinaria y/o bariónica, que es lo que vemos o tocamos o lo que nos envía el Hubble en esas abisales postales expresionistas abstractas y poco figurativas, tan Jackson Pollock y tan poco Edward Hopper a la hora de captar la insondable soledad de todos y de todo. De todo lo anterior, Rodríguez se queda con que se ha encontrado algo. Y traslada el verbo encontrar a todo lo que lo rodea. A una sucesión incesante de encuentros que no equivalen necesariamente a hallazgos. Lo que se ha encontrado en The Panama Papers, que suena tanto a aquellas novelas de Robert Ludlum que Rodríguez leía circa Sagan; pero que ahora no vienen con células dormidas de descendientes del Tercer Reich sino con listillos que incluyen a estadistas y deportistas y artistas. Almodóvar (quien ha suspendido la promoción de su Julieta, donde todos se miran fijo y se hablan profundo, como automedicados) y la hermana del ex rey (casi indistinguibles en las fotos) y Messi (que parece dispuesto a entrar en otro de sus eclipses parciales) y ese primer ministro de Islandia que quién sabe a dónde irá a parar. A Rodríguez –como a cualquier habitante del purgatorio– le gusta que los paraísos fiscales se conviertan en infiernos fecales a donde va a dar tanto falsamente impecable ángel caído. Pero tampoco se ilusiona mucho: los grandes pecadores siempre reciben grandes perdones (lo que Rodríguez no puede perdonarles es los nombres tan vulgares y poco ocurrentes que les ponen a todas esas sociedades evasores y fantasmagóricas, sonando a trasnochado producto de tv-teletienda). Y lo que quedará, finalmente, será la multa y la palmadita en la mano. Y a seguir viajando por nuevas galaxias utópicas que ofrecen “productos interesantes”.

El resto de lo encontrable es la rareza de todos los días convertida ya en lo mismo de siempre: el limbo-gobierno de Rajoy “en funciones” pero “fuera de control” parlamentario y ahora acusado por el Congreso ante el Tribunal Constitucional (compareciendo sólo cuando se le ocurre y anunciando medidas como el cambio de horario y la jornada de trabajo intensiva y el fin del ibérico mito menguante de la siesta y el largo almuerzo con copa de coñac y puro) y la noticia de que desde el 2010, la corrupción local se ha intensificado en un 527 por ciento y, desde el comienzo de la crisis, el trasvase de dineros a paraísos fiscales se incrementó en un 2000 por ciento en España. Crece la energía oscura, sí. Y volvieron a reunirse en vano los trabajosos “equipos de trabajo” del PSOE y Ciudadanos y Podemos al que, parece, se le ha descubierto en su pequeño Big Bang (cuando eran la fundación CEPS) una estimulante radiación de bariones del tipo bolivariano. ¿Cómo serán esas reuniones ingrávidas? ¿En serio va a haber más “consultas a las bases” en Podemos? ¿La “solución” pasará porque Rajoy y Sánchez se asuman como estrellas muertas? ¿Se acabó lo que se daba?, se pregunta Rodríguez. Si nada cambia, falta menos para que todos estos astronautas más cerca de la sátira descompuesta de Stanislaw Lem (Rodríguez tiembla al imaginarlos de nuevo haciendo gracietas, bailoteando y cantando en diferentes shows televisivos, como si se tratase de la reposición de la temporada que pasó de la serie más detestada, para así “acercarse al votante”) que de la eficiencia burocrática de Arthur C. Clarke, salgan de nuevo al espacio exterior de sus re-ampañas electorales que, se sabe, están “básicamente vacías”. No muy lejos de todo esto, en Europa, comienzan las “expulsiones discretas” de refugiados hacia algún agujero negro que, no, no es Panamá.

TRES Mientras tanto, yendo de lo macro a lo micro, el acelerador de partículas del CERN anuncia –Rodríguez lee ahora La Vanguardia– que “se avecina una nueva partícula” que será más divina aún que aquella de Dios y que se anticipa, “si existe, porque tenemos indicios pero no pruebas”, como “componente fundamental del universo que cambiará, inevitablemente, nuestra visión del mismo “ ya que “sería la puerta de entrada a un nuevo territorio de la física”. Un territorio inexplorado que los científicos saben que tiene que existir, porque la teoría actual es insuficiente para explicar el universo, pero en el que no saben que van a encontrar. Ese verbo de nuevo, que en el principio era y en el final será: encontrar. Y, dicen, habrá novedades del hallazgo hacia el verano para cuando, si hay suerte, en España se habrá encontrado un nuevo presidente. O se abrirá una nueva ronda de negociaciones luego de que la repetición de los comicios determine que el misterio de Rodríguez y todos los bariones que lo rodean son materia perdida, casi irresuelta, sin idea de dónde irá a parar.

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