› Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona
UNO Ahora, de regreso al sitio del que nunca se fue (las vacaciones cada vez más suspendidas que animación; las vacaciones cada vez más un trance que pasa que un trance por el que se pasa) Rodríguez experimenta aquello que se sentía en aquel gran episodio de Seinfeld. Allí, George Costanza no puede quitarse de la cabeza la letra y música de aquella canción, “Master of the House”, del musical Les Misérables; mientras Jerry, siempre tan amigable, le recuerda que Robert Schumann enloqueció porque no dejaba de escuchar una única nota: La.
La canción es diferente pero la sensación es la misma: en algún lugar entre su oído interno y su cerebro más interno aún, Rodríguez no deja de oír “Return to Sender”. Voz de Elvis. El lamento bastante saltarín de alguien a quien su amada no deja de devolverle sus cartas sin abrir con ese sello de correos donde se lee “Devolver al remitente”. Eran otros tiempos donde hasta al más humilde vasallo se le permitía el regio gesto de no atender, de rechazar, de rebotar. Con los emails y con Facebook también se puede; pero sin épica. No se rechaza al objeto ni se sella nada sobre lo escrito por otro. En cualquier caso, Rodríguez no le escribió a nadie durante estas semanas. Tampoco le escribieron. Lo que no impide que –con septiembre de regreso, con todo volviendo– Rodríguez no haya acumulado tantas cosas a las que le gustaría poder return to sender. Sin abrirlas, sin que haga falta siquiera preguntarse qué contienen. Porque Rodríguez reconoce la letra y la música a la perfección en todos esos sobres tan sobrados y sobrantes.
DOS A saber: Antes que nada, el calor. Y los trasnoches de olimpíadas (que son como un Festival de Eurovisión que dura varias días y en los que España vuelve a ser Esparta) en los que, para los latosos locutores de TVE, “el bronce sabe a plata y la plata sabe a oro”. Por lo que el oro debe saber a uranio enriquecido, se dice Rodríguez. Y el pánico nuclear, ahora, a ir a los cines con aire acondicionado; porque Rodríguez leyó en algún lado que hay sesiones a las que se puede entrar con el perro para que “disfruten con sus amos de una película como Mascotas”. Idea guau. A continuación –atraídos por sol y mar y paella y sangría– expulsar a los vampíricos turistas. Cada vez más. Rompiendo récords de asistencia y disfrutando de una España (reemplazo de destinos más volátiles y explosivos como Turquía, donde Erdogán purga hasta a los árbitros de fútbol) en la que aún ningún jihadista express/lobo solitario de nueva camada ha hecho de las suyas. Aunque, para alegrar la espera, vienen esos sajones y nibelungos que trepan a rascacielos de Barcelona en busca de algún Pokémon Go o que encienden fuegos que crecen a incendios forestales en La Palma o que organizan flash-mob de jóvenes corriendo y dando gritos por la costanera de Platja d’Aro generando un bonito efecto símil Niza con estampida histérica que luego colgarán en YouTube. Rubios y rojos de sol, tatuándose cuando están borrachos, generando los proverbiales y cada vez más numerosos nuevos empleos en el “sector servicios”. Sí, todo un país que sirve para servir y con su economía dependiendo de propinas y de la cortesía de Bruselas a la hora de perdonar/comprender las desprolijidades en los imposibles de cumplir “objetivos del déficit”. La alegría ya no pasa por conseguirlo sino porque no te multen por no conseguirlo. Y así fue. Y entonces, todos muy contentos en el disfuncional Partido Popular en funciones. Devolverlo también: cada vez le salen más casos de corrupción que no afectan su ascenso en encuestas mientras los otros tres se precipitan en un abismo de contradicciones. Ni el PSOE cada vez más psé, ni el multi-pacti Ciudadanos, ni el impotente Podemos ya saben quiénes son; mientras que el Partido Popular lo tiene perfectamente claro: son los señoritos del cotarro. Y así les va. Incapaces de gobernar si no es teniendo mayoría absoluta, felices de marear la perdiz a la que le disparan para luego dar órdenes a sus mascotas de que vayan a levantarla y se la traigan para desplumarla y cocinarla y comérsela a voluntad pero…
TRES En cualquier caso hay buenas y malas noticias en lo que hace a Rodríguez. La buena nueva es que –aunque los doctores no tengan la menor idea de lo que le pasa– todo parece indicar que no corre peligro de muerte y sí riesgo de vida. La mala vieja es que, por supuesto, no ha terminado esa novela que se había prometido escribir. Al menos, se consuela, ni siquiera intentó comenzarla. Es como lo de Rajoy y su inmaculada proto-infra investidura pactada durante el largo verano y a fallar al final de vacaciones que nunca satisfacen: como lo sucedido con la tan anunciada y esperada apertura del célebre nenúfar Victoria Cruziana de Vigo, flor misteriosa y extraña que sólo se abre muy de tanto en tanto que apenas desplegó sus encantos. “Creemos que se ha estresado”, diagnosticaron sus cuidadores.
No es el caso de Rajoy –inmóvil, inamovible e inmovilizante master of the house– cuya principal habilidad es la de estresar a todo y a todos los que lo rodean. Y él tan campante y a la espera de ver cómo se marchitan los que lo esperan a él mientras afirma haber dado el primer paso de una larga caminata”. Y advierte que, al negociar, “Podemos aceptar muchas cosas. O no”. Y anuncia que “España está llena de españoles”. Y, sí, se supo: españoles liderando el abuso continental en el consumo de Orfidal y Trankimazin y Valium y Lexatin. España llena de opioides para un pueblo que, religiosamente, traga y traga y traga.
CUATRO Opio químico y soporífero y no opio aristotélico imprescindible –según el filósofo– para fomentar la creatividad y el pensamiento de nivel. Un dolce fare niente como combustible para luego conseguirlo todo. Un nuevo modelo vacacional –diferente a esta para muchos demasiado larga pausa inocurrente– que sirva de algo y para alguien. Un nuevo orden que no se base en el trabajar sino en el producir y que destierre ese espanto de que en vacaciones se gasta más porque no se sabe qué hacer con ese vacío. Así, ahora, abundan las reflexiones sobre todo eso: sobre el fin de la siesta, sobre el stress post-vacacional consecuencia del stress-vacacional consecuencia del stress pre-vacacional, sobre recortar las vacaciones en varias partes y distribuirlas a lo largo del año. Y se publican encuestas sobre el novedoso efecto tóxico de este agosto tan politizado y pactado y ruedaprensado.
En resumen: no hubo vacaciones de políticos, no dieron descanso de ellos mismos.
CINCO En lo que hace a metáforas de correos, Rodríguez se acuerda también de ese Tom Hanks náufrago y empleado de FedEx, obsesionado con ser puntual en sus repartos, conversando con una pelota de basket, aferrado a la posibilidad de algún día entregar ese paquete sin abrir. ¿Qué tendría dentro? ¿Orfidal?
Con el otoño llegará la estación de los fascículos en los kioscos, de un nuevo intento por hallar los huesos de Federico García Lorca, esas cosas… Y en invierno, si no funciona lo de la investidura de quién sea, habrá terceras elecciones el 25 de diciembre. Ho Ho Ho. Mientras tanto y hasta entonces, Rodríguez ya adivina el parpadeo de las voces a lo lejos. No las voces de su familia de regreso. No. Voces que –miserable amo de la casa– sólo él oye.
“Return to sender / Address unknown”.
Tiene náuseas y, devuelto, tiene ganas de devolver.
La La La.
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