CONTRATAPA
Imágenes
› Por Mario Wainfeld
Santo Tomás escribe la Suma Teológica. Un cura de pueblo reparte una estampita. Los dos aspiran a comunicar lo mismo. Y, aunque usted no lo crea, la estampita no existiría si no tuviera como contexto los libracos de Santo Tomás. El discurso más complejo, si pretende perdurar en el tiempo, debe encontrar una cifra gráfica que lo simplifique y difunda. Contra lo que se dice (o mejorándolo), una imagen no vale más que mil palabras, apenas las sintetiza. Y en algún sentido las presupone. El de ayer fue un día pródigo en imágenes memorables, sencillamente porque fue un día memorable.
Quién me presta una escalera: El teniente general se subió a una escalerita porque se lo ordenó su comandante en jefe. El discurso del comandante en jefe en el Colegio Militar, repitiendo dos veces “Nunca más”, fue potente. Pero su manda de retirar los cuadros lo fue aún más. Se ha hablado, al cuete, por años de la subordinación castrense a las autoridades civiles. La imagen del teniente general subido a la escalerita explica que, en este momento, algo de eso hay.
Generaciones: Las fotos de los detenidos-desaparecidos que cubrieron las larguísimas vallas de la ESMA son en blanco y negro. Detalle que acentúa su ínsita tristeza y que evoca a los recordatorios que este diario publica cotidianamente. Las personas retratadas son abrumadoramente jóvenes. Los bigotazos de los varones, el corte de pelo o el magro maquillaje de las mujeres rezuman anacronismo e isocronismo: datan de hace menos de treinta años. Casi todos tenían por entonces menos de treinta. Su impactante continuidad, cientos y cientos de metros de fotos sobre las rejas, de gentes similares, ilustra, casi vale decir prueba, un argumento básico contra el terrorismo de Estado: quisieron acabar con una generación.
Muchas personas de “esa generación” se achicharraron ayer bajo el sol mirando esas imágenes. También los había jóvenes con edad de secundario. Y bebés de brazos. Por no decir sesentones largos. Todos miraban las fotos, buscando un rostro conocido. Todos se abrazaban y se felicitaban por un día distinto. Todos, salvo los bebés de brazos, conocían las letras de las canciones de Serrat, Gieco y Heredia, Todos coreaban, enfáticos, orgullosos, “no nos han vencido”. Incluidos los de esa generación a la que pertenece –él no se cansa de subrayarlo– el Presidente de los argentinos. Daba la sensación, no más, de que no pudieron con ellos.
Brillo de ausencia: La expresión “brillar por su ausencia” tiene su encanto pues alude a la visibilidad de lo que no aparece en cámara. Brillaron por su ausencia conspicuos asistentes a actos públicos, esos que los locutores siempre mentan: “dignatarios” (expresión cacofónica si las hay) de la Iglesia Católica, miembros de la Corte Suprema. Pero los más resplandecientes eran los gobernadores del partido de gobierno. Dijeron sentirse vetados por Hebe de Bonafini. En verdad, se supieron no vetados pero sí no deseados por Néstor Kirchner, quien tuvo a su lado todo el tiempo, y en plan confidente y de sonrisas, al transversal Aníbal Ibarra. El tema da para más pero valga decir, a cuenta, que Bonafini tiene el veto demasiado expansivo y que Kirchner le habilitó ese poder.
Los gobernadores del PJ tampoco las tienen todas consigo. El veto de Bonafini se emparenta con la intolerancia pero no les impedía asistir al acto. Su único costo habría sido ser silbados, lo que muchos de ellos, no todos, se merecían largamente.
El discurso de los ofendidos peca de soberbia y falta de autocrítica. Pretenden zanjar una discusión compleja con un par de chicanas. Colocar al peronismo en el único papel de víctimas, como hicieron cinco gobernadores el martes, es una simplificación que omite tan luego que en sus filas revistaron unos cuantos victimarios. Los ‘70 y el gobierno peronista del ‘73/’76 fueron muchas cosas entreveradas, incluido un perenne tiroteo entre compañeros. La Triple A, que se sepa, no fue socialdemócrata. Y durante la dictadura el peronismo estuvo en ambos extremos de la picana. Sin contar que en los ‘90 el peronismo (al que ahora todos llamanmenemismo) indultó a los ex comandantes, desguazó al Estado y avasalló las conquistas sociales... del peronismo. Un tópico complejo, queda dicho, que amerita un debate que en estos días brilló por su ausencia.
Defe se la banca: La avenida Comodoro Rivadavia, donde se instaló el palco del acto de la ESMA, separa el club Defensores de Belgrano de los institutos navales. La tribuna de la cancha de Defe rebosaba banderas rojas y negras recordando la memoria del Pato Zuker, fana de ese club, militante montonero desaparecido en la contraofensiva. Hay quien postula, aún, que la temática de los derechos humanos es monopolio de algún sector de la clase media. Las estadísticas prueban una distribución social mucho más vasta. La imagen de las banderas de Defe sugiere lo mismo.
La imagen del día: Hubo una marcha formidable, un general bajando cuadros, multitudes a toda hora, fotos que hablan del pasado y del presente. ¿Cuál será la imagen más entrañable de un día histórico? Seguramente la de los cantantes populares honrando a los asistentes y siendo honrados por ellos. Ni los unos ni los otros son nuevos en esas tenidas. No son unos paracaidistas en la fiesta. Son figuras reconocidas (y re-conocidas) que llevan décadas de militancia con más avances que retrocesos. Todos tienen una trayectoria y cien batallas en su haber. Kirchner fue la figura central del día, pero la escena jamás podía haberse concretado sin una sociedad civil aguerrida e infatigable que preparó el terreno.
Las jornadas de lucha y rememoración son, en el mejor de los casos, agridulces. Entre tantas imágenes duras vino bien la que alude a la alegría de las luchas populares, a esa inigualable sensación de plenitud que produce involucrarse en un acto de masas.
La –plena– jornada de ayer tuvo su punto culminante con imagen y sonido: una multitud que todavía canta. Más aún, que cada vez canta mejor.