SOCIEDAD
Historia de mujeres separadas de sus hijos por una medida cautelar, la Protección de Personas, que habilita a los jueces a institucionalizar a menores porque consideran a la pobreza como una situación de riesgo
Rara mezcla de cómica y de trágica, capaz de moverse como pez en el agua en el teatro, el cine o la TV, Mirta Busnelli está impagable como la madre judía de La niñera, la exitosa sitcom de Telefé. Reacia al confort y al conformismo en su oficio, la actriz acaba de aceptar actuar en el nuevo proyecto teatral de Javier Daulte: una pieza todavía sin escribir, en un personaje totalmente desconocido.
La infancia durante la década del ‘70, el ecléctico atuendo del Ekeko, el dios de la abundancia en la Puna, materiales que no son lo que parecen –o viceversa–, fueron disparadores de la inspiración
de los diseñadores que se reunieron en el predio de la Rural durante la última
Buenos Aires Fashion Week, en la que estuvieron presentes desde una apelación –tal vez demasiado–
cruda a la violencia cotidiana hasta las producciones de una cooperativa barrial.
Dicen las que saben que en los tres minutos que dura un tango o una milonga es posible atisbar el cielo o sentirse tan cerca del piso como una escoba manipulada por un torpe encargado de edificio. Que es un juego esto de que los hombres dominen, pero un juego en el que nunca hay que perder el control, so pena de perder también la autoestima. Dicen también que es una cuestión de deseo y no de amor, de histeria y no de pareja; de nostalgias también, pero con ganas de renovarse.
(sobre los productivos usos que la potencialidad y la confusión pueden tener en boca de Juan Pablo II y George W. Bush)
Anne Krueger, esa mujer sobre la que los medios argentinos descerrajan toda clase de chistes machistas que aluden a su físico poco agraciado, es una convencida de la necesidad del libre mercado y por tanto una villana eficaz a la hora de defenderlo. Pero también, dicen sus ex alumnos, una septuagenaria afable que va a la ferretería en zapatillas, goza de la buena comida y hasta aprendió a hacer respetables empanadas criollas.
Nina Aragonés de Juárez, la única gobernadora –aunque tambaleante– del país, alguna vez fue una “flaca pizpireta” que gozaba cuando la tiraban a la pileta vestida. Igual que su porte, su prontuario se engrosó construyendo redes de espionaje y cortes de brujos que ahora viven de su gobierno. Amante del whisky, los barbitúricos y la ropa de marca, se da el gusto de llamar “negros de mierda” a los pobres que componen el 86 por ciento de la provincia que conduce. Retrato de una mujer que goza del poder como si estuviera cobrando una revancha.
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