Mié 31.03.2004

CONTRATAPA

Réplicas

› Por Rodrigo Fresán

1 Después del terremoto –se sabe– tienen lugar las réplicas: el eco del terremoto que sigue moviendo el piso y haciendo bailar el cuerpo. En eso están, todavía, los españoles, que continúan preguntándose por qué pasó lo que pasó y se suben a otros trenes pensando en que el viaje continúa pero el recorrido de la vida ha sido alterado para bien o para mal. Zapatero y el PSOE repiten una y otra vez que el pueblo español no es idiota y que a la hora de votar se piensa mucho y se piensa bien. Aznar y el PP continúan en la tónica de que no es correcto que se cambie tan radicalmente el guión de la película tan cerca de los títulos del final. Mariano Rajoy lo resumió con una frase de raro lirismo que no estaría de más en una versión nacional de Casablanca, donde hasta último momento no se tiene la certeza de con quién se va a quedar el electorado. Rajoy dijo: “A veces se gana, a veces se pierde, y a veces se pierde de manera extraña”.
La extrañeza –esa sensación tan extraña– es la de sentir que la gente del PP no termina de comprender lo sucedido y que ascienden todo el asunto a fenómeno casi psíquico y paranormal, a algo ocurrido en una realidad alternativa. En un mundo peor donde no serán gobierno.

2 En este sentido el auto-homenaje que se organizó el PP el sábado pasado por la mañana fue especialmente ilustrativo de las mañas y modales de esa ciencia inexacta conocida como Política. Lo pasaron en directo por la CNN local y ustedes se preguntarán si uno no tiene algo mejor que hacer una mañanita de primavera fría y lluviosa pero primavera al fin. Ver una de las películas del canal de cine clásico, por ejemplo. La verdad que no; porque el mitín en cuestión –la cita tuvo lugar en algo que parecía una plaza de toros cubierta– fue de las cosas más fascinantes que he visto en mucho tiempo. Se supone que Rajoy es el nuevo líder del partido y que lo suyo va para rato y que será el candidato de su partido en el 2008. Pero lo cierto es que ofició de telonero y de calentador de masas para un Aznar quien, se dice, está en retirada de estas cosas; pero no se nota para nada. Allí –la misma mañana en que El País publicó una completa y reveladora cronología de los tiempos y demoras del Ministerio del Interior y del presidente de gobierno a la hora de intentar perpetuar la idea de que ETA y no Al Qaida había hecho volar por los aires aquel 11 de marzo–, Aznar fue más Aznar que nunca: acusó de mentirosos a los que les mintió; acusó a ciertos grupos de comunicación de haber manipulado la verdad; repartió consejos e instrucciones varias para el presidente entrante en cuanto a la mariconería esa de retirar las tropas de Irak; definió lo sucedido con el clínico nombre de “contratiempo electoral”, y, finalmente, teorizó ante sus simpatizantes (que no dejaban de corear un “Aznar, por siempre, serás mi presidente”) sobre la naturaleza de lo simpático y de la simpatía. Ya saben: Zapatero es simpático pero inútil y blando. Aznar es antipático pero eficaz. Así que Zapatero –no queriendo desentonar en este esquema– no ha demorado en anunciar medidas profundamente simpáticas para algunos y antipáticas para otros, como una revisión de la reformas educativas del PP, así como la legalización del aborto durante las primeras 12 semanas de embarazo sin tener que aducir motivo alguno para interrumpir semejante contratiempo no electoral.
Sin embargo, el gran momento cómico de la fiesta del PP lo ofreció, como de costumbre, esa desconcentrada hermana marxiana que es la ministra de Relaciones Exteriores Ana Palacio: al final del acto, con todo el PP sobre la tarima saludando en plan Campeones de la Justicia, Palacio llegó última, no encontró sitio en la compacta formación, y se la pasó deambulando en busca de un sitio donde encajar.
Y lo cierto es que Aznar venía de una semanita difícil: funeral de Estado por las víctimas de las bombas al que acudieron estadistas de toda Europa más preocupados por felicitar a Zapatero que por darle el pésame a él y, para rematar, su última cumbre europea en Bruselas donde se lo vio con cara de chico al que le han negado el postrero postre triunfal. No saludó a nadie, habló poco, se la pasó encerrado en su despacho, y se despidió con un “Muchas gracias, y espero que les vaya bien”. Mientras Aznar volvía a casita en avión, buena parte de los asistentes sonreían felices y –según reportaron varios corresponsales veteranos de estas cosas– se felicitaban por la partida de aquel a quien habían apodado como “Míster No” y a quien acusaban como uno de los principales responsables de fracturar la Vieja Europa en nombre de una Nueva Europa súbitamente limitando –por obra y gracia de terremotos estratégicos– con el Imperio Americano. Pocos días más tarde, los franceses –sin necesidad de bomba alguna– también decidieron que era la hora de la simpatía y votaron en masa al socialismo. Ou-la-lá!

3 Las cosas no fueron mucho mejor al otro lado del océano: Bush se derrumba en las encuestas; su gobierno vetó la resolución condenando el asesinato del jeque Ahmed Yassin, ofreciendo así otro flanco a grupos terroristas siempre felices de encontrar una causa donde producir efectos. Y las réplicas de aquel sacudón del 11 de septiembre continúan. Las declaraciones de Richard Clarke en la comisión que investiga los errores de inteligencia a la hora de prevenir lo que, parece, estaba cantado, no están causando un buen efecto en la ciudadanía toda. Si a eso le sumamos la insistencia de Condoleezza Rice (Dios mío, qué miedo me da esta mujer) a no declarar en sesión pública; la intensa kennedyzación de Kerry; más las bromitas de cuestionable gusto del tape de Bush para divertir a los periodistas donde se lo ve buscando las armas de destrucción masiva en un cajón de su escritorio, lo cierto es que la cosa no viene muy para este texano sencillo que ahora se pregunta cómo es posible que el abogado –francés tenía que ser– que defenderá a Saddam pretende citar como testigos a Rumsfeld y a Kissinger para que expliquen sus ventas de toxinas y elementos químicos a Irak.
“Los tiempos están cambiando” y “En ocasiones hasta el presidente de los Estados Unidos tiene que desnudarse”, canta Bob Dylan en su nuevo/viejo disco grabado live una Noche de Brujas de 1964 pero recién salido a la venta en versión legal el pasado lunes. Y suele ocurrir con los clásicos: son atemporales, siempre vigentes, no dejan de soplar en el viento. En este contexto tormentoso, donde todo muta, la noticia del crack sentimental del Tom Cruise y la actriz Penélope Cruz resultó especialmente apropiada. Parece que la chica se cansó de los antipáticos cursillos de cienciología en la sísmica Hollywood y decidió abortar. Y es que a veces se ama, a veces se odia, y a veces se ama de una manera extraña.

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