Dom 11.07.2004

CONTRATAPA

Las inseguridades de la seguridad

› Por Juan Gelman

El presidente W. Bush no se cansa de repetir que gracias a la invasión a Irak y al derrocamiento de Saddam Hussein el mundo se ha vuelto un lugar más seguro desde abril del 2003. No se entiende bien entonces por qué el secretario de Seguridad Interior de EE.UU., Tom Ridge, advirtió el miércoles 8 que aumenta el peligro de un nuevo atentado de Al-Qaida en territorio norteamericano a medida que se acercan las elecciones de noviembre. La cadena NBC informó que los servicios de inteligencia de Canadá y de Pakistán lograron abortar en sus países sendos ataques contra grandes concentraciones de público similares al que el 11 de marzo último se llevó la vida de doscientos civiles en Madrid. Un informe reciente del Instituto de Estudios Políticos de Washington (IPS por sus siglas en inglés) y de la red internacional de politólogos y analistas Política Exterior en la Mira (FPIF) con sede en Silver City, Idaho, indica que W. insiste en insultar la inteligencia del mundo.
El informe documenta con base en fuentes de la CIA y del Departamento de Estado que 390 personas fueron muertas y 1892 resultaron heridas en el 2003 por acciones terroristas perpetradas en diferentes puntos de globo. Además, el número de ataques suicidas cometidos ese año fue de 98 –más de uno cada cuatro días–, la cifra anual más alta de la historia contemporánea. El IPS y la FPIF remiten a un análisis del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres: revela que Al-Qaida, lejos de haberse desarticulado y/o extinguido, cuenta ahora con 18.000 activistas, mil de ellos en Irak, para no mencionar sus células esparcidas en todo el reino saudí. Unas encuestas que se llevaron a cabo en ocho países árabes y europeos muestran que la gran mayoría de los interrogados no coincide con Bush: piensan que la invasión a Irak ha fomentado el terrorismo internacional en vez de liquidarlo. En el seno mismo del invasor, altos jefes militares retirados, como el general de marines Anthony Zinni –ex jefe del comando central de las fuerzas armadas yanquis–, señalan que el enarbolamiento de razones falsas para desatar la guerra, el desdén propinado a aliados tradicionales y a la ONU, así como el fracaso de la reconstrucción de Irak, han convertido a EE.UU. en un país más inseguro. También al mundo. El último informe anual sobre terrorismo internacional del Departamento de Estado reitera que en el 2003 se tocó el nivel más elevado de “incidentes significativos” relacionados con el terrorismo desde que compila esos datos.
Los costos para el pueblo norteamericano de este incremento de la inseguridad en EE.UU. y en el mundo provocados por la “guerra antiterrorista”, que el gobierno Bush desatara para garantizar la seguridad en EE.UU. y en el mundo, también se analizan en el informe IPS/FPIF. No son pocos, empezando por el costo humano. Durante el período estudiado –del 19-3-03, fecha del inicio de la invasión a Irak, al 26-604–, según cifras oficiales murieron en combate 836 efectivos estadounidenses; 693, el 82,9 por ciento, cayeron desde el 1º de mayo de 2003, día que W. eligió para declarar la finalización de la guerra. El número de heridos llegó a 5134, de los cuales 4593, el 89,4 por ciento, recibieron sus lesiones a partir de ese 1º de mayo. El 64 por ciento de los heridos no está en condiciones todavía de volver al trabajo, muchos fueron amputados y otros padecerán enfermedades aún no detectadas por el uso de armamento con uranio empobrecido. Un informe del Pentágono de diciembre de 2003 registra que casi el 30 por ciento de los soldados que estuvieron o están en Irak sufren algún tipo de trastorno mental: más del 15, estrés traumático; 7,3, ansiedad; 6,9, depresión. El sistema de asistencia médica, al que los veteranos de guerra tienen derecho, es insuficiente –en personal y en presupuesto– para remediar esos desastres. Desde el comienzo de la invasión, unos 340.000 miembros de la reserva y de la Guardia Nacional fueron llamados a filas –algunos sirven hasta 20 meses en Irak– y del 30 al 40 por ciento de esos efectivos cobra salarios bastante inferiores a los que percibía en sus ocupaciones civiles. La Dirección de Socorro de Emergencia del Pentágono dio a conocer que, en comparación con el año 2002, en el 2003 “se multiplicó varias veces” la cantidad de familias de militares que piden estampillas para conseguir alimentos subsidiados. El 85 por ciento de los estadounidenses se declara afectado por el aumento de los precios que causa el alza guerrera del petróleo, informó en mayo la cadena CBS. Los fondos destinados a la guerra y a la ocupación de Irak en un solo año –151,1 billones de dólares aprobados por el Congreso– y la reducción de impuestos a los sectores pudientes se solventan con drásticos recortes de programas sociales. Sólo con la primera suma –calculan IPS/FPIF– se podría pagar el salario de unos tres millones de maestros de la escuela primaria, o cubrir a 27 millones de estadounidense que no tienen seguro médico, o atender la salud de 82 millones de niños. Otro capítulo de esta historia, mucho más negro y duro, es el sufrimiento iraquí. Lo cual no quita que la “guerra antiterrorista” del gobierno norteamericano también aseste golpes terroristas al pueblo norteamericano.

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