Mar 04.01.2005

CONTRATAPA

Crueldad y cinismo

Por José Pablo Feinmann

¿Quién le puso ese nombre al boliche? La cuestión deberá formar parte esencial de las investigaciones. Los sospechosos deberán responder a esta pregunta fundamental: “¿Ustedes creían manejar un boliche para cavernícolas y no para seres humanos? ¿Creían que eran apenas simios los que pagaban su entrada, enriqueciéndolos, y luego se enajenaban en rituales primitivos?”. Sí, eso creían. Dado que en un gesto de gran cinismo (y ahora se revela: de gran crueldad) le pusieron al boliche ese nombre: República Cromañón. Uno puede imaginar a Chabán y sus socios muy divertidos con la idea: “Ya que les robamos los clientes a la bailanta pongámosle al boliche un nombre adecuado a nuestra nueva clientela”. Los chicos de la clase media del rock (empobrecidos durante el menemismo) fueron a engrosar los números de los marginados, de los desclasados. ¿Cómo perder esa clientela? Aquí, Chabán y los suyos deciden bajar el nivel y llegar hasta donde el “público” ha llegado: a las cavernas. De la elite que fue Cemento en los ’80 a la “grasada multitudinaria” de comienzos de siglo que se agolpa en República Cromañón. Que es una forma algo oculta de decir: “El planeta de los simios”.
Para no perder tiempo: si uno agarra un libro sobre la prehistoria humana va a encontrar alguna información sobre la “República” que menciona el nombre del boliche. “En la aurora de la humanidad (Paleolítico inferior) vivían seres que ya caminaban erguidos y cuya mano se había librado de la necesidad de contribuir a la locomoción” (Historia universal: prehistoria, Siglo XXI, p. 22 y siguientes). Estos “seres” eran los “neardental” y los “presapiens”. Por aquí se ubican los “cromañones”. “Su cráneo, aunque todavía alargado, se muestra más ancho y bajo que en el grupo precedente (los Combe-Capelle) y con un menor desarrollo de los arcos superciliares. Se caracterizan asimismo por su cara ancha, baja y disarmónica en relación al cráneo, y por la ubicación bajísima de las órbitas” (p. 34).
¡Cómo se habrán divertido Chabán y los suyos al encontrar el nombre del boliche! ¡Qué hallazgo, qué imaginación tiene esta gente! Habrán dicho (hasta es posible “verlos” en acción): “Hagamos un boliche para los pobres. Le sacamos los clientes a la bailanta y los juntamos en una república prehistórica. Los amontonamos como lo que son: monos, tipos de las cavernas, tipos presapiens, simios del paleolítico inferior”. ¿Cuánto vale la vida de un cavernícola? ¿Cómo se iban a preocupar (los ingeniosos dueños de República Cromañón) de la seguridad de sus “clientes”? ¿Para qué gastar energías y dinero en cuidar la vida de unos cuantos simios prehistóricos?
Ahora es tarde. Tarde para ellos y tarde para los muertos, para las víctimas. Ahora la Justicia deberá poner las cosas en su lugar. Se debe pedir justicia. Pedirla consiste en afirmar hasta la obsesión que en esa República no murieron monos sino seres humanos. Personas históricas y no prehistóricas. (Notable y cruel paradoja: un lugar que se asumía como “espacio de la prehistoria” ha generado un “acontecimiento histórico” desmedido, sin precedentes. Gigantesco en su dimensión de horror.) Ciudadanos y no simios. Responsables también, sin duda. Pero alejados de la inmundicia moral de quienes le pusieron ese nombre a ese boliche, cuya “historicidad”, hoy, nos sobrepasa. No estamos frente a un tsunami. No estamos frente a una catástrofe natural. Esta es una catástrofe humana. Y la diferencia entre los hombres y un tsunami es que los hombres son responsables de sus actos. Y si sus actos son crueles (y si a esa crueldad se añade el cinismo) deberán responder por ellos.

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