Romina
Siempre existieron historias de mujeres que prefirieron la muerte antes de ser violadas que eran resaltadas como santas por teologías interesadas generalmente machistas. En estos días he escuchado decir en Buenos Aires: ¡Pobre el niño de Romina! ¡Pobre Romina! ¡Suerte para el violador que duerme tranquilo! Algunos cristianos se preguntaban si realmente Romina había sido violada por su vecino y se compadecían del pobre bebe. Escuché a algunas mujeres que hubieran deseado ser reconocidas como feministas decir: “¿Cómo Romina no eliminó a ese niño antes? ¡Lo peor es que los violadores sigan libres!”. Pensé que los argentinos estábamos “comprando” una teología primermundista que nunca se compadece en serio con los excluidos. Para aquel esquema, Romina nunca sería la Virgen María, menos matando a su hijo; y José mejor que siga dibujado para soportar a su tediosa consorte. Para esta teología, probablemente Romina es una más que no puede superar el filicidio y que ha introyectado mucha violencia. Para la teología argentina es María en su desolación. Quizás esta María nos exija un trato más sacral sobretodo con la mujer pobre y así sanar una Mariología que sólo podrían venerar la señora de Fortabat o Lita de Lazari. Igual con Romina aprendemos que el Estado carece de infraestructura elemental para asistir la primera fase de la emergencia de mujeres embarazadas. Para la bioçetica del cuidado en emergencias médicas, las embarazadas como Romina serían catalogadas como pacientes con las cuatro “d”, pues se encuentran descontroladas, desorientadas, desesperanzadas, desesperadas. Para los que hacemos teología en Argentina, creo que Romina está más cerca de recomponer su integridad, y ser en algún momento un poco feliz, que su violador, o los jueces y el Estado, que están libres pero están presos de una forma de vivir la masculinidad promovida por la cultura dominante que nos priva de sentirnos hombres por la profunda incapacidad de contener a toda mujer desesperada.
Padre Leonardo Belderrain
DNI 11.264.645