CONTRATAPA
Alemania, en el purgatorio
› Por Osvaldo Bayer
Alemania, con el 8 a 0 contra los saudiárabes, había iniciado el camino al paraíso, pero ayer los irlandeses los dieron vuelta y les hicieron conocer el purgatorio. Ese equipo con nombres de piratas y de curas de parroquias del barrio de Belgrano les hizo ver a los teutones que, pese al brillo de tácticas y primas, les pueden empatar en cada momento y, además, pegarles un susto. Los alemanes comenzaron como si ya fuesen campeones mundiales, con ese delantero que es el único con calidad de mundialista: Klose, que además metió el gol alemán. Pero, una vez metido el primer gol, el héroe del partido fue el arquero germano, Oliver Kahn, del Bayern Munich, quien sin lugar a dudas es el mejor arquero de todo el torneo. Los irlandeses hubieran podido ganar cinco a uno. Si no pudieron fue por el arquero alemán: un genio, tiene ojos hasta en la espalda y más abajo todavía.
Alemania había dejado la duda en el primer partido de que podía sospechárselo de campeonísimo. Pero, después de lo visto ayer, llegará no más allá de un quinto o un sexto puesto. El entrenador, Völler, será muy simpático, pero esta vez no le puso pimienta a la salchicha. Sólo Klose, en la delantera, y Kahn, en el arco. Pero así no se va a ninguna parte. El mariscal Jancker, brillante con su cráneo elaborado por Fidias, no se dio cuenta ni siquiera de que había comenzado el partido. Hamann, el armador del equipo que juega en el centro, hacía dos pasos atrás y dos pasos adelante, como si estuviese bailando una danza alemana, del siglo XVIII, mientras los piratas y curas in spe corrían como ratones de arriba abajo, de arco a arco.
Esta vez perdieron las cervecerías porque, con el 8 a 0 del martes pasado, las choperías estuvieron abiertas hasta la madrugada mientras que ayer todos los alemanes sin excepción se fueron a dormir después del gol irlandés, en el último minuto. Y el duelo en los dormitorios duró desde la siesta hasta el amanecer de las walkirias en el Rin, para las cuales esta vez no hubo ni flores, ni caramelos, ni canciones románticas. Uno a uno con Irlanda. Las farmacias tuvieron que atender toda la noche por el pedido traumático de antidepresivos.
Y eso que todo comenzó muy bien, porque ambos pueblos se tienen simpatía y cierta “hermandad”, porque los une un sentimiento que vamos a llamar “negativo” para no pasarnos a un lenguaje un tanto embarrado, hacia Gran Bretaña. Somos todos europeos, pero los ingleses son ante todo ingleses, ¿me entiende? Ya está todo dicho. Un vocablo que lo dice todo. Por eso, en el próximo encuentro de los argentinos contra los que se quedaron con el vuelto y con Malvinas, tanto los alemanes como los irlandeses estarán de nuevo unidos gritando: “¡Badisduda, Badisduda!”.
Con los alemanes, así no va. Con Camerún se verá quién es quién. En cambio, Irlanda, perderá o dará la gran sorpresa, pero es un equipo que juega, corre y salta los noventa minutos. Dan un espectáculo como para quererlos y desearles buen soplo en las velas, y que sigan desplegando en las canchas lo que aprendieron en los patios de las iglesias católicas. Especialmente saben pegar muy bien de puntín en los tobillos del contrincante, pegar codazos en zonas pudendas abultadas y sacarles las mangas a las camisetas. Cosa que los jugadores alemanes en el partido de ayer tomaban a mal y creían ser víctimas de ataques impúdicos poniendo caras de desesperados ante tanto desatino contra el honor nacional. A ver, señor entrenador alemán Völler: ¿por qué no se hace una gira por potreros y fábricas abandonadas del Gran Buenos Aires, el Gran Rosario o de Montevideo? Serían cursos rápidos y profundos. Pero, claro, para aprender, dejar por favor unos días de leer El imperativo categórico de Kant. Es como dicen algunos poetas, llegar a conocer la sal de la tierra. No le crea, por favor, al asno de Batlle.