› Por Juan Gelman
Parece evidente que a la Casa Blanca le va mal con los retornos que su política consigue. Invadió Irak para “llevar la democracia”, hubo elecciones, ganó la coalición de chiítas amigos de Irán y el grupo islámico de Moqtada al Sadr, el más radical, el que combatió a los ocupantes con armas en la mano, es el que obtuvo más bancas en el futuro parlamento. Esto suele llevar el nombre de tiro por la culata. El gobierno Bush acaba de sufrir otro en Palestina.
El movimiento Hamas, promotor de violentos atentados terroristas contra la población civil israelí, se alzó con más de la mitad del parlamento de la Autoridad Palestina: 74 diputados contra 45 de Al Fatah, la organización que Arafat fundó y dirigió largos años. El terremoto político creado es una pesadilla para EE.UU. y la Unión Europea. El pueblo palestino habló y no se crea que le resultó muy fácil: sólo un 6 por ciento del padrón de Jerusalén Este –el sector predominantemente árabe de la ciudad y bajo ocupación israelí–, es decir, 6300 palestinos de una población de casi 250.000, niños incluidos, pudo emitir su voto. No fue un ataque abstencionista.
Tel Aviv ha construido un muro de concreto de ocho metros de altura alrededor de sus asentamientos en Jerusalén Este, aislándolo de Ramalá y Belén, que alguna vez fueron suburbios de la ciudad. Los posibles votantes debían invertir un día entero en pasar al otro lado del muro y atravesar alambradas de púas y retenes con jóvenes israelíes armados hasta los dientes, un ámbito amenazador si se toma además en cuenta que muchos palestinos habían sido arrestados por pegar carteles o asistir a mitines electorales. Un 94 por ciento resolvió democráticamente no votar (The Guardian, 26-1-06).
El triunfo de Hamas repite, para Tel Aviv, la ironía que Washington padece en Irak. Ocurre que ese movimiento terrorista es prácticamente hijo de Israel, que lo alentó y lo financió directa o indirectamente durante años. “Los israelíes querían usar a Hamas como contrapeso de la Organización de Liberación de Palestina (OLP)”, declaró Tony Cordesman, especialista en Medio Oriente del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, al periodista Richard Sale (UPI, 18-6-02). “La asistencia de Israel a Hamas era un intento directo de dividir y diluir el apoyo a una OLP fuerte y laica oponiéndole una alternativa religiosa”, agrega Sale. Su colega Ray Hanania está de acuerdo: “Además de esperar que las masas palestinas se alejaran de Arafat y de la OLP, los dirigentes del Likud pensaban que podrían establecer una alianza viable con las fuerzas islamistas contrarias a Arafat que ampliaría el control israelí de los territorios (palestinos) ocupados” (Counterpunch, 18/19-1-03). Esa es la historia.
Hamas es un retoño de la Hermandad Musulmana fundada en Egipto en 1927. Permaneció latente hasta que Israel, al término de la Guerra de los 7 días de 1967, ocupó los territorios palestinos. La Hermandad organizó entonces una notable infraestructura social, religiosa, educativa y cultural destinada a socorrer a los refugiados palestinos confinados en los campos. Documentos que Richard Sale consultó en el Instituto Internacional de Políticas contra el Terrorismo de Israel muestran que en 1978 el entonces primer ministro israelí Menachem Begin inició, en el marco de las llamadas Ligas aldeanas y con líderes de la Hermandad, la captación de palestinos islámicos opuestos a la OLP, a los que pagaba un sueldo. La financiación provenía también de Estados árabes contrarios al laicismo de Arafat. De esas Ligas nació Hamas.
EE.UU. y la Unión Europea se niegan a tener relaciones con una Autoridad Palestina gobernada por Hamas, a menos que renuncie al terrorismo. También Israel, desde luego, aunque Menachem Begin fue cabeza de la organización clandestina Irgún –cuando el país era un protectorado del Reino Unido– y, entre otras cosas, planeó el atentado que cobró 91 vidas en julio de1946: la explosión de la bomba colocada en el lujoso Hotel King David de Jerusalén, sede del mando militar británico, mató a 28 oficiales y soldados ingleses, pero también a 41 civiles árabes, 17 judíos y cinco extranjeros. Como se aprecia, un daño colateral elevado.
El gobierno israelí debiera preguntarse por qué votó por Hamas el 60,3 por ciento de un electorado que muros y amenazas acotaron. ¿No será que el terrorismo de Estado crea apoyo popular a una resistencia terrorista? Hace 39 años que Tel Aviv ocupa los territorios palestinos y debería saberlo. Lo saben los “refuzniks”, esos veteranos de Israel que señalaron: “No seguiremos peleando más allá de los límites (existentes) en 1967 para dominar, expulsar, hambrear y humillar a un pueblo entero... Entendemos ahora que la práctica de la ocupación es una pérdida del carácter humano de las Fuerzas de Defensa de Israel y entraña la corrupción de la sociedad israelí entera” (www.seruv.org.il). Antes de ser israelíes, hubo judíos que le ponían bombas al ocupante británico. Ya lo dijo Aristóteles: saber es acordarse.
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