› Por Juan Gelman
En el de adelante, el público, el notorio, la Casa Blanca amenaza a Teherán con una guerra si no interrumpe su programa nuclear, presiona a las Naciones Unidas para que incremente las sanciones contra Irán, el Pentágono ha elaborado un plan que incluye el bombardeo con artefactos nucleares de unos 10.000 blancos predeterminados en territorio iraní y el Arab Times kuwaití insiste en que ese ataque se producirá antes de fin de abril. En el escenario de atrás, el oscuro, el encubierto, las acciones armadas contra Irán ya comenzaron: militares norteamericanos y británicos entrenan y proporcionan armamento y financiación a grupos separatistas alguna vez declarados oficialmente terroristas por el gobierno de EE.UU. Ya no.
Este método no es nuevo: tuvo éxito en Nicaragua y Afganistán. También en Yugoslavia, donde el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) no contaba con más de 300 miembros cuando el dúo Bush/Blair decidió utilizarlo para convertir a Kosovo en una provincia ingobernable. El ELK devino entonces un verdadero ejército que creó el caos y construyó el pretexto para que la OTAN bombardeara a Yugoslavia. Esta técnica de desestabilización de un país tiene sus ventajas: la mano de obra es extranjera, cuesta mucho menos que una guerra y –al menos al comienzo– pasa desapercibida ante la opinión pública local e internacional. Es decididamente cost-effective.
Del presupuesto secreto de la CIA sale la financiación de los grupos armados separatistas que operan en Irán. Fred Burton, un ex agente antiterrorista del Departamento de Estado, señaló que esos fondos se emplean para entrenarlos y abastecerlos a fin de “desestabilizar al régimen iraní” (Sunday Telegraph, 25-2-07). El más fuerte y conocido de esos grupos es el Mujahedin-e Khaiq (MEK), el mismo que durante años llevó a cabo atentados terroristas en Irán con el apoyo de Saddam Hussein, el mismo que fue incluido en la lista negra del Departamento de Estado en 1997 y desarmado en el 2003 luego de la invasión y ocupación de Irak. En el 2004, la CIA recomendó rearmar al MEK para que siguiera operando en territorio iraní (Il Giornale, 2-10-06). La recomendación fue aceptada por el entonces jefe del Pentágono Donald Rumsfeld y bajo la dirección del vice Dick Cheney el MEK fue rápidamente empleado en operaciones especiales en Irán. “Hacen lo que quieren, nadie los controla”, dijo uno de los agentes norteamericanos que manejan al grupo (www.rawstory.com, 13-4-06). Es confesión de parte.
El Partido por una Vida Libre en Kurdistán (PJAK) es otra organización que incursiona en Irán: según un consultor del Pentágono, es “entrenado y equipado por Israel” y los servicios de EE.UU. proporcionan “la lista de blancos en territorio iraní que interesan a EE.UU.” (The New Yorker, Seymour Hersh, 27-11-06). La Brigada de Dios (Jundallah), con base en Pakistán, es una organización terrorista sunnita “responsable de una serie de incursiones devastadoras en Irán (que) ha sido alentada y asesorada secretamente por agentes norteamericanos desde 2005”, señala un informe especial de ABC News (3-4-07). Jundallah cuenta con unos 700 efectivos que se ocupan de secuestrar y asesinar a soldados y oficiales iraníes; en febrero pasado se atribuyó el atentado que cobró la vida de 11 Guardianes de la Revolución que pasaban en un autobús por la ciudad iraní de Zahedan. Su financiación es canalizada por iraníes exiliados “que tienen conexiones con países europeos y (árabes) del Golfo”, según las fuentes consultadas por ABC News. No es todo.
Efectivos de las fuerzas especiales de EE.UU. operan directamente en Irán. Con la ayuda de esos grupos terroristas, recolectan inteligencia, plantan sensores nucleares y dispositivos electrónicos para marcar los blancos (www.globalresearch.ca, 23-3-07). “Pareciera que esto se está convirtiendo en un operativo encubierto en gran escala”, comentó un ex agente de la CIA, y no es para menos: funcionarios estadounidenses e israelíes han establecido compañías y empresas que sirven de fachada para administrar los fondos que sostienen esta operación (UPI, 26-1-05). Es otro de los rubros no declarados del ya enorme presupuesto de guerra de EE.UU.
La Casa Blanca decreta que hay terroristas malos y terroristas buenos y sirviéndose de los últimos expande el mal que declara combatir. Su interés en semejante empresa es explicable: engorda los pretextos para imponer su dominación al mundo. EE.UU. es hoy un Estado que promueve el terrorismo. En aplicación de la “doctrina” Bush, ¿se invadirá a sí mismo alguna vez?
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