Sáb 21.04.2007

CONTRATAPA

Cultura, educación y Aptra

› Por Sandra Russo

La Asociación de Periodistas de la Televisión y Radiodifusión Argentina (Aptra), que entrega anualmente los premios Martín Fierro, decidió este año eliminar la terna de programas educativos y culturales y abrir la terna de realities. La noticia, si bien es sorprendente, no sorprende. Vayamos a esa paradoja.

Es sorprendente porque delata una conciencia del área que esos periodistas cubren, o mejor: convierte las áreas que esos periodistas cubren en los rubros que ellos sostienen como los únicos a considerar; avalan con esa decisión un uso del soporte televisivo exclusivamente mercantilista, al servicio por un lado del puro entretenimiento, y por el otro ponen la cabeza para que se las acaricie el amo.

Y la noticia no sorprende porque Aptra es probablemente la asociación argentina más desinteresada en su propio prestigio, lo cual es raro, tratándose de una entidad integrada por periodistas, personas naturalmente narcisistas que, se presume, alguna vez en sus vidas deben haber estado interesadas en la cultura y la educación. Al menos, es de esperar, en la propia.

De acuerdo con las ternas 07, por ejemplo, un programa como el de Adrián Paenza, Científicos, no merece el trabajo de evaluarlo ni de considerarlo. Una personalidad mediática como hay pocas, la de Paenza, que ha logrado mantenerse en la lista de best-sellers con un libro de divulgación científica, y que lleva adelante desde hace ya años un programa premiado internacionalmente, en el que la ciencia de pronto y para muchos (bueeeno, no tantos como los que disfrutan a Nina Peloso en su bizarra versión sexy) fue el motivo de una revelación, un aprendizaje, una breve e inexplicable iluminación, no existe en la televisión argentina, según los periodistas de la televisión argentina.

El rubro “cultural-educativo”, hay que admitirlo, nunca fue uno de los platos fuertes de ninguna entrega del Martín Fierro. Hubo y hay, admitámoslo también, muchos plomazos con pretensiones culturales y educativas. Me pregunto, sin embargo, cómo catalogarán los periodistas de Aptra un programa como Algo habrán hecho, de Mario Pergolini y Felipe Pigna: ¿de Interés General? Podría ser. Pero si yo fuera Mario Pergolini o Felipe Pigna, lo que me gustaría es que todo mi enorme esfuerzo de producción e inversión merezca la denominación de “cultural” o “educativo”. Y sin ser ellos, sino una simple espectadora, también. ¿Para qué? Para que cultura y educación tengan inclusión en la televisión de mi país. Para que cultura y educación no sean palabras tachadas de la lista de posibilidades que tiene para ofrecerle al público la televisión argentina. Y para que cultura y educación dejen de ser patrimonio de disciplinas con enormes dificultades para llegar a públicos masivos, o estampillas que se les ponen a programas con dos tipos hablando de algo que no se entiende. Como simple espectadora, pero también como periodista, claro, me gustaría que la cultura y la educación se desmarquen de esa enorme, vil trampa que le tiende cierto tipo de sentido común, al que abona y riega Aptra con esta decisión: la cultura y la educación cargan con su cruz de extranjeros en el medio de comunicación más poderoso, pero también son extranjeros en la vida de millones de personas que miran televisión. Los argentinos no somos solamente los que escribimos en los diarios o los que votan en Aptra, los que hacemos un programa de televisión cultural o los que creen por un instante que son importantes porque Susana Giménez los saluda en un restaurante. Los argentinos somos también los que no leen, los que no saben escribir, los que no piensan, los que están detenidos en una ignorancia que los postra como sujetos históricos.

La televisión, ¿qué posición política toma sobre ese tema? ¿La responsabilidad social es solamente una obligación del Estado? Si insistimos, en otros planos, en separar Estado y Gobierno, y lo hacemos con el argumento sólido de que el Estado nos involucra a todos, sectores como los de la televisión, ¿no deberían asumir y ser consecuentes con la responsabilidad social que les cabe?

Y Aptra, ¿dónde se anota con una decisión como ésta? Hablemos claro. Aptra no cree que le cabe una responsabilidad social ante esos millones de ciudadanos y ciudadanas que necesitan cultura y educación para ser libres. De la pobreza, de la brutalidad y de la sumisión. A Aptra eso no le compete. Aptra se declara incompetente. Y lo es, en los dos sentidos de la palabra.

Gran parte de los periodistas que integran Aptra forman parte de un sector del periodismo, a mi entender, demasiado divorciado del resto del gremio. Las petulancias intelectuales de otros sectores de periodistas pueden haber contribuido. Pero lentamente, y sin más explicaciones que las que cada tanto hablan de lo que en cristiano es lisa y llana corrupción, los periodistas de Aptra comenzaron, a su manera, a formar parte del espectáculo. Cuando forma y fondo se confunden, es difícil formar un criterio. ¿Y qué queda de un periodista sin un criterio, sin un punto de vista? ¿Y qué queda de un periodista cuando el criterio que aplica no está sostenido por su honestidad intelectual sino por otros intereses? Pasa lo que le pasa a Aptra. Una Asociación que parece dispuesta a rallarse ella misma hasta que no quede ya nada por rallar.

Hace poco mataron a un maestro. Un buen hombre. Un hombre que amaba su trabajo, porque creía que la educación le devuelve a la gente su identidad. Eso es la educación en un país civilizado: es la sangre, el aire, la consistencia. Es una causa. Probablemente, la más sensata de todas las que se nos puedan ocurrir.

Es tristísimo que Aptra no la comparta.

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