› Por Osvaldo Bayer
Somos todos idiotas útiles. Cada vez más. ¿Tiene usted alguna duda? Leamos las últimas estadísticas de la compra de armas en el mundo. Es algo para no creer. China gastó en 2006 más de tres mil millones de dólares en comprar armas (exactamente 3261 millones), después le siguen los Emiratos Arabes con 2439 millones de dólares. En tercer lugar, es de no creer, la India (plena de problemas con las catástrofes de los tifones que le destruyen pueblos enteros), con 1672 millones. En cuarto lugar, esto sí que no se puede creer, Grecia, sí, el pequeño país aquel de Sócrates y Platón, en vez de editar libros (por supuesto no de Sócrates, aunque Menem sostuvo haber leído un libro de él pero sí de Platón y de todos sus pensadores y regalarlos al mundo entero). ¡Cómo amaríamos a Grecia, si hiciera eso! No, al contrario, compra armas. En lugar del diálogo socrático, tanques, ametralladoras, bombas, bombas. ¿Quién ocupa el sexto lugar en la importación de armas? En esto sí que la realidad supera a toda fantasía humana. Chile: con más de mil millones de dólares (1125 millones). Pero no el Chile de Pinochet sino el Chile de la señora Bachelet y el señor Lagos, socialistas los dos. Pero cómo, ¿no creímos siempre que la mujer es pacifista por naturaleza porque es la que trae la vida? ¿Bachelet es una Thatcher cualquiera? Chile importa más armas que Israel. Sí, sí (este país ocupa el lugar siguiente, con 994 millones) y que el mismísimo Irán (con 891 millones) y casi el doble que Alemania (con 529 millones), que ocupa el lugar decimocuarto en la lista de Sipri.
Un poeta se diría: ¿por qué los países que han tenido tantos muertos en guerras absolutamente estúpidas no gastan ese dinero en llevarles flores a las tumbas de tantos millones de jóvenes, sus jóvenes, recién nacidos a la vida, caídos en las contiendas en bestiales guerras?
Estas estadísticas se publicaron cuando se dieron a conocer los planes de Bush de armar a los países árabes amigos de él en el Cercano y Medio Oriente y a Israel, por un valor de 63 mil millones de dólares, como advertencia a Irán.
Entre las armas que se exportarán, en primer lugar figuran las bombas de precisión para Arabia Saudita y los otros países del Golfo. Bombas de precisión. No alimentos para el hambre de los niños en el mundo, ni para techos a la gente sin vivienda. No, bombas de precisión. Y el mundo –nosotros– lo aceptamos. Lo leemos en el diario y después votamos a los Bush, a las Bachelet, a más policía, más armas, más “seguridad”. Más seguridad para matar, que no es otra cosa que la palabra autorización para matar.
Todo es negocio. No importa el futuro de las próximas generaciones. Es inexplicable el negocio de la central atómica que el presidente francés Sarkozy acaba de resolver con la Libia de Kadafi. Para los pacifistas y los ecologistas europeos representa una verdadera cachetada. En Europa la crítica a Sarkozy fue muy profunda. ¿Para qué existe Europa si el jefe francés hace lo que quiere sin consultar? No, lo único importante es que sea un muy buen negocio económico. Nada más que económico. La moral, olvidémosla.
La sangre que destilan los medios de comunicación del mundo, todos los días, parece ya un estado natural de la humanidad. Sin ninguna duda la bendición de Ratzinger, el Papa, a la energía atómica para uso pacífico, no llegó en buen momento. Si bien subrayó que está por el desarme nuclear, no era la circunstancia justa para dar esa bendición. ¿O estaba mal informado? El debe saber muy bien que se puede prometer mucho, pero luego viene la sorpresa. Las plegarias y las palabras han demostrado en la historia del mundo que no sirven para nada, ni siquiera a veces, los pactos. En cambio sí la participación, la acción. Y se empieza hasta en los hechos aparentemente pequeños. Lo demostraron los pobladores de Leutschat, aldea del Tirol austríaco. Que al saber que el párroco de la iglesia del pueblo había renunciado porque el obispo se había enterado de que era padre de un niño de tres años, salieron a la calle con carteles exigiendo que se quedara, justamente porque además de ser cura era padre, y esto último es también un título. Ratzinger tendría que aprender de esto y terminar con teorías de virginidades absurdas que conllevan sí a tener miedo o despreciar lo natural de la vida. Y aquí se da otro ejemplo, en esta Renania alemana en la que me encuentro actualmente, zona tan católica como Baviera. El obispado ha dado a conocer con preocupación un estudio que calcula que dentro de una década el número de sacerdotes va a disminuir en un tercio. Para lo cual ha presentado un plan de “racionalización” de los servicios en las parroquias. Así se disminuiría el número de misas y también se concentrarían en una iglesia de cada tres aldeas. Porque no sólo disminuye el número de frailes sino también, y cada vez más, el de feligreses. Es que ya no alcanza con rezar o ir a misa. Los curas del Tercer Mundo no se equivocaron cuando eligieron como vocación el buscar la justicia en la tierra y no pedírsela a Dios los domingos a la mañana.
Pero esto no hay que limitarlo a la religión. Porque a la democracia hay que aprenderla también y todo ciudadano tiene el deber de lograr cada vez más democracia. Y vayamos a los argentinos. En estos días tenemos tres temas para opinar, amén, por supuesto de las carencias que soportamos como sociedad, según las estadísticas. Tres temas que hacen a la ética y al diario vivir. Dos de ellos se refieren a la vida y organización de los trabajadores. El restante, a nuestros medios de comunicación.
El primero tiene el nombre de Hotel Bauen. En pocas palabras: la empresa cerró el hotel hace tres años dejando en la calle a todos los trabajadores. Estos reaccionaron tomando el hotel, haciéndole todas las reparaciones necesarias porque había sido abandonado en forma lamentable. Formaron entre todos una cooperativa, que lo puso en marcha. El hotel es un ejemplo para la sociedad toda: no sólo atiende el servicio de hotelería sino que también en sus salones se realizan conferencias, seminarios, actos artísticos. Bien, después de dos años de haberlo puesto en marcha y habiendo tomado además a otros 150 trabajadores, la Justicia –por orden de la jueza Paula Hualde– ordena que los trabajadores desalojen el hotel en treinta días y que vuelva a su antiguo dueño. Los trabajadores cooperativistas habían propuesto que el Estado expropie el hotel que luego ellos iban a pagarlo en cuotas. Pero ahora la jueza Paula Hualde ha dicho: se acabó. No se ha tenido en cuenta que una cooperativa es lo más democrático y justo que puede concebirse y que, además, el llamado propietario no cumplió ni con el préstamo que llamativamente le concedió la dictadura militar sino que lo vendió a otro que tampoco cumplió con las condiciones. El 23 próximo se realizaría el desalojo. Bien, ese día todo aquel que se llame justo y democrático tiene que ir al Bauen de calle Callao y realizar una protesta para convencer a los responsables de que, ante todo, hay que defender el derecho al trabajo y a mantener las familias respectivas. El otro caso es similar: Zanon, la fábrica de cerámicas neuquina. También en cooperativa luego de que los dueños cerraron todo y se fueron sin pagar los jornales. La levantaron los obreros, formaron una cooperativa ejemplar, tomaron a decenas de desocupados, todos ganan el mismo sueldo, y han pedido la expropiación. La Justicia les ha dado tres años de plazo, pero ahora una empresa italiana (a la manera de Benetton) pide que se reduzca ese plazo. Veremos qué dice la Justicia. Si tienen razón los de afuera, o los que dan pan a sus hijos aquí, en este suelo. Claro que en Neuquén está nada menos que Sobisch, sí, el mismo, el represor de maestros. Sí, Fuentealba. Zanon tiene que ser un ejemplo y permanecer en manos de quienes la levantaron de la nada.
El tercer caso es el de Mate amargo, lindo título. Una cooperativa que además de audiciones radiales ha realizado una extensa labor cultural desde su sede en Gascón 104, de propiedad del gobierno porteño. Son ya dieciséis años de comunicación y educación popular que se llevan a cabo allí. Yo he participado en ellas y soy testigo de la amplitud democrática de esos actos. Tuve el gusto una vez de compartir ese acto público y radial con el cantor uruguayo Daniel Viglietti, un verdadero cantor del pueblo. Pues bien, hace un año que se presentó a la Legislatura el proyecto para obtener el comodato de esa sede. El proyecto se acompañó con miles de firmas de oyentes, de gente de la cultura, el espectáculo, el periodismo. Hasta ahora la Legislatura no respondió. Y funcionarios dijeron que el inmueble debe servir para la cultura oficial. La única respuesta que cabe: sepan los legisladores y funcionarios brindar también espacio a las agrupaciones populares que surgen por sí mismas y no siempre que todo deba partir de lo oficial. Es la mejor forma de esparcir cultura, dar oportunidad a lo espontáneo, más cuando tiene tanto eco como Mate amargo.
Esperemos y luchemos para que estos tres casos de democracia de base triunfen. Sería un voto a la verdadera democracia. La comunidad como protagonista.
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