› Por Enrique Medina
Convencido de su verdad, el Tipo arremete contra Dios con todo el rosario de insultos aprendidos desde la infancia más marginal. El nexo es la Compu. Compu que hasta hace unos días era un balazo y ahora es un festival de pésimas y espeluznantes sorpresas. Sorpresa como el pito que suena inesperadamente, pito-alarma-ambulancia. Algo inusual y que el Tipo jamás en su vida de usuario había experimentado con tanto espanto. Recuerda el Tipo que el mismo sudor sufría cuando se colaba en el colectivo y justo llegaba el inspector con la maquinita de agujerear boletos legales. Y no es vana ni extrapolar la relación. No es vana porque hay un común denominador que enlaza la circunstancia: lo ilegal. Lo sabe el Tipo y por eso le retruca a Dios, porque éste no entiende que ciertos requisitos son puramente formales, como este programa insertado en la Compu, que nunca puede actualizarse. Buen argentino, al Tipo no le sería complicado explicar o exponer la filosofía del “derecho-social-adquirido-para-territorios-en-desarrollo”, pero por mejor que lo hiciera sabe que el Sumo Hacedor no lo aceptaría.
Aparece San Pedro y le impone a Dios requerimientos más urgentes: la baja del precio del petróleo, la escasez del agua, los incendios naturales, la tercera guerra mundial. Y Dios le dice que sí, pero con reticencia, que ya va, pero no, se queda mirando al Tipo que aprovecha los segundos de vida natural de la Compu para escribir el texto que con suma urgencia debe ofrecer para ganarse el pan. Y la Compu (seguramente para quedar bien con Dios) se vuelve a detener y vuelve a reiniciarse. Y así está el Tipo desde hace días luchando. Lejos de la desidia y nada desaprensivo, al contrario: ha llevado la Compu a reparación, ha quitado el Vista que tanto lo ha abrumado con mil problemas, y ha reinstalado el XP pero sin mucha suerte ya que el misterioso defecto que apaga y reinicia la Compu de manera indiscriminada ha sido tomado en cuenta por varios service que han cobrado lo suyo sin detectar el origen del error. Y por eso el Tipo putea y reputea a todo ser viviente y al mismísimo Dios que lo está mirando con ceño adusto y ahora extiende su índice de Michelángelo obligando a la Compu a ponerse en negro y volver a pitar-alarma-ambulancia. El Tipo se serena, no es boludo, sabe que Dios lo está controlando. Y aunque este jueguito esté justificado por la desprolijidad del Tipo, a éste no deja de darle en las bolas la perversidad impuesta por el Mandamás. Le da bronca que Dios no tenga en cuenta la configuración global del Tipo, que cada tanto da propinas, que respeta a los demás y que se ha mantenido por años hincha de un cuadrito de fútbol de mala muerte, en fin... Así que se calma, respira hondo, cuenta hasta diez, espera que la Compu termine el reinicio y abre rápido la página y sigue escribiendo y guardando, segundo a segundo. Así avanza, renglón a renglón; y guarda y guarda por si se corta la buena racha que sólo dura lo que una ilusión ambiciosa. Le han dicho que el equipo estaba sucio, lo limpiaron y pagó, le han dicho que el ventilador, que esto, que lo otro, nadie dio pie con bola, y encima de la impericia de los service ignorantes ahora debe, el Tipo, aguantar que el mismísimo Dios le haya echado el ojo. Y esto lo escribe, y guarda rápido para que quede constancia de su tenacidad y de la lucha desigual. De suerte, San Pedro reaparece y le dice a Dios que hay cosas importantes, gente importante esperando. Dios dice que sí, que ya va, pero antes apunta con el índice sixtino y la Compu vuelve a pitar-y-repitar como cuando San Pedro le pisó el dedo gordo a Dios y éste lo puteó y reputeó como lo hace el Tipo ahora que, rápido como el miedo injusto, pone papel para imprimir el texto así, apenas se reinicie la Compu, salva el trabajo; aprovechando que San Pedro se lo lleva de un brazo a Dios quien, humano al fin, no deja de apretar las cejas ni de mirar por sobre su hombro al pobre Tipo frente a la Compu.
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