CULTURA
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El romance del director y la joven redactora
El escritor y periodista argentino Tomás Eloy Martínez ganó ayer el premio Alfaguara 2002, dotado de 175 mil dolares, por su novela inédita “El vuelo de la reina”. Lo agradeció desde Estados Unidos.
› Por Verónica Abdala
Uno de los más agudos ensayistas estadounidenses contemporáneos, Hayden White, asegura que lo único que en realidad el ser humano comprende cabalmente, y lo que consigue preservar en su memoria, son los relatos. Acaso por eso, porque comparte esa visión que a menudo cita, Tomás Eloy Martínez no se cansa de repetir en clases y conferencias a alumnos y lectores que el futuro del periodismo gráfico reside en su capacidad de recuperar las historias. Y que la literatura no está tan alejada de aquel, ni lo estuvo nunca. “Todos, absolutamente todos los grandes escritores latinoamericanos, han sido alguna vez periodistas, que además no han considerado este oficio como un oficio menor, sino todo lo contrario”, explica cuando puede, y se llena la boca de nombres: Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Carlos Onetti, Mario Vargas Llosa, Pablo Neruda, Octavio Paz, Julio Cortázar, Carlos Fuentes. “Los maestros de la literatura latinoamericana se comprometieron cuanto pudieron con su trabajo, tanto cuando daban forma a libros decisivos como cuando les tocaba escribir una nota. Y en ambos casos utilizaron el lenguaje como única herramienta. Lo que, combinado con su gracia y su inteligencia narrativa, garantizó su éxito”, piensa.
Eso mismo, por estas horas, podría aplicarse a su caso. Maestro de periodistas y escritor ya consagrado, Eloy Martínez resultó ganador del Premio Alfaguara de Novela 2002 por decisión de un jurado de lujo, presidido por el español Jorge Semprún, que la eligió por unanimidad entre 433 novelas presentadas. Autor de Lugar común la muerte, La novela de Perón, La pasión según Trelew y Santa Evita, entre otras obras en que los hechos históricos son narrados con máxima eficacia, y en algunos casos se metamorfosean en historias de ficción, Martínez dedicó su vida a ambas profesiones, aunque no experimentó por ello contradicción alguna. Acaso porque siempre tuvo clara la diferencia entre una y otra ocupación: “La ética del periodista debe ser incorruptible”, escribió. “La del escritor en cambio, como se encargó de definir William Faulkner, completamente amoral: Si un artista debe robarle a su madre para concretar su obra, no debe dudar en hacerlo sin dudar”.
Tratándose de él, no resulta tan extraño que el protagonista de El vuelo de la reina, la novela (que presentó con el seudónimo de J. S. Carmona y bajo el título La mujer de la vida) sea un poderoso e influyente periodista llamado Camargo, que dirige un diario. La ficción, que se centra en la relación que este hombre, de sesenta años, mantiene con una redactora de treinta especializada en temas políticos, avanza con la realidad argentina contemporánea como telón de fondo, en un juego en el que la realidad y la invención se persiguen y entrecruzan sin tregua. Por sobre las virtudes del libro, el jurado integrado por Carlos Monsiváis, Rosa Regás, Nélida Piñón, Agustín Díaz Yánes, Rosario Ferré y Juan González, director general de Ediciones Santillana, reunido en la Casa de las Américas de Madrid, destacó, además de la agilidad de la prosa y la intriga que en ningún momento descuida la trama, “el retrato implacable que compone de un país que es víctima de un ejercicio de ambición y corrupción que no encuentra límites. Un poder que se ha servido siempre de su capacidad para manipular a un pueblo ávido de leyendas e imágenes impactantes”. Como en un juego de espejos, la novela alterna dos períodos temporales, que mantienen en vilo al lector hasta que finalmente la relación entre los acontecimientos aparentemente inconexos queda resuelta, y se revela la verdadera identidad de los personajes.
El escritor, que recibirá como premio 175 mil dólares y una escultura de Martín Chirino, fue contactado por teléfono inmediatamente después de que se conoció el nombre del ganador. Por ese medio agradeció los cumplidos desde su casa de Nueva Jersey –actualmente dirige el Programa de Estudios Latinoamericanos de la Rutgers University de esa ciudad– y celebró el hecho de que “los dos o tres lectores en quienes pensé mientras escribíael libro se convertirán ahora el cuatrocientos millones”, en alusión a los 18 países en que opera la casa editorial. “Creo además que este premio es de algún modo extensible a los escritores de mi país, que trabajan en muchos casos en condiciones muy desfavorables. Espero que este sea un nuevo punto de encuentro con los lectores”, dijo. Decenas de periodistas y escritores latinoamericanos pertenecientes a los distintos países en que opera Alfaguara seguían sus palabras por el sistema de teleconferencia. Muchos de ellos sentían que se había hecho justicia con alguien que conoce el modo en que se construyen las historias difíciles de olvidar, porque cuentan verdades.
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