CULTURA
› LA AGRUPACION DE TITERES LIBERTABLAS CUMPLE 25 AÑOS EN LA ESCENA
“Antes, este arte era algo marginal”
El grupo de titiriteros dirigido por Luis Rivera López festejará mañana sus bodas de plata con un doble programa en el Cervantes.
› Por Silvina Friera
Irreverentes o tiernos, gigantescos o en miniaturas, de guante o de varillas, los títeres arrojan al espectador hacia zonas imprevisibles en donde la emoción y la risa se funden y confunden. Durante la última dictadura militar, titiriteros del teatro San Martín –Luis Rivera López, Sergio Rower, Mónica Felippa y Noemí Rodríguez–, empezaron a investigar las posibilidades de relacionar el lenguaje de los muñecos con los códigos de la actuación. El resultado de estas inquietudes, que se iniciaron en 1978, se plasmó en la puesta de La canción de Roldán, basada en el anónimo medieval francés. “Hacíamos trabajos más osados porque no utilizábamos al títere como objeto en el sentido clásico sino como intermediario entre intérprete y público”, recuerda Luis Rivera López en la entrevista con Página/12. Los integrantes no se llamaban todavía Libertablas, ni pensaban obras destinadas al público infantil, pero se desplazaban desfachatadamente por todos los espacios que estuvieran dispuestos a recibir a esos pequeños espectáculos que diseñaban. En 1984 decidieron que había llegado la hora de bautizarse por partida doble: eligieron un nombre, Libertablas, y estrenaron el primer espectáculo, La tremebunda tragedia de Macbeth, una adaptación de la pieza de William Shakespeare.
Pasaron 25 años de aquellas experimentaciones iniciales y muchas puestas (Historias de títeres, Sueño de una noche de verano, La tragicomedia de Don Cristóbal y doña Rosita y La guerra de los yacarés, entre otras) fueron fogueando y consolidando al grupo, que ahora cuenta con un departamento de producción y dirección, un taller de realización y diseño de muñecos, efectos especiales y escenografías y un puñado de actores–titiriteros. No es frecuente la permanencia de la actividad grupal titiritera en un medio azaroso, que expulsa más de lo que contiene e integra. Para poder vivir de la profesión se requieren dosis de esmero, convencimiento, paciencia, oportunidad y un aceitado entrenamiento en el arte de esquivar los avatares económicos, los prejuicios y la ignorancia de quienes desmerecen los espectáculos con muñecos porque dicen que constituyen un arte menor. La celebración de los 25 años de Libertablas se realizará mañana en la sala María Guerrero del Cervantes (Libertad 815) con dos funciones especiales: a las 15 se presenta Leyenda, de Rivera López, con dirección de Gustavo Manzanal y a las 17 Quijote, una versión libre de la novela de Miguel de Cervantes Saavedra estrenada esta temporada, también realizada y dirigida por Rivera López. “El público nos aplaude no sólo porque le gusta nuestras propuestas sino por la imagen que entregamos, por la forma de trabajar mancomunadamente, por cómo nos complementamos en el escenario”, sostiene el director.
“Ariel Bufano abrió un camino por el que empezamos a transitar muchos de los que nos formamos con él. Su empeño por profesionalizar el arte les abrió las cabezas a los espectadores y a muchos otros artistas que comenzaron a mirar a los muñecos de otra manera. Fue el primer paso indispensable hacia la aceptación del títere”, explica Rivera López. “Nuestra estética se ha transformado de la ‘marginalidad’ de nuestro origen hacia una concepción más masiva, que no es lo mismo que ser comercial. No hacemos culto de lo marginal sino que nos encanta coquetear con la masividad, con todos los riesgos que implica, como ser menos personales, pero con la satisfacción de que conseguimos una comunicación profunda en el momento escénico”, subraya Rivera López, que adaptó grandes clásicos de la literatura universal para teatro de títeres como Romeo y Julieta, Las mil y una noches, La vida es sueño, Pinocho y Gulliver, entre otros. Aunque resulta difícil medir cuántos espectadores convocaron en más de dos décadas, Rivera López estima que ya superaron el millón. El festejo de los25 años, con doble función, cierra la temporada de Libertablas en el Cervantes, iniciada en junio con Quijote.
“Cuando arrancamos, el arte titiritero era marginal porque estaba fuera de la realidad artística de ese momento. Y quienes trabajábamos con los muñecos éramos tildados de locos, como Quijote”, explica el director. Hace tiempo que Libertablas se burla de esa asociación inmediata que se establecía entre la marginalidad o la locura y el títere. Después de 25 años, los miembros de Libertablas están “sanos” e “integrados” a la causa titiritera.