Mar 01.06.2004

CULTURA

“Un centro de debate nacional”

El sociólogo Horacio González será vicedirector de la Biblioteca.Dice que debe ser “un lugar de fuerte convocatoria para intelectuales e investigadores”. Y que el Presidente pidió para el organismo un “mayor esfuerzo de imaginación”.

Por K. M.

Horacio González dice que puso algunas condiciones antes de aceptar su designación como vicedirector de la Biblioteca Nacional. Primero, no descuidar su tarea académica en distintas universidades del país. Segundo, seguir manteniendo sus reuniones filosofales de los martes en el bar Británico, cerca de donde vive en San Telmo, un espacio sagrado para alguien acostumbrado como él a llevar vida de bar. Ya más serio, confiesa que sabe que muchos de sus amigos van a estar en desacuerdo con su aceptación, y que no van a ser precisamente blandos con él. “Es que son unos viejos ogros, igual que yo”, dice con media sonrisa. En realidad, no tuvo mucho tiempo para pensarlo. El Presidente le ofreció el cargo ayer por la tarde, y a las pocas horas estaba reunido con él en Casa de Gobierno. “Algunas de sus preguntas me las estoy formulando por primera vez. Para mí fue un atrevimiento aceptar, y espero poder llevar adelante la tarea con atrevimiento”, dice en diálogo con Página/12.
–¿Por qué aceptó el cargo?
–Bueno, fue un pedido de Kirchner, y no pude negarme a un pedido del Presidente. Me pareció interesante contribuir desde este lugar en un momento en que hay una gran discusión sobre el destino del país. La Biblioteca ocupa un lugar fundamental como hilo conductor de la cultura argentina, y es necesario volver a poner de relevancia su lugar.
–¿Cuál cree que debe ser específicamente ese lugar?
–Debe ser un centro de debate nacional, un lugar de fuerte convocatoria para intelectuales e investigadores, y un espacio de articulación de debate entre todos los sectores de la cultura. Y éste es uno de los yacimientos bibliográficos más importantes de América latina, y como tal debe tener una importante función de custodia de este patrimonio.
–Suele decirse que cuando un intelectual crítico acepta un cargo de funcionario corre el riesgo de dejar de ser crítico. ¿Esto le pesa?
–Es un riesgo, sí. Pero vengo de una charla con Kirchner en la que esbozamos opiniones sobre el mundo cultural y no le dije que tenía razón en todo. Y en medio del debate con los bonistas vi a un presidente que dedicó un buen tiempo a escucharme hablar de Paul Groussac, y que parecía interesado, eso me entusiasmó. Además, en esa breve charla empleé unas veinte veces la palabra “debate”, y él cerró diciendo que hace falta un mayor esfuerzo de imaginación. Me pareció alentador.
–¿Cómo le cayeron las declaraciones de Di Tella sobre el lugar secundario que debería ocupar la cultura en la Argentina?
–Creo que Torcuato plantea temas interesantes, pero tiene que encontrar un lenguaje más apacible para decir las cosas. Me parece interesante su idea de ligar la cultura a la vida productiva, él insiste en eso. Pero al mismo tiempo su estilo es remotamente hijo de cierto dandismo y de cierto señoritismo. Yo amigablemente le pediría que haga una cierta reelaboración de ese estilo.
–¿El problema es de estilo?
–Como buena parte los asuntos políticos. Pero a su favor debo decir que su estilo admite una discusión sobre su estilo. Y para alguien que pasa de la situación de tranquilo profesor a la de vicedirector de la Biblioteca Nacional, que esta sea la primera pregunta que le hacen habla del problema al que se enfrenta. Así que aquí estoy, aceptando problemas (risas).

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