CULTURA
› OPINION
Seis claves para una Cultura en crisis
› Por Mempo Giardinelli
Después de las provocativas, infortunadas declaraciones de Torcuato Di Tella sobre la importancia de la Cultura para el Gobierno y para él; y después del torpe levantamiento de los programas de Mucci y de Quiroga en el Canal 7, y la posterior y saludable disculpa del Gobierno, a mi juicio quedan claras varias cosas:
1) La Argentina no tiene ni tuvo jamás una política de Estado de Cultura y ésa es la madre de esta crisis, que entonces y por eso mismo debiera verse como una extraordinaria oportunidad.
2) Es urgente abrir un debate sincero y audaz para definir qué entendemos los argentinos por Cultura, qué Cultura queremos y cómo la vamos a implementar en todos los órdenes de la vida nacional para ser coherentes en el plano interno y en las relaciones exteriores, en la Capital Federal y en todas las provincias y municipios. Dicha coherencia logrará de una buena vez que, por ejemplo, la concepción de política cultural de cualquier intendencia o gobernación, o de cualquier ministro o secretario (nacional o provincial, y sea de Cultura o Economía, Salud o Educación, Turismo o Deportes o lo que fuese) no dependa de la buena voluntad o limitación intelectual del funcionario sino que sus declaraciones y acciones se enmarquen en una política cultural del Estado argentino.
3) Es necesario, para ello, replantear la existencia y funcionamiento de la Secretaría de Cultura, porque quizás ya es hora de reconvertirla en un ministerio pequeño, ágil y eficiente, capaz de producir ideas y de conducir aquel debate, dando autonomía de gestión a la desmesurada cantidad de entidades, organismos, institutos, elencos y programas que hoy sobrecarga a la SC. Esto permitiría, además, que la Biblioteca Nacional, el Fondo Nacional de las Artes, el sistema de Museos y el sistema de Institutos y programas artísticos tengan capacidad de gestión y decisión autónoma, todo lo cual sería coordinado y cohesionado políticamente por el nuevo Ministerio de Cultura.
4) Se equivocaría el presidente Kirchner si resuelve esta crisis como acaso le aconsejen desde el gabinete y la política. No se trata de cambiar nombres ni es la gestión de Torcuato Di Tella el problema. No son soluciones rápidas las que resolverán la cuestión, que es esencial para el destino de la Argentina (y ésta sería la primera cosa que deberían entender todos los dirigentes políticos). Porque, digámoslo, lo más probable es que ni Kirchner ni su entorno sepan qué hacer con esa papa caliente que es para ellos la Cultura. Y ello se deberá a que jamás la dirigencia argentina (y no sólo la política) entendió cabalmente el rol de la Cultura, de la intelectualidad y de la creación artística. Es hora, entonces, de ayudarlos, y lo primero es decirles que no tomen decisiones apresuradas en esta materia.
5) Esto serviría, además, para terminar con el manoseo de nombres y la profusión de chismes. Sin dudas, personalidades como José Nun, Beatriz Sarlo, Patricio Lóizaga, Alejandro Katz, y algunos más, prestigiarían la función y generarían nuevas esperanzas, pero, insisto, el problema no es de personas. De igual modo, son preocupantes los rumores que circulan acerca de posibles fusiones de la SC con la Secretaría de Medios, que sería la supuesta ambición de algunos funcionarios, entre los que se menciona a Enrique Albistur. Tampoco va por ahí la solución.
6) Lo que habrá que hacer en algún momento es decretar la intervención por seis meses de la SC y de todos los organismos que de ella dependen, porque más temprano que tarde será evidente que la Cultura es el otro PAMI de la Argentina (claro que sin ser “caja” de la política). Esa intervención tendría por misión jerarquizar la SC reconvirtiéndola en ministerio, realizando la necesaria reestructuración total de los organismos y sus funcionamientos, federalizando de una buena vez la Cultura, con funcionarios concursados y un sistema escalafonario basado exclusivamente en méritos periódicamente evaluados. Con consejos asesores honorarios, y una red de pequeñas oficinas en todas las provincias, sólo así se irá dando cohesión a una Cultura verdaderamente descentralizada y nacional, y se orientará el debate organizado y prolijo para lograr una consensuada política de Estado de Cultura, la cual sólo puede ser definida en la acción, o sea que su definición será su mismo proceso de búsqueda, debate y producción.
Estoy convencido de que todo esto se podría hacer con el mismo presupuesto y la mitad del personal actual. Es cuestión de decisión política. Habrá que ver si Kirchner la tiene en este terreno.