Mar 02.11.2004

CULTURA  › LILIANA BODOC, NUEVO FENOMENO EDITORIAL

“Lo mágico es aquello que todavía no podemos explicar”

La autora de La saga de los confines cuenta por qué la épica fantástica es un género en alza para muchos lectores.

› Por Silvina Friera

Ella intenta, como dice el poeta Juan Gelman, disparar contra la muerte, “aunque uno no dé en el blanco”. Pero la escritora Liliana Bodoc sabe que, con La saga de los confines, su disparo tuvo una enorme eficacia simbólica dentro del género de la épica fantástica: imaginó un mundo, con reminiscencias de las mitologías americanas, y puso en órbita una galería de personajes inolvidables, como Misáianes, el hijo de la muerte; la vieja Kush, Dulkancellin, un guerrero soberbio que se ha ganado el odio de muchos lectores; el jorobado Drimus o Molitzmós, entre otros. Ahora que acaba de aparecer el tercer volumen de la saga, Los días del fuego, la autora, que nació en Santa Fe pero que vive en Mendoza desde los cinco años, señala que todavía está sorprendida de que alguien se haya animado a publicarla. Cuando hace cuatro años se lanzó a Buenos Aires con varias copias de Los días del venado, el primer libro de la serie, para entregar a las editoriales, la escritora cargaba con la mochila del desconocimiento absoluto, sin cartas de recomendación literarias que le pudieran abrir alguna puerta. El que se atrevió a publicarla fue Antonio Santana, editor de literatura infantil y juvenil de Norma. Así nacía el fenómeno Bodoc.
El primer libro va por la novena edición; el segundo, Los días de la sombra, confirmó la solvencia narrativa de Bodoc, que cuenta “como quien sabe guardar un secreto”, según opina Pablo De Santis. La crítica no deja de elogiar la exquisitez de su escritura y ella lo agradece, pero no se marea por los comentarios. “Hago un trabajo importante para resguardarme, para no vivir detrás del éxito editorial o dependiendo de lo que digan los otros, porque me impediría disfrutar de mi vida y de mi escritura”, dice.
–¿Qué fue lo que tocó en los lectores con esta saga?
–Me parece que de pronto apareció un libro que iluminaba una zona que ha sido pocas veces iluminada en la literatura argentina, aunque no puedo dejar de mencionar Kalpa Imperial (de Angélica Gorodischer), una épica fantástica que además referencia la realidad actual.
–¿Siempre le interesó la épica fantástica a la hora de escribir?
–Sí, porque quería contar hechos colectivos, trabajar con una propuesta de grandes masas, procurando modificar una realidad, que eso es la épica. Pero, además, me importaban los ingredientes mágicos y fantásticos. De alguna manera había una conciencia de que iba a adscribirme a un género, con un mediano conocimiento teórico de lo que significaba por haber cursado la carrera de Letras.
–¿Cómo fue generando ese universo propio, más allá de la tradición que pudo tomar del género vía Tolkien?
–Trabajé intensamente con el imaginario y con un lenguaje del lugar que conozco, porque no podía apelar a otro que me fuera extraño. Me manejé con una serie de lecturas previas, que después tergiversé a la hora de hacer ficción, siguiendo el maravilloso consejo de Borges, que decía que malversar la realidad era la obligación de los escritores. Cada saga, incluso a veces cada capítulo, me obligaba a buscar específicamente algún dato de medicina, de chamanismo o de formas de comer y de bailar. Para Los días del fuego, como la problemática se trasladó a la resistencia en las Tierras Antiguas, me tuve que ir hacia la Edad Media para ver los modos de decir y de pensar de esa época.
–¿Por qué las sociedades actuales tienden a rechazar el pensamiento mágico?
–Por un prejuicio cientificista, eurocéntrico y decimonónico. Además hay una mala comprensión de lo mágico, que no es lo que no existe sino lo que todavía no podemos explicar, lo cual no es lo mismo. Por eso, el ámbito de lo mágico se va corriendo: un día no podíamos explicar la viruela y hoy sí, pero hay un montón de otras cuestiones o hechos para los cuales aún carecemos de interpretaciones. Me parece que pasa por una percepción temerosa de lo mágico.
–La ambigüedad que presentan los personajes, ¿fue un intento de humanizarlos?
–Sí, me interesó que la saga fuera creciendo en la ambigüedad con el planteo de la guerra, la vida interior de los personajes, sus relaciones y el entramado político, que termina resultando muy confuso y maquiavélico. Pretendo que la saga sea en algún punto un reflejo de lo que nos está pasando. En mi épica hay héroes y magos que trabajan, pero es una épica de personas comunes.
–¿El motor de su escritura fue la opción por los silenciados?
–Indudablemente. Creo que un escritor tiene, de alguna manera, un objetivo que después, afortunadamente, se pierde y se olvida en el camino, porque si no acabaríamos escribiendo un panfleto. Mi objetivo fue elaborar una épica fantástica que tuviera que ver con el pueblo, con hombres simples, pobres, en donde no hubiera alguien que únicamente lo detentara todo, por más bueno o sabio que fuera. Nunca en manos de uno, siempre en manos del grupo.
–¿Influyó en usted el momento histórico en el que se vive para proponer recuperar una épica colectiva?
–Sí, indudablemente. Asistimos a una exacerbación criminal del individualismo, que nos lleva a cosas tan dispares como la depresión, la anorexia o la estupidez. Quería proclamar lo colectivo como un destino, porque nadie se termina en su propia piel, porque se continúa en el otro. Si no fuera así, seríamos cucarachas.

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