“Y lo que menos comprendo es la explosión de felicidad que tuve cuando le clavé la primera flecha”, concluyó Alberto Laiseca, y luego dijo el título del cuento con el que mantuvo en tensión cautiva durante quince minutos al público, La ballesta, dijo, y se rió, y enseguida sobrevino el último aplauso del 2º Encuentro de Creadores Argentinos de Género Fantástico, ocurrido entre viernes, sábado y domingo en el Club del Progreso, organizado por la Fundación Ciudad de Arena. Al autor de Los Sorias, entonces, se le empezó a aplacar el tránsito de sangre por la vena zigzagueante de su sien izquierda, que había crecido a la par del relato, en el que un pibe cuenta cómo liquidó a su padre de cinco flechazos en la cabeza. “Está basado en un hecho que realmente ocurrió en España”, había anticipado Laiseca, que así sumó un ejemplo más de cómo lo real y lo ficticio se entreveran en la literatura, acaso el tema predominante a lo largo de una convocatoria que reunió a ciento sesenta participantes, entre quienes había notables y reconocidos escritores, muchos de ellos ya con una obra hecha, críticos, académicos, jóvenes narradores que recién ahora comienzan a publicar y lectores.
El encuentro fue abierto el viernes por la tarde con una charla entre la escritora Angélica Gorodischer y el público, siguió con un diálogo entre Marcelo Cohen y Guillermo Saavedra sobre lo fantástico en poesía y narrativa, prosiguió con una entrevista a Ana María Shua y culminó con la presentación del último libro de Carlos Gardini, Fábulas invernales. “Había ido a muchos encuentros de este tipo en Estados Unidos y en Europa, pero acá, nunca”, resaltó Gorodischer, que recibió un premio por su trayectoria; también fueron premiados Alejandro Alonso en la categoría “revelación literaria”, Elsa Drucaroff por su ensayo sobre Insomnio, de Marcelo Cohen, y la crítica entrerriana María Eugenia Faué por un ensayo sobre el vizconde Lascano Tegui.
Gabriel Guralnik, fundador de Ciudad de Arena y editor de la colección de libros sobre literatura fantástica y ciencia ficción que publica viernes por medio Página/12, resaltó el crecimiento del segundo encuentro con respecto al primero: de los seis expositores de 2003 saltó a los cincuenta de este año, con el agregado de talleres y la apertura desde la literatura hacia la historieta, el teatro, las artes plásticas y el cine. En todos los frentes hubo especialistas de trayectoria: Liliana Díaz Mindurry estuvo a cargo del taller “Escribir un cuento”, Bebe Kamín participó en una mesa sobre “Cine fantástico y ciencia ficción en la Argentina” y Germán Cáceres dio una conferencia sobre la presencia de los géneros en la historieta. “Aunque el encuentro tiene todas las características de un congreso, la idea es que el año que viene se consolide como tal y se consolide en un marco más académico”, señaló Guralnik, que resaltó la presencia de escritores de ocho provincias argentinas y adelantó la pretensión de ampliar la convocatoria a autores de todo el continente.
La última jornada arrancó con una conferencia de Daniel Yagolkowski sobre el cine de ciencia ficción en Estados Unidos durante la década de 1950 y siguió con Carlos Gamerro, Patricia Suárez, Pola Olaixàrac y Samanta Schweblin, coordinados por Drucaroff, en lo que constituyó la mesa redonda “La nueva generación de escritores argentinos de género fantástico”: cada uno explicó cómo conciben al género, qué papel juega la política en sus textos y cómo perciben a los próceres rioplatenses en la materia: Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo. En la última mesa redonda estuvieron Pablo De Santis, Liliana Bodoc y Carlos Chernov, quienes hablaron sobre “Construcción de mundos y mundos construidos”. “Uno tiende a repetir siempre las cosas desde el deslumbramiento inicial con el que vio por primera vez las cosas –teorizó De Santis–. En todo mundo construido, lo primero que seestablece es la diferencia entre la cotidianeidad de ese mundo y la irrupción de la aventura, de la peripecia.” Luego Bodoc contó sobre la relación de las culturas maya, azteca y mapuche con los orígenes de La saga de los confines, la trilogía con la que suelen emparentarla con Tolkien, y Chernov contó el punto de partida de Anatomía Humana, una novela en la que el protagonista descubre que todos los tipos, o casi todos, murieron de repente, y que desde entonces debe vivir en un mundo de mujeres.
Al final vino Laiseca y contó su cuento: después del susto, todos se fueron felices.