CULTURA
› MUSICA SERGIO DAWI HABLA DE SU DISCO ESTRELLADOS
“Las expresiones del arte son del alma, no de las góndolas”
El ex integrante de Los Redonditos de Ricota sorprende en su primer intento solista. “No es para la tribuna”, asegura.
› Por Cristian Vitale
Iluminada tenuemente, hay una maqueta que cuenta mucho sobre Estrellados, primer disco solista de Sergio Dawi, antes aún de llegar a la música. Un cartoncito clavado con un escarbadientes anuncia a su principal hacedor: Semilla Bucciarelli y los diversos cuadros, concatenados como un cachivache urbano, anudan personajes, situaciones y geografías que el ex saxofonista de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota quiso “sacar hacia afuera” luego de mucho tiempo de elaborar hacia dentro. “Soy un convencido de que lo sonoro siempre tiene correlación con la imagen”, dice Dawi.
En la maqueta –que se reproduce en la lámina interna del CD– se conectan un sol poniente, una palmera derribada, distintos personajes tocando instrumentos varios, un tren diesel, conventillos de La Boca, el trazo de una autopista y fábricas abandonadas. Y todo tiene una explicación monolítica: “Hay muchos lugares desde donde uno puede decir las cosas. El lugar que yo elegí tiene un aire teatral, gráfico e irónico sobre la cruda realidad de desigualdades, discriminaciones y boberas. Gráfica y disco forman parte de una sumatoria”. El collage parece el eje de la vida de Dawi. Delante de la maqueta hay una serie de vinilos que denotan una pluralidad similar: hay material de Los Hermanos Abalos junto al famoso longplay del grupo holandés Focus –el de Hocus Pocus– y varios de música clásica. “Es que la diversidad es algo orgánico –explica–, un producto de la naturaleza. Poder ser parte de ella me encanta. Es más, yo creo que mi forma de ser tiene que ver con alimentarme de diversas cosas y parir desde ahí algo que sale de mis entrañas.”
–¿Y qué es lo que le sale de las entrañas?
–Precisamente el desafío, la diversidad, lo orgánico. Este disco lo hice con amigos en la terraza de mi casa: fueron dos años de trabajo artesanal y experimental. Su nombre iba a ser Mochila; el definitivo me surge porque pertenezco a una generación de estrellados.
Un hábito clave de esa generación –Dawi tiene 48 años– era mirar la totalidad de la obra, más allá de lo musical. Por eso la lámina y por eso el troquelado de estrellas –también parte de la cajita– que se desarman a la primera manipulación. “Cuando yo empecé a ligarme con la música tenía la posibilidad de completar la imagen con figuras y dibujos. Por eso la idea de entregar un juego e ir más allá del folleto típico. Trato de poner toda la carne al asador, aunque vaya en contra de los hábitos imprenteros”, dice.
–La diversidad también se traslada a la propuesta musical. La mayoría de las canciones no son encasillables: hay reggae, blues, funk, ejecutado de manera poco ortodoxa. ¿Cómo explica esto?
–De dos maneras: la primera es que hay una necesidad de la industria del entretenimiento de encasillar expresiones del alma, y yo creo que las expresiones artísticas tienen que ver precisamente con el alma, no con las góndolas. Y la segunda es que soy una mezcla de italianos, españoles y polacos, que vivió tiempo afuera, con una cultura de mezclas. Tengo gran admiración por los brasileños: se alimentan de lo africano y lo portugués, pero lo que producen es brasileño.
–¿Hay una intención explícita de escapar a esas clasificaciones?
–Es que no preciso los aplausos de la tribuna. Me conformo con haber atravesado varios géneros con feeling, pero sin llegar a la ortodoxia. Esto es un impedimento a la hora de las góndolas y forma parte de mí mismo. ¿En qué góndola se pone a Dos Saxos Dos o los solos de Los Redondos?
–¿Por qué se decidió por el nombre Estrellados en vez de Mochila?
–No fue casual, porque estrellado es una palabra muy explicativa de lo argentino: nosotros nos estrellamos con luz propia, nos ilusionamos, seguimos y nos estrellamos; es como un ciclo. También hay quienes nacen estrellados y no tienen ningún tipo de opción, como se refleja en el tema La procesión. Hay personajes que se estrellan con el amor, otros con la discriminación, otros con la suerte o la muerte. Son distintas transparencias de una misma cosa.
–¿Se animó a cantar sin impostar?
–Fue una elección estética. Tranquilamente podría haberme escondido en un personaje. En los demos iniciales me vi presionado, no sé por qué, a impostar, pero al final no prosperó, porque no me considero un cantante sino un decidor. Tampoco creo que haya que ser cantante para cantar; si tenés que decir cosas hay que decirlas como salgan.
–¿Este es un disco apto para un fan de los Redondos?
–Me llegan mails que hablan bien del disco, porque saben que yo siempre desconcerté, como cuando armé Dos Saxos Dos en pleno auge de los Redondos.
–¿Se puede leer el álbum como una mezcla entre futurismo y nostalgia?
–De hecho, combino máquinas con tracción a sangre. Pero cambiaría la palabra nostalgia por pasado.
–¿Fue premeditado o azaroso que el trabajo tuviera una fecha de publicación tan cercana a los de Skay y el Indio?
–Fue azaroso. Me llevó dos años hacerlo y su edición coincide con el cierre de un ciclo, y nunca quise meterme en lo que estaban haciendo ellos. Ahora que terminó la historia, mata el hecho de poder intercambiarnos el material, tanto como la libertad de hacer las cosas sin tener que hacer promedio. Es parte de lo positivo que dejó la impasse de los Redondos, que cada uno pueda desarrollar su veta. Esto suma en vez de restar.
–¿Extraña a Los Redondos?
–No. Fueron 15 años de entrega total, pero hoy estoy totalmente involucrado con lo mío. Creo en la química de las personas, cuando se da. No extraño a Los Redondos. Al contrario: amo esta libertad.