CULTURA
› ENTREVISTA A CIRUELO, EL DIBUJANTE QUE
EXPONE SU CELEBRADA OBRA EN EL PALAIS DE GLACE
“En todas las culturas fascinan los dragones”
El ilustrador argentino de fantasy art radicado en Barcelona habla de El señor de los dragones, la muestra que reúne sus dibujos, pinturas y pitropictos y que convocó a 8000 personas en cuatro días.
Por Angel Berlanga
La gente, padres con sus hijos, familias enteras, adolescentes o poco más, espera paciente en la cola durante casi una hora para que él firme posters o reproducciones de las ilustraciones que le dieron fama, o algún ejemplar de Cuaderno de viajes, el libro de dibujos y apuntes que acaba de publicar aquí. Los dragones y los castillos y los guerreros fibrosos y las encantadoras minas con tetas perfectas (más o menos al aire o sugeridas, más saludables que las que se ven en Gente) y los caballos poderosos (antítesis de Rocinante –algo hay que decir del Quijote este año–) y las armas tradicionales o estrambóticas y los combates y los malos bestiales le dan por estos días al Palais de Glace un aire del imaginario medioevo celta, imágenes que conectan directo con aquello que brotó mucho en la última década de la mano de El señor de los anillos y J.R. Tolkien, hombre central en el llamado fantasy art, universo en el cual Ciruelo es uno de los artistas más prestigiosos del mundo. Este hombre flaco nacido en esta ciudad 41 años atrás y radicado desde hace 18 en Barcelona es el que firma, el que se hizo un lugar a fuerza de dar en la tecla con un tema pero sobre todo con años de trabajo ahora a la vista en las paredes de este museo, el que dice que no puede creer el reconocimiento y la convocatoria: 8000 personas visitaron la muestra en cuatro jornadas.
Lo exhibido en el Palais permite un recorrido por la trayectoria de este ilustrador: portadas de la revista Fierro hechas en los ‘80; tapas de discos de Spinetta, Steve Vai y Enanitos Verdes; imágenes para publicaciones varias en Europa; portadas para la trilogía de Chronicles of the Shadow World, escrita por el director de cine George Lucas (a quien le hizo dos pinturas que también se exhiben); las páginas de Cuaderno de viajes; un comic con ilustraciones suyas que escribió Alejandro Jodorowsky el año pasado, publicado en Estados Unidos, y, en el centro del Palais, los petropictos. ¿Quién no creyó ver sugerida alguna vez en una nube, o en una sombra, una imagen? Pues bien: Ciruelo descubrió las imágenes en piedras y sobre ellas pintó con aerógrafo y pincel lo que le sugerían: elefantes, tortugas, leones, el espinazo de un pez, una dama desnuda, un ángel caído culo para arriba. “La idea es lograr una escultura a través de la pintura, sin alterar en absoluto la forma de la piedra”, explica Ciruelo desde un video que se proyecta en una pequeña sala.
A corriente con el “impulso señorial” de Tolkien, la muestra se llama El señor de los dragones, criatura mitológica en cuya ilustración Ciruelo se especializó, que abunda entre sus trabajos, que le abrió más de una puerta y que promete abrirle más: “Cuando vuelva a Barcelona voy a empezar la edición de un libro de dragones para chicos, que también se va a editar en Estados Unidos –dice–. Estoy en contacto con una editorial muy grande que quiere impulsarme fuerte allá. También tengo propuestas para exponer los pitropictos en varias ciudades de Europa y en Japón. Y tengo que ver si puedo seguir con la construcción de mi estudio: lo hicimos a mano con mi mujer, nos llevó dos años sin parar”.
–¿Por qué los dragones se constituyeron en su tema central?
–Cuando me fui a España entré en contacto con una editorial que hacía colecciones de fantasy medieval. Luego de trabajar mucho ahí me dijeron “mirá, como tenés tanto éxito con tu trabajo, queremos hacer un libro ilustrado con este texto de dragones”. Invertí casi un año de trabajo en hacer El libro del dragón, que en el ‘91 fue comprado por la editorial inglesa Paper Tiger, una de las más importantes de Londres en lo que es libros ilustrados, que un año antes había publicado el primero mío, Ciruelo. Ellos lo distribuyeron por todo el mundo, sobre todo en Estados Unidos, desde donde me empezaron a llamar. Claro, a los americanos les gusta mucho la especialización, y entonces para ellos pasé a ser el dibujante de dragones: todo los encargos desde ahí eran para dibujar eso. Por eso me especialicé, casi sin querer. Poco tiempo después me empecé a dar cuenta de que el dragón en sí es una figura muy fuerte en todos los aspectos, presente en casi todas las culturas ancestrales, empezando por los precolombinos, mayas y aztecas, pasando por los celtas, que es el dragón que más conocemos, y también por los chinos, japoneses e indoeuropeos. Me di cuenta de que no era tan gratuito, que toda la pasión que tiene mucha gente y que tengo yo mismo responde a algo mágico y misterioso. De todas formas es sólo una parte de mi arte.
–¿Sueña con dragones?
–Podría decirse. Y mi madre sueña con dragones. Hay una palabra inglesa, daydream, que en español no existe, que define muy bien este efecto: vendría a ser una visualización mientras se está consciente, como un sueño mientras uno está despierto. Yo tengo muchos de ésos, muchos flashes, muchas imágenes que no sé de dónde vienen, que parecieran provenir de una minipelícula de la que soy espectador y veo que pasan. La figura del dragón se me presenta, pero también las entidades del bosque, que es más importante para mí. Cuando estuve en Perú fue fuertísimo el flash que sentí, las visualizaciones que tenía ahí, el contacto con la cultura y con la tierra. Todo eso fue muy fuerte y marca mi obra de una manera espectacular.
–¿En qué instancia está respecto del Fantasy art? ¿Ya hizo lo que quería en ese marco?
–Llegué a un punto en el que no necesito depender de los encargos de los clientes. En esta profesión me llaman para hacer la tapa de un libro o un disco, me lo dan, leo o escucho y hago una portada. Perfecto: hay un margen de creatividad, que es lo que a mí me interesa, y lo hago; aunque obviamente estoy ceñido a una literatura o una música específica. Pero desde hace tres años puedo crear lo que me interesa y después venderlo, porque tengo todos los canales ya hechos. Cuando hago mis ilustraciones más libres no son tan medievales, me escapo más. Incluso se ve más en las piedras: ahí me voy por otros lados, me gusta pintar indios, incas, chamanes, el mundo de la magia, animales fantásticos.
–Las alternativas a lo medieval son también fantásticas.
–Mi arte va a ser siempre fantástico, siempre tirando a ese mundo que no se ve, porque es lo que me interesa mostrar al público. Los caminos ahora se empiezan a abrir, a expandirse; tengo la libertad para ver dónde me lleva el camino ahora. Obviamente que voy a seguir ligado a las tapas de libros, pero el mundo de las películas se amplía cada vez más, empiezo a tener ofertas para animar mis dragones y mis criaturas. Otro mundo que me interesa es el de los libros ilustrados; tengo dos hijos, de seis y tres años, y me descubrí a mí mismo como un contador de cuentos infantiles, y me interesa escribir yo mismo el texto, seguir con la senda abierta con Cuaderno de viajes, lo primero que publico escrito por mí.
–Lo vinculado con el fantasy art suele ser tildado como expresión “menor”, por debajo de las grandes artes, tanto en literatura como en plástica. ¿Observa esa apreciación, cómo se la toma?
–Sí, suelo escuchar eso. Depende de las sociedades. Los americanos, por ejemplo, idolatran a los artistas; la primera vez que estuve allá en una convención no lo podía creer: tienen una pasión y un respeto por los artistas como no vi, por ejemplo, en Europa. Al principio, durante un período muy corto, esas apreciaciones me preocupaban. Me decían: “Perdón, si trabajás con aerógrafo no puede ser arte”; pero si después pintaba sobre tela, me decían: “Ah, si es un dragón lo que pintás no es arte”. Después ya no me preocupó nunca más, ni me molesta; es un círculo al que prefiero no entrar. No es mi problema. Los marchands y los de las galerías son los que ganan fortunas por pretender dictaminar qué es arte y qué no. Es una cuestión comercial más que estética o artística, naturalmente. Yo hago mi camino: viajo a Estados Unidos, vendo ahí, organizo, y después vuelvo a España, que es donde me gusta vivir.
–¿Cuál es la ilustración más antigua que existe de un dragón?
–En el libro hablo de eso. (La anotación dice: “Me senté a observar los dragones que decoran la catedral y pensé que debía haber alguna razón importante para que estén allí desde épocas medievales. Aunque parecería que nadie conoce esa razón hoy día”.) Estaba ante la catedral de Lucca, en Italia, una de las grandísimas obras del arte universal: tiene dragones esculpidos, y es del año 900. Pero antes de eso hubo pintores que dejaron dragones dibujados. Son tan antiguos los dragones como las pinturas de ángeles o seres alados.
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