Mi infancia fue un poco complicada, mi padre murió cuando yo tenía cuatro años, y eso hizo que nuestra economía familiar fuera desastrosa; por eso nos mudamos muchas veces, por diferentes barrios. La zona por la que más me moví fue Flores, que es donde estudié mi secundaria, en el colegio Fader, que tuvo mucho que ver con mi carrera artística: ahí me formé hasta los 18 años. Cuando era chiquito tenía miles de Patoruzito, Patoruzú, Isidoro: me encantaban; después ya pasé a revistas de historietas, El Tony, Skorpio, D’Artagnan; me gustaba especialmente un personaje que se llamaba Pepe Sánchez, escrito por Robin Wood. Luego me empezaron a regalar libros de la colección de Bomba: me acuerdo especialmente porque las ilustraciones de las tapas eran fantásticas y están entre los primeros dibujos que me impactaron. Otra cosa que me marcó con mucho furor fue Bruce Lee: yo hacía karate y judo con un grupito de amigos en Vélez y nos fascinaba no sólo por el arte marcial sino porque ahí se hablaba de meditación, concentración, disciplina, una serie de cosas que después fueron importantes para mí. A los 13 o 14 estaba leyendo a Borges y Cortázar y luego, en mi adolescencia, enganché a Castaneda; eso me derivó a la cultura maya, chamanismo, y de ahí sin retorno.”