Sáb 12.01.2002

CULTURA

“No podemos hablar de democracia si gobierna el poder financiero”

El Premio Nobel de Literatura, José Saramago, que acaba de publicar tres libros nuevos, propone un debate internacional sobre qué es hoy democracia. “El mundo está más que nunca en manos de banqueros.”

Por M.I. Amado *
Desde Madrid

El Premio Nobel de Literatura, José Saramago, presentó esta semana en sociedad nada menos que tres nuevos libros. Los segundos Cuadernos de Lanzarote, su diario sobre los dos años anteriores a la concesión del Nobel en 1998, tres relatos contenidos en la edición de 2001 del tradicional Crisolín, que edita Aguilar, y un cuento infantil, La flor más grande del mundo, escrito hace 25 años y ahora rescatado. Además, Saramago reveló que está escribiendo una nueva novela. Pero la presentación de sus obras fue en parte eclipsada por sus afirmaciones políticas, sobre todo por su desafío a encontrar un modo de otorgar sentido a las democracias occidentales. A principios del siglo XXI parece “necesario”, planteó, un nuevo debate internacional sobre la esencia de la democracia “en un mundo donde el poder no es democrático”.
El Nobel entró al terreno de la filosofía política luego de una pregunta sobre la crisis portuguesa tras las últimas elecciones municipales. “Cuando la izquierda hace el trabajo de la derecha, simplemente llega un momento en que la derecha dice: ‘Ya no te necesito’”, afirmó. Y a partir de eso alertó sobre las limitaciones de los ciudadanos del mundo para hablar con profundidad de los que cree son los temas centrales de la encrucijada actual. “Hoy, en el mundo, se debate todo, se opina sobre todo, pero hay un debate al que nadie se atreve a enfrentarse, que es el debate sobre para qué sirve la democracia hoy, si es que la hay.” Al respecto, puntualizó: “No podemos hablar de democracia cuando el poder en el mundo es el poder financiero, o económico, y todos sabemos que ese poder no es democrático sino básicamente autoritario. Los gobiernos son los comisarios políticos del poder económico”, agregó.
En ese tren, dijo además: “Los ciudadanos pueden quitar un gobierno y poner otro, pero lo que no podemos hacer es quitar una multinacional porque nos moleste o esté causando daño, y el problema es que nos comportamos como si viviéramos en un mundo democrático”. Para el Nobel, después de los atentados contra Estados Unidos del 11 de septiembre y la posterior invasión de Afganistán “hay otro mundo y todavía cuesta pensarlo en toda su dimensión”. “¿Es posible creer, al respecto, que Bush puede ser la representación de la democracia, de sus valores centrales en la historia?”, se preguntó. El mundo “está, hoy más que nunca, en manos de los banqueros”, insistió.
Saramago recordó que cuenta en los Cuadernos sus viajes por Portugal Brasil, Estados Unidos, China y la Argentina, sus encuentros con pensadores y escritores como Chomsky, Goytisolo, Mailer, Niemeyer, Jorge Amado, Sabato o Fuentes. En el libro, además transcribe artículos y algunas cartas de sus lectores, que se convierten en “documentos humanos de una profundidad extraordinaria”, a su criterio. “No conozco a George Steiner, nunca lo he visto, nunca he hablado con él, en fin, soy inocente...”, escribe Saramago sobre la referencia del crítico en The New Yorker sobre El año de la muerte de Ricardo Reis como “una de las grandes novelas de las letras europeas recientes”. “Sombra entre sombras, su voz de ceniza lentamente fue cubriendo la sala, los estantes, las caras, los bultos, las manos. Le dije que hasta para descreer de la razón teníamos necesidad de la razón”, escribe en un pasaje sobre el escritor argentino Ernesto Sabato.
Saramago cuenta también en su libro cómo fueron los meses posteriores a la publicación de Ensayo sobre la ceguera, y su “encuentro” en Azinhaga con su hermano muerto, Francisco. “La pregunta que me hago ahora es tan simple como aterradora: después del Ensayo, ¿qué?”, contó a los periodistas presentes. En el libro se explaya sobre su árbol literario, que sintetiza en seis nombres: “Camoes, Cervantes, Montaigne, Freud, Voltaire, Pessoa”. Y se expresa, también sobre su lugar en la historia de la literatura, como descreyendo del juicio del presente. “Evidentemente, todavía es pronto para saber si habré dado a la literatura algo que merezca la pena, pero lo que la literatura me ha dado a mí, eso lo sé: me ha dado esas personas desconocidas que me paran en las calles de Lisboa para saludarme, para desearme salud, para decirme que esperan otro libro y que siga trabajando aún mucho tiempo...” Saramago contó que escribió sobre el ex premier soviético Mijail Gorbachov (es un hombre que hoy “anuncia pizzas en la televisión rusa...”) y sobre el italiano Dario Fo, Nobel de 1999. Recordó, al respecto, el alivio que tuvo cuando le concedieron a éste el Nobel de Literatura y se sintió aliviado por dentro. “Fue muy simple. Estábamos en la cocina, Pilar y yo, solos, cuando la radio informó que el Premio Nobel había sido concedido a Dario Fo. Nos miramos tranquilamente y dije: ‘Bien. Podemos volver a nuestro sosiego’”.
Saramago –que nació en Azi- nhaga, Portugal, en 1922– eligió presentar sus tres nuevas obras, editadas por Alfaguara y Aguilar, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, acompañado por sus editores: Amaya Elezcano, Ana Rosa Semprún, Victoria Chapa y Juan Cruz. El segundo volumen de sus Cuadernos fechados en la isla de Lanzarote –donde reside desde 1993 con su esposa y traductora al español, Pilar del Río, luego de que jurase jamás volver a vivir a su país natal– puede ser calificado como una mezcla de libro de viajes, novela de un solo protagonista o libro colectivo con múltiples voces. El Nobel recordó que la publicación de los Cuadernos de 1996 y 1997 se ha retrasado un tanto con respecto a sus previsiones, por el exceso de trabajo a que ha estado sometido en los últimos años. Pero prometió que en el otoño de este 2002 tendrá listo el volumen de 1998, el del año en que le concedieron el Nobel de Literatura. También prometió para finales de este año una nueva novela, cuya “idea”, de la que no quiso hablar, le “llegó” hace pocas semanas, para la que ya tiene título, El hombre duplicado, y que espera escribir en unos meses.

* Especial de El País para Página/12.

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