CULTURA
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Voces amigas
En La Trastienda, el tango, la política y el deporte se hacían guiños de complicidad, como si Ricardo Zuker, el Pato, estuviera arengando las pasiones generadas en esa sala de la calle Balcarce. El Pato era un porteño de pura cepa, que encontró su identidad en las calles del barrio (muchos recuerdan cómo cantaba Garufa al vesre), en San Lorenzo, en Defensores de Belgrano y en la militancia política en Montoneros. La presentación de El tren de la victoria arrancó con el tango Rayuela, interpretado por la cantante Lidia Borda. Luis Bruschtein, periodista de Página/12, recordó las épocas de la contraofensiva. “La elaboración teórica sobre ese pasado reciente es tan pobre que por eso creo que es importante el testimonio desde lo chiquito: desde la hermana que cuenta la historia de su hermano, desde los compañeros que reconstruyen sus pedacitos de historia en ese contexto –reflexionó Bruschtein–. El familiar no puede quedarse con una respuesta fácil porque tiene que entender lo que pasó, como cuando a uno le amputan un miembro del cuerpo y todavía siente los reflejos del miembro, necesita armar esa relación con una ausencia, no puede quedarse a mitad de camino, necesita profundizar y encontrar respuestas. Este libro reconstruye la historia desde un lugar útil”, agregó Bruschtein.
Para Osvaldo Nemirovsci, amigo y compañero del Pato, una de las virtudes del libro reside en el hecho de que se “atreve a mirar, desde una perspectiva actual, la contraofensiva montonera del ‘79 y del ‘80”. Nemirovsci hizo hincapié en una parte del libro: los partidos del fútbol que organizaron con el Pato en la Facultad de Derecho. “Teníamos mucha capacidad para analizar la política, pero poca convicción en la tarea que un centro gremial debía hacer. No sabíamos cómo implementar la guerra popular: liberación o dependencia, y terminamos armando un campeonato de fútbol”, bromeó Nemirovsci. “Entrábamos casi clandestinos a la facultad para jugar el partido y nos íbamos de la misma manera. El Pato era el número 5 de ese equipo. Hacia finales de 1975, el deporte fue la continuación de la política por otros medios. Defensores de Belgrano era la gran pasión que tenía el Pato, era un conductor, un líder de la gente: íbamos a la cancha y hablaba del peronismo, de Perón y de la lucha”, precisó su amigo. Elvio Vitali recordó la sensación de los estudiantes de Derecho frente a la personalidad del Pato: “Era un pendejo que tenía una solidez en la discusión y en la práctica política. Este chico tenía un estilo renovador de las maneras de comunicarse en la política. Tengo la imagen del Pato como esa generación que nos desplazaba”.
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