“Descubrí que el personaje de Imperceptible, el monólogo que voy a reponer en marzo –junto con los que escribieron Roberto Cossa y Ricardo Monti para el ciclo Yo, manifiesto del Festival Internacional– despierta tanta indignación como ternura. Algo que sucedió con Potestad. Entonces no se entendió el enfoque. Ese hombre que cometió actos ominosos merece una condena. Su discurso tiene la complejidad de los represores. Y eso es lo que me interesa, la subjetividad de ese discurso, como la que tienen hoy muchos políticos y gobernantes que mienten de una manera increíble. Ocurre que cuanto más grande y obscena es la mentira, mayor atonía produce en la ciudadanía media. Por atonía la gente empieza a creer que no se puede hacer nada en contra de esas falacias, y empieza a olvidar. Si en este momento nos preguntáramos cuál es nuestro drama mayor, es probable que no sepamos por cuál decidirnos. La gente se olvida de que ya tenemos nuestros ‘petisos sociales’, una de las consecuencias de pasar hambre, y que la población está sufriendo daños neurológicos muy importantes. Hay mucho descaro en los poderosos que, como siempre, llevan a que la gente interiorice los daños más graves como si éstos fueran una obviedad. Esto se hizo durante la última dictadura militar, lo que demuestra que nos hemos vuelto muy vulnerables.”