CULTURA
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Los perfiles de un cambio de rumbo
ELVIO VITALI.
Un librero con historia
Tiene fama de seductor, pinta de milonguero y posa para la foto con el cigarrillo en la boca. Buena imagen para un fanático del tango y un empresario librero, que desde muy joven estuvo relacionado con el mundo del libro. A partir de ahora, su misión será difícil, pero no imposible: es el encargado, según afirmó, del “ordenamiento y la normalización” de la Biblioteca. Hasta ayer, Vitali era el director nacional de Acción Federal e Industrias culturales. Dirigente estudiantil por la Juventud Universitaria Peronista, el flamante funcionario nunca terminó la carrera de abogacía porque en 1978 debió exiliarse en México, donde estudió Comunicación Social. A su regreso, fundó la librería Gandhi; y más tarde la Editorial Folios y la Librería Losada.Vitali, que fue candidato a diputado nacional por el Frente por la Revolución Democrática (liderado por Miguel Bonasso), integra la Cámara Argentina del Libro y la Fundación El libro. Abrió Gandhi en 1984. Muy pronto, ese lugar dejó de ser una librería más de las que pueblan la calle Corrientes para posicionarse con prestigio dentro del ambiente intelectual y artístico.
J. GONZALEZ FRAGA.
Caminos de un economista
A mediados de los ‘90 confesó que le gustaba la idea de trabajar en el rubro “alimentos” por su “alma de gallego”. Economista egresado de la Universidad Católica Argentina con diploma de honor, y ex presidente del Banco Central de la República Argentina en dos oportunidades en los primeros años del menemismo, González Fraga supo dividir su tiempo entre la economía y la producción de dulce de leche y mozzarella búfala de su empresa La Salamandra. Ahora se ocupará del Fondo Nacional de las Artes. El nombre de González Fraga sonaba con fuerza cada vez que crecían los rumores sobre la posible renuncia del ministro de Economía Roberto Lavagna. Aunque cercano a la gestión de Kirchner, más de una vez advirtió que no tenía pensado regresar a la función pública. En sus ratos de ocio, este hombre con fama de bon vivant disfruta del campo y la navegación con sus siete hijos. La actividad comercial, sin embargo, nunca lo alejó de su profesión de economista, en la que se desempeñó preferentemente como asesor financiero.
NACHA GUEVARA.
El reciclaje permanente
Las metamorfosis de Clotilde Acosta, más conocida por su nombre artístico, Nacha Guevara, la han transformado en una artista que se reinventó siempre a sí misma: de la revolucionaria socialista que cantaba canciones de protesta en la década del ‘70 (la generación de “los patitos feos”, según ella misma comentó) pasó –sin escalas intermedias– a difundir las bondades de la new age (con o sin cirugías estéticas) en los programas de Chiche Gelblung. Nacha, que había dicho que “la política es el refugio de los mediocres”, siempre fiel a sus mascaradas, aceptó que Eduardo Duhalde la contratara para cerrar su campaña presidencial en 1999.En el estadio de River, con el pelo tirante recogido en un rodete, los brazos en alto y el trajecito de sastre, Nacha emuló a Eva Perón. Y cantó No llores por mí Argentina. En un nuevo y sorprendente reciclaje, que la devuelve a las fuentes primigenias de los ‘70 (no es casual que sus primeros pasos los haya dado en el Instituto Di Tella), Guevara acaba de aceptar el cargo de directora ejecutiva del Fondo Nacional de las Artes.
Producción: Silvina Friera.
Nota madre
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