Hace algunos años propuse a diez escritores clave de la literatura argentina que eligieran el que consideraban su mejor cuento; además, les pedí que fundamentaran las razones de esa elección. Una vez que tuve los cuentos y las razones, reuní todo en una antología que apareció con el nombre de Lo mejor de los mejores. El título, elegido por el editor, estaba más cerca de la publicidad de un detergente que de una colección de cuentos. Pero el libro reunía diez relatos realmente antológicos. Juan José Hernández fue uno de los escritores convocados. El optó por su Como si estuviera jugando, una pieza que por sí sola bastaría para situarlo entre nuestros mayores cuentistas.
He leído la totalidad de sus cuentos y puedo decir que cualquiera de ellos puede integrar la más rigurosa de las antologías. Podría hablar de la escritura de Hernández, de la sabiduría con que articula sus relatos. Podría hablar de la crueldad y de la ternura que logra conjugar en cada una de sus historias. Podría hablar del modo en que muestra a Tucumán, escenario de la mayoría de sus narraciones: un Tucumán dolido y devastado, donde sin embargo, aún florecen los naranjos, persiste el aroma de los azahares y se mantiene la sabiduría de las siestas. Podría demorarme en mil motivos; prefiero sugerir que lean los cuentos de Juan José Hernández, entiendo que es el mejor modo de comprender el por qué de mi admiración y mi entusiasmo.

* Escritor.