Lun 17.01.2005

CULTURA • SUBNOTA

TEXTUAL

Era Navidad. Mercedes afilaba la hoja del cuchillo en la piedra del umbral de la cocina mientras las moscas se amontonaban sobre el papel manchado de sangre donde había estado envuelta la carne. El olor a lejía de la ropa blanca puesta a secar, el olor a estiércol del gallinero, entraban por la persiana. Mercedes volvió la cabeza: Lila movía la cola, los ojos clavados en la carne. La perra caminaba con dificultad; seguramente, tendría cachorros antes de fin de mes. “Otra vez con hambre, desgraciada”, dijo Mercedes, y le arrojó un pedazo de carne que Lila se apresuró en devorar.
Los animales contagiaban sarna y otras enfermedades; Mercedes no simpatizaba con ellos. Sin embargo, para justificar la presencia de la perra en la casa, decía que Lila era recatada y limpia como una señorita. Ahora no podía seguir diciendo que fuese una señorita. “Como para no estar hambrienta. Por lo menos son ocho críos los que lleva adentro, y tan feliz la zonza. Como nosotras: nunca aprenden ni escarmientan.”

* Fragmento del cuento Para Navidad, de La ciudad de los sueños (Adriana Hidalgo).

Nota madre

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