Mar 03.05.2005

CULTURA • SUBNOTA

La feria y yo

por angela pradelli*

Conocí a Adolfo Bioy Casares en una Feria del Libro. En ese momento, creo que fue en 1985, no iba tanta gente como ahora, que ya es casi imposible caminar por las calles los fines de semana. Era sábado y llegué temprano. Cuando pasé por el stand de Emecé, uno de los primeros cerca de la entrada, los vi a Syria Poletti y a Bioy sentados en sillas de respaldos altos, a dos metros de distancia uno de otro. Fingí que miraba libros en el stand de enfrente y desde allí los observé. Los dos erguidos, solos, cada tanto se miraban y hacían algún comentario brevísimo entre ellos. Finalmente me acerqué a Bioy. Le dije que en la escuela de Turdera en la que daba clases, en mis cursos de literatura, les hacía leer a mis alumnos adolescentes La invención de Morel. Pobres chicos, me dijo, y nos reímos. Turdera, dijo después para sí, y seguro que pensó en los Nielsen, en los Iberra, en Borges. Hablamos de literatura, de autores preferidos.
Me pidió que me cuidara mucho de un mal que con el tiempo suele atacar a los profesores de literatura. Todo les gusta mucho, me dijo, se vuelven tan permeables a la literatura que terminan leyendo todos los autores, todos los cuentos y novelas en igual estado de éxtasis. Nos reímos otra vez. Le conté que coordinaba un taller de escritura en Adrogué y enseguida anotó sus números telefónicos en un programa de actividades que todavía debe de andar entre mis papeles en la biblioteca. Puede invitarme a ese taller, me dijo, iría encantado. Arreglamos ese encuentro para un sábado y quedamos en que yo lo pasaba a buscar con mi auto. El día anterior me llamó por teléfono. Venga antes, me dijo, media hora antes, por favor, me gustaría volver a recorrer las calles de Adrogué. Era otoño, principios de mayo, y anduvimos despacio por los empedrados, mientras él me contaba historias de cuando pasaba los veranos allí con Borges y Silvina. El sol estaba bastante fuerte por ser otoño y las hojas caídas de los árboles ya formaban sobre el empedrado un colchón seco que empezaba a crujir.

* Escritora.

Nota madre

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