CULTURA
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Escribir para ser juzgado
Por Liliana Heker *
“Sabemos que seremos juzgados, y no por las reglas que usamos para juzgarnos a nosotros mismos. Este pensamiento tiene algo de horrible.” Cuando lo dijo, Sartre tenía cincuenta y seis años; desde hacía más de quince, su filosofía, su literatura, sus actos –¿y hasta qué punto es lícito diferenciar a unos de otros, separarlos de la totalidad Sartre que él lúcidamente construyó?– venían marcando el pensamiento de una generación. Ya entonces, Sartre era juzgado; diría yo que escribía para ser juzgado, ya que ponía en riesgo sus palabras y sus acciones. Pero era juzgado por sus contemporáneos: podía prever, y hasta generar, esos juicios. No por nada hizo suyo el “humano soy, y nada de lo humano me es ajeno” y se sumergió como ningún otro intelectual en su propio presente, pesó sobre ese presente, le otorgó un lenguaje y le plantó, a su modo, un maestro. Un maestro muy particular, hay que decirlo, ya que, quien lo aceptaba como tal, se quedaba solo, rumiando como podía los conceptos de libertad, de responsabilidad, de elección que él eligió como mandatos propios y que asumió hasta su muerte. Multifácetico, contradictorio, lúcido hasta lo imposible, Sartre reformuló (tal vez entonces creíamos que para siempre) el sentido del término “intelectual”, y también cuestionó su rol con dureza.
Cuando dijo “Sabemos que seremos juzgados...” estaba en su plenitud, y el mundo que le había tocado –o el que contribuyó a hacer– parecía pleno para recibir sus palabras. Al fin y al cabo, también esa frase había sido dicha para ser escuchada, comprendida, por sus contemporáneos. ¿Cómo se la comprende hoy, cómo se lee hoy a este hombre que no eludió ninguna de las responsabilidades que le imponía su tiempo? Sospecho que su espléndido teatro sigue hablándole a quien hoy lo lea, que un libro perfecto como Las palabras va a perdurar como perdura toda obra literaria bella y única, que hay páginas de su trilogía Los caminos de la libertad capaces de sacudir a lectores de estos y de otros tiempos. Temo, en cambio, que se haya puesto de moda considerar anacrónicos conceptos como el compromiso o la función de los intelectuales. Tal vez a eso se refería Sartre cuando decía que el pensamiento de ser juzgado desde tiempos futuros tiene algo de horrible. Quiero atenuar ese horror, o el mío propio, creyendo que si los conceptos sartreanos son eludidos hoy es porque todavía molestan.
* Escritora.
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