DEPORTES › OPINION
› Por Diego Bonadeo
Casi en coincidencia con la presentación –postergación incluida– de la entretenedora Madonna en la cancha de River, el ahora técnico de la selección nacional de fútbol, Diego Maradona, iniciaba una visita a la India.
Mientras la visitante llegaba a nuestro país para realizar cuatro recitales, Maradona viajaba a la India para cumplir con compromisos contraídos con anterioridad a su aceptación al cargo de entrenador de los equipos de la AFA.
Dícese que los fanáticos de Madonna pagaron fortunas por una entrada por derecha y muchísimo más en la reventa. Y si se escribe “dícese” es porque probablemente nadie tendrá certezas absolutas de hasta cuánto llegaron a cotizarse los billetes más caros en el mercado negro. Todo tras un impresionante aparato de publicidad y promoción. En la India, nadie debió pagar por simplemente ver a Maradona en el aeropuerto o en sus diferentes recorridas. Es probable que el arribo del diez haya sido también notoriamente difundido. Madonna en Buenos Aires juntó para verla y escucharla alrededor de cincuenta mil personas por recital. Algo así como cincuenta mil personas, informan desde el país anfitrión, rodearon a Diego simplemente para verlo.
Es cierto que los de Madonna pagaron y los de Maradona no. Pero los que pagaron lo hicieron para presenciar un espectáculo. Y los que no, tal como los napolitanos, sólo por ver al mejor de todos, que además no hace playback como Madonna, Los Nocheros, Nicola Di Bari y tantos más.
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