Mar 30.12.2008

DEPORTES  › A PROPóSITO DE LA IDEA DE JULIO GRONDONA DE REPONERLOS

Torneos largos no aseguran tranquilidad

Si el presidente de la AFA pretende apagar el tono de las discusiones anulando la posibilidad de finales o triangulares, un campeonato de dos ruedas no es suficiente. El fútbol podría vivir definiciones más excitantes.

› Por Pablo Vignone

Para los más pibes, para aquellos que apenas rozan los 20, este Apertura 2008 que terminó una semana atrás fue un campeonato excesivamente largo. Comenzó a principios de agosto, terminó con la entrada en escena de la sidra y el pan dulce, fueron cinco meses que, en el efímero transcurso de la voracidad cotidiana, suenan a desbordante. Fueron, además, 21 partidos los que el campeón debió afrontar, cada uno con su carga de incertidumbre, deseo y convicción por partes iguales.

Los más veteranos, los que vivieron –por ejemplo– el pasaje del torneo de Primera a la gestación del Metropolitano, sobre fines de los ’60, o los que supieron apreciar la convivencia entre ese torneo que iba de marzo a agosto y el Nacional, que convocaba a los clubes del interior a que se sumaran entre septiembre y diciembre, obligando en ocasiones a la interminable catarata de partidos –¡hasta 60 en una temporada entera para un equipo con aspiraciones!– sienten que el esfuerzo coronado en el último triangular fue pura hojarasca.

Campeonato de 46 fechas como en 1977, por ejemplo, ésas eran maratones futboleras en las que se saltaba de domingo a miércoles a domingo, cuando a la Copa Libertadores sólo iban los campeones (el del Metro y el del Nacional) y no había tanta abundancia de TV con la billetera fácil para organizar partidos nocturnos por copas continentales inexistentes que restaran piernas y convocatoria.

Así, corto o largo, la discusión por el retorno a los campeonatos más extensos había caído en desuso hace tiempo. La decisión entre éxito y fracaso es reclamada tan instantánea por la creciente ansiedad de los hinchas, que daba la sensación de que el imaginario del fútbol no podría soportar una infinita marcha hacia la fecha 38, por ejemplo, sin haber decidido antes algunas nominaciones, como campeones mínimos, clasificados para Copas, condenados a zonas varias de Promoción. La sal del fútbol de hoy, le baten.

Hasta que Julio Grondona repuso el tema sobre el tapete, argumentando razones de hastío, no tanto con la longitud del torneo sino con las quejas de letanía que avivaron la puesta en marcha del triangular y su resolución. Motivo frívolo, en verdad. Grondona presume que en un campeonato largo ya no habrá empate en el primer puesto, ni finales ni nada que se les parezca. Y como el comité ejecutivo está pintado, no se duda de que a mediados de 2009 ese bien de familia (Grondona) que es la AFA decidirá el retorno a los torneos largos.

Lo curioso es que un certamen de semejante magnitud no asegura la paz eterna de Grondona. Tomemos, por ejemplo, el caso del Metro ’77, el más largo de la historia del fútbol argentino: lo jugaron 23 equipos y se disputó a lo largo de 46 fechas, entre el 28 de febrero y el 13 de noviembre. El título lo ganó River, dirigido por Angel Labruna (25 triunfos, 13 empates, seis derrotas, 86 goles a favor, 46 en contra), pero por apenas dos puntos (63 a 61) sobre Independiente.

Faltando dos fechas, el conjunto de Núñez, que jugaba como local en Huracán, le llevaba apenas un punto (59 a 58) al equipo de Avellaneda, al que dirigía José Omar Pastoriza; pero en la fecha 45, River le ganó 2-1 a Boca mientras Independiente empataba apenas 1-1 con Lanús. Como en aquel entonces, la victoria daba dos puntos, la ventaja de River se estiró a dos unidades (61 a 59). La última fecha podría haber culminado en un empate, si Independiente ganaba y River caía. Pero mientras el equipo de Avellaneda goleó 5-3 a Atlanta como visitante en la 46ª fecha, River venció 4-2 a Ferro y se quedó con el título. El tercero fue Vélez, con 56 puntos. En suma: un torneo largo no necesariamente asegura una definición holgada.

(Un recuerdo adicional: quince días después del cierre del Metropolitano arrancó el Nacional, el 28 de noviembre, con 32 equipos distribuidos en cuatro zonas de ocho equipos cada una. El campeón fue Independiente, en aquel recordado encuentro en Córdoba, ante Talleres, el 25 de enero de 1978, después de haber jugado 18 partidos... y 64 en la temporada oficial.)

Por eso, contrasta el disgusto del mandamás de la AFA por el final conventillero del triangular con la prolongación de la histeria futbolera hasta un cierre que nadie rechaza: dos equipos en el campo peleando por la consagración, como sucedió con Boca y Tigre una semana atrás. En un fútbol que vive de resultados, esta confrontación directa golpea de lleno, produce adrenalina, genera más ansiedad, aunque eso no sea lo mismo que interés genuino.

De todas maneras, no fueron pocas las voces en el ambiente que se preguntaron si esta definición era la más adecuada. San Lorenzo, el equipo que al cabo de las 19 fechas tenía diferencia de gol superior, pudo haber sido campeón con un reglamento más llano: de hecho, en 1970, en la primera experiencia que hizo el fútbol argentino de campeonatos de una rueda, Independiente le ganó el título a River por un gol de ventaja, después de que hubieran igualado en puntos.

Los reglamentos están escritos, el campeón coronado es el campeón legal, pero se intentó desplegar el interrogante sobre la legitimidad de la conquista, y no sólo a partir del sostenido, bizantino argumento que pone en tela de juicio los arbitrajes y sus presumiblemente dudosas inclinaciones.

Si el regreso a los torneos de 38 fechas ya no es una quimera, tampoco lo es una definición con sorpresa si dos o más equipos llegan igualados en puntos al cabo de la última ronda. Quizás no le caiga bien a Grondona, que pretende menos cotilleo; acaso no les sirva a los jugadores, que llegan agotados, pero seguramente sí a los demás resortes del fútbol profesional. El partido entre Boca y San Lorenzo, el segundo del triangular, jugado el sábado, gozó un rating de más de 30 puntos en la TV por cable.

Ahora bien, sean torneos largos o cortos los que vayan a prevalecer, si el argumento sobre la inclinación parece tener algún flanco inconsistente, ¿por qué no fortalecerlo en nombre de la competencia? Una propuesta sencilla podría ser la siguiente: jugándose las fechas (19 o 38) que deban jugarse, los cuatro mejores clasificados de la tabla de posiciones al cabo de la programación se enfrentan en dos semifinales, con un campeón emergiendo de una gran final, apenas un domingo más tarde. No es novedoso: ya lo hacen en México pero con ocho finalistas.

Para que el campeonato no pierda interés en las últimas fechas, se deben hacer valer las posiciones finales (que no sea lo mismo llegar primero que cuarto en la tabla) en las semifinales ya sorteadas de antemano (el primero contra el cuarto, el segundo contra el tercero) y con ventaja deportiva para el que esté mejor ubicado (por ejemplo, que le sirva el empate para pasar a la final). El torneo se prolongaría apenas una semana más y, bien escrito todo en el reglamento, no habría tanto terreno para el pataleo. La vuelta olímpica se da en la final, no habría festejo anticipado y hasta podría quedar la puerta abierta para un inesperado batacazo.

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